Ya van varios meses plagados de promesas incumplidas y un horizonte nebuloso en la resolución del conflicto de la empresa alemana Mahle. Los trabajadores protagonizan reuniones, marchas y asambleas en la planta de Godoy al 5600. Y en cada actividad los acompañan sus hijos, quienes reivindican el estudio en tiempos de incertidumbre laboral.
La mañana acordada para la nota con La Capital en la autopartista de aros de pistón estuvo enmarcada por una copiosa lluvia. Sin embargo allí estaban junto a sus padres Franco y Emanuel Martin, Wanda Bottega y Cintia Maldonado, un grupo de adolescentes hijos de los obreros de Mahle.
Pese al día gris, los chicos no perdieron su frescura y alegría para contar cómo están viviendo la larga lucha de sus padres, pasados más de tres meses de un conflicto desatado cuando la firma alemana decidió cerrar la planta situada en la zona oeste de Rosario.
"No nos conocíamos antes de que pasara esto, pero ahora nos vemos casi todos los días", cuentan casi a coro los adolescentes sobre un presente que los unió para acompañar a sus padres en la defensa de sus puestos de trabajo. Si bien en época de vacaciones disponen de más tiempo para estar en la planta, recuerdan que antes del receso salían de la escuela y llegaban directamente a comer en la fábrica. Algunos de ellos incluso contaron en el aula la situación laboral de sus familiares, bajo la atenta mirada de sus compañeros y docentes.
"Es una etapa difícil, el tiempo que uno tiene con sus viejos en la casa se reduce porque ahora pasan la mayor parte del tiempo acá, tratando de llevar la fábrica adelante y haciendo de todo para que la compren", describe Emanuel Martin, de 17 años, y alumno de la Técnica 2.060. Su mamá, Patricia Alaminos, es una de las empleadas de Mahle que espera cada día para volver a trabajar.
Pero el padecimiento de Emanuel es también el de Franco, su hermano menor que cursa el segundo año de técnica electrónica en el Colegio San José. "Venimos siempre, a la mañana o a la noche, para poder estar un rato con ellos", sintetiza, pero al igual que su hermano, menciona la importancia de "defender las fuentes de trabajo".
El valor del estudio
El pelo rojo de Wanda Bottega resalta tanto como su sonrisa. La chica de 14 años acompaña a su madre, Mónica Piccioni, en la pelea. Y de a ratos se pone seria cuando define a este conflicto como "una lucha por el derecho al trabajo". También hace hincapié en el compañerismo entre los obreros que se respira en cada rincón de la autopartista.
Firme en sus convicciones se muestra Cintia Maldonado, la hija de 13 años de Claudio, el delegado de los trabajadores de empresa que durante este tiempo fue uno de los portavoces principales del reclamo obrero. Cintia les pone palabras a sus sentimientos: por un lado "la angustia que veo en mi papá me pone mal, y por eso lo acompaño en las marchas". Pero por el otro, la certeza de que se trata de una puja colectiva, donde "lo importante es que todos se junten para pelear, porque son los puestos de trabajo de todos, no de uno solo".
"El trabajo es un elemento formador, en especial en la adolescencia. La escuela debería tener lazos muy fluidos con todas las experiencias de producción, sean fábricas recuperadas, cooperativas o pequeñas y medianas empresas", apunta el pedagogo Pablo Imen, quien también afirma que estos temas "tendrían que ser parte de la reflexión y de la educación: cómo se producen las cosas y cómo éstas pueden satisfacer las necesidades humanas" (ver aparte).
Pero la incertidumbre del presente laboral de sus padres no les hace perder de vista la relevancia que le otorgan a la educación de cara a su propio futuro. "Ahora tenés que tener mucho más estudio para acceder a un trabajo de nivel medio", sostiene Emanuel. Su hermano Franco, también alumno de una escuela técnica, imagina un futuro universitario que le permita entrar en una fábrica. "Sin dejar de lado la realidad que estamos viviendo, hay que seguir estudiando", concluye.
No se conocían mucho entre sí, pero el conflicto de sus padres los unió en una gran familia que a diario se junta en la fábrica para almorzar y cenar. Pero sobre todo para seguir aprendiendo de las enseñanzas de Mahle.
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Los chicos juntos a sus padres, los trabajadores de Mahle.
Foto: Gustavo de los Rios / La Capital
Respaldo de los docentes
Uno de los respaldos que recibieron los trabajadores de Mahle fue por parte de los gremios docentes. Junto con el acompañamiento en alguna de las marchas y actos, a mediados de mayo Amsafé Rosario organizó una clase abierta en la puerta de la empresa.
Distribuidos en seis hileras de bancos, los hijos de los trabajadores de la planta participaron de una clase abierta donde la solidaridad en la lucha y la defensa del trabajo fueron los denominadores comunes. Para los chicos de otras escuelas, los empleados los acompañaron en un recorrido por la planta. En la clase se escuchó una carta escrita por alumnos, que en uno de sus párrafos decía: "Los estudiantes de la Técnica 346 no podemos permitir que cierren la fábrica, porque al cerrarla apagan nuestros sueños".