Váucheres, libertad de contenidos contra el “adoctrinamiento” y educación de mercado son algunas de las ideas-fuerza del gobierno de La Libertad Avanza que asumirá el próximo 10 de diciembre. Quizás la única certeza hasta ahora es que Educación dejará de ser Ministerio para pasar a ser una secretaría. “Hay varias ideas que aparecieron como títulos, lo que hay que esperar es que se transformen en proyectos y sean discutidos en los espacios que la construcción de la política educativa de un país dispone”, dice Pablo García, magíster en política de administración de la educación.
Profesor de la Universidad Nacional de Tres de Febrero e investigador del Conicet, García es además autor de Un viaje por las escuelas secundarias de Latinoamérica (Homo Sapiens ediciones). En diálogo con La Capital traza un primer balance de las propuestas educativas del candidato libertario y advierte sobre los peligros de fragmentar el sistema.
—¿Estamos ante un proyecto educativo rupturista?
—Al menos hay intenciones de construcción de un proyecto de financiamiento disruptivo al que veníamos teniendo. Hoy el financiamiento corresponde en gran medida a las provincias —en educación básica— y la educación superior es la que depende del financiamiento del Ministerio nacional. Frente a ese panorama hay un proyecto de transformación del rol del Estado que claramente pretende tener un impacto en cómo se asignan los recursos. Creo que es más que un proyecto educativo disruptivo, es de transformación del rol del Estado.
—De hecho hace poco se presentó el proyecto de una nueva ley de financiamiento.
—Es el proyecto de una ley de mejora del porcentaje del financiamiento en relación con los ingresos que tiene el país, que suponía el pasaje de un 6 al 8 por ciento del PBI destinado a educación. Es importante destacar que hace varios años que no venimos llegando al 6% que indicaba la ley. Bueno, el proyecto lo que plantea es, en una perspectiva de mediano plazo, ampliarlo al 8%. Pero como el financiamiento de la educación tiene que ver con los ingresos del Estado por el PBI, si el nuevo gobierno plantea una lógica de cambio en la percepción de impuestos ese proyecto va a tener un impacto, porque al reducirse los impuestos también se reducen la recaudaciones del Estado.
—¿Creés que no va a prosperar entonces esa nueva ley?
—Más que decir si va o no a prosperar ese proyecto, lo que va a haber es una reconfiguración del sistema de ingresos para el Estado y asignación de presupuesto. Esa sí es una propuesta explícita del candidato que ganó las elecciones. Bueno, si la propuesta es ajuste de gasto público esto va a tener consecuencias. Con lo cual esos proyectos van a quedar en stand by hasta que cambie la mirada.
—¿Qué significa en términos prácticos que el Ministerio sea degradado a Secretaría?
—La cuestión de la organización del Estado nacional —en términos ministeriales, secretarías, subsecretarías y direcciones— uno la puede mirar desde dos niveles. Por un lado, en términos simbólicos, claramente la presencia de un ministerio dedicado a un tema le da una jerarquía y lo ubica en la centralidad de la agenda del Estado. Y por el otro lado, la presencia de un ministerio también asegura cierta partida presupuestaria, porque supone la asignación de recursos, personal e instalaciones. Entonces, el pasaje de un ministerio a secretaría uno podría pensar que el primer impacto es que tiene menos cargos jerárquicos. Luego hay que discutir qué pasa con los presupuestos, eso aún no lo sabemos. La idea de pensar un Ministerio de Capital Humano —integrado por educación, salud, trabajo y desarrollo social— es justificada por la perspectiva de la integralidad del abordaje de la cuestión social, que en algún punto esa mirada puede resultar valiosa. Lo que hay que ver es cómo eso se traslada en términos de presupuesto, recursos humanos y físicos para poder desarrollar políticas.
—De todas las ideas que trascendieron de su plataforma, ¿cuál te llamó más la atención?
—Estamos en un contexto emergente del nuevo gobierno y no está del todo claro cuáles son las propuestas que efectivamente se van a desarrollar. A lo largo de la campaña hubo idas y vueltas con respecto a algunas propuestas que en particular afectaban a lo educativo. Quizás la que más trascendió mediáticamente fue la idea de los váucheres, de dejar de tener un financiamiento a la oferta para pasar a un financiamiento a la demanda. Esa propuesta en otras sociedades donde se intentó implementar no tuvo éxito. El caso más cercano es el de Chile, que terminó conduciendo a una fuerte segmentación del sistema educativo. Entonces, más allá de que ahora dijeron que lo iba a hacer en otro momento, las evidencias empíricas que tenemos quienes nos dedicamos al estudio de la política educativa es que, en sociedades como las nuestras, fuertemente marcadas por la desigualdad, los váucheres no fueron la solución. Al contrario, generaron muchos problemas y sobre todo una fuerte fragmentación del sistema educativo, lo cual es muy peligroso.
—¿En qué sentido?
—Uno de los logros más importantes de la escuela pública argentina es que uno puede encontrar la más amplia situación social en términos de los estudiantes. Bueno, los váucheres colisionan con eso, porque el tema es cuánto de la demanda van a poder financiar: ¿la totalidad de la cuota, una parte? ¿Cómo las familias van a compensar los servicios educativos que el Estado no garantice? ¿con sus propios recursos, todos tenemos los mismos recursos para complementar? ¿el váucher va a alcanzar para pagar la totalidad del financiamiento? Eso es un problema que atenta contra las tradiciones más clásicas de nuestro sistema educativo, que se caracterizó por una fuerte inversión en la escuela pública. Que además, más allá de las cosas que nos pueden gustar más o menos, nos dio premios Nobel y un prestigio reconocido mundialmente. Lo cual da cuenta que tanto la escuela como la universidad pública funcionan. Que podrían mejorarse muchas cosas sin duda, pero de ahí a cambiar de raíz es un movimiento al menos arriesgado.
—Además de la competencia entre escuelas se propone libertad de contenidos. ¿Cuál es tu mirada?
—De la idea de la libertad curricular por ahora lo que trascendió es un título, no se sabe cómo se va a implementar. Pero eso también va en contra de una tradición del sistema educativo argentino, que supuso el acuerdo de una plataforma común de contenidos de enseñanza, que se evidencia en políticas públicas de construcción del currículum. Para eso la jurisdicciones concertan en el Consejo Federal contenidos mínimos, luego a nivel jurisdiccional se arman diseños curriculares en los que las escuelas enmarcan su trabajo, y finalmente están los proyectos de las diferentes instituciones. Entonces, no es que hay un diseño curricular homogeneizado, existe la diversidad, el respeto y la inclusión con respecto a las realidades territoriales. Las escuelas arman sus propios proyectos que se enmarcan en esta normativa. La idea de romper con el acuerdo curricular va a generar una fragmentación del sistema que es peligrosa, porque compartir algunos temas que se problematizan en la escuela tiene que ver con la construcción de ciudadanía. Por ejemplo, como sociedad hemos acordado que vamos a respetar la diversidad de género. Eso tiene que ver con un acuerdo de política educativa. Romper con todo eso es peligroso porque colabora con la fragmentación del sistema. Y si hay algo que históricamente la escuela argentina tuvo fue la construcción de lo común, porque es un espacio de encuentro donde diferentes actores sociales conviven, aprenden y construyen ciudadanía. Estos proyectos que van en contra de lo común al menos generan alarmas en la comunidad educativa.