Además de la UNR, Scolari fue profesor en la Universidad de Vic y la Universidad Pompeu Fabra (España), y docente visitante, conferencista y organizador de talleres en universidades de Argentina, Brasil, Colombia, México, Estados Unidos, Canadá, Portugal, Suiza, Italia, Reino Unido, Francia, Bélgica, Finlandia, Polonia, Austria y Estonia. Actualmente es miembro del Centro de Investigaciones en Mediatizaciones (CIM) de la Facultad de Ciencia Política (UNR), integra el consejo académico de la cátedra latinoamericana de narrativas transmedia, es profesor del doctorado en comunicación, además de conferencista en eventos académicos organizados por la Escuela de Comunicación Social y la maestría en comunicación digital interactiva.
Carlos Scolari y la "cultura snack"
Hace algunos años publicaste el libro "Cultura snack", donde se aborda la brevedad o lo efímero del consumo en la actualidad. Sobre eso a veces se escucha un juicio negativo vinculado a la poca profundidad. Sin embargo, vos invitás a complejizarlo y entender este fenómeno de la época.
Piezas breves de comunicación hubo siempre. Tenemos la tradición japonesa de los haikus. O pensemos en todo el refranero popular, cuánta sabiduría pasó de generación en generación. Incluso en sociedades donde no había escritura o a la gente era analfabeta el conocimiento pasaba a través de refranes. La fórmula breve siempre existió. ¿Qué pasa ahora? En esta sociedad de redes sociales y plataformas buena parte de la comunicación circula en pequeñas cápsulas, como los videos breves, los tweets, etcétera. Un fenómeno que se acrecentó en los últimos 20 años. Pero también —y esto lo digo en el libro— hay textualidades largas. Cada vez que se empieza a hablar de las nuevas generaciones parece que solo consumen cosas breves.
TikTok, por ejemplo.
Claro, pero la misma persona que está en TikTok es gente joven que se ha leído varios volúmenes de Harry Potter o de la saga Crepúsculo. O el consumo televisivo, con gente que se vio ocho temporadas de Juego de Tronos. Por un lado consumimos muchas cosas breves, pero también nos enganchamos con historias mucho más largas. Enriquece nuestra vida textual la variedad de posibilidades de consumir escrito, audiovisual o sonido, porque nunca en la historia de la humanidad teníamos a disposición tantas cosas, que a veces nos agobian.
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Llevando esto al terreno de la educación, hay especialistas que hablan de cómo cambió para las nuevas generaciones la capacidad de atención. ¿Cómo debe pensarse la educación, debe tomar esas herramientas y adaptarse o posicionarse de otra manera?
A mí me sorprendió cuando me reincorporé al mundo educativo en la universidad en 2002 en España. Yo venía de una experiencia de formación en la UNR, donde las clases eran mucho más dinámicas, trabajando mucho en grupos, por proyectos. Y cuando me incorporo en España la universidad todavía estaba con la tradición del profesor o la profesora hablando dos horas, clase magistrales con los estudiantes en silencio tomando nota. Claro, yo llegué con una dinámica que había aprendido de la UNR trabajando con profesoras como Mercedes Pallavicini, con una forma pedagógica que ya a finales de los 80 era muy avanzada. Entonces empecé a implementar este tipo de dinámica y algunos estudiantes me decían "usted tiene que hablar dos horas, nosotros tomamos nota y después nos toma un examen", y yo les decía que así no se aprende. En los últimos años hubo una transformación en el aparato universitario de España, en función de los grandes acuerdos europeos de Bolonia, y fue cambiando la metodología. Hoy en la universidad en España se enseña por grupos, por proyectos, trabajando en cosas concretas. Pensar que un chico o una chica 18 o 20 años va a estar dos horas escuchando a una persona es ridículo. Esto que decías de la atención es cierto, pero también nos pasa a los adultos. Si algo no nos engancha a los dos minutos ya estamos pensando en otra cosa y hacemos un zapping mental. Por eso creo que hoy cuando se organizan actividades educativas a lo mejor hay que fragmentarlas. Aprender haciendo es un viejo principio pero que está más vigente que nunca.
Entre la inmediatez y las nuevas tecnologías
Escuchaba esto de aprender haciendo y pensaba en la mirada lúdica. Me acuerdo de un texto de García Canclini que marcaba esta diferencia entre la lectura escolar y la lectura lúdica, por el disfrute. ¿Es posible incorporarla?
Depende. Si el estudiante percibe que le va a servir para lo que está haciendo se acercará un texto, pero si lo imponemos como lectura obligatoria ya genera un rechazo. Y respecto de lo lúdico, en un momento parecía que había que hacer clases divertidas. Y no, hay temas que son un poco más áridos y hay que aprenderlos. En Barcelona tuve de estudiante una chica que ya en primer año de la carrera de publicidad y relaciones públicas entró con 250.000 seguidores en Instagram, porque generaba contenidos de moda. Está entrando gente en la universidad que ya viene con una experiencia. En la carrera audiovisual ingresó una chica que era booktuber con cientos de miles de seguidores. Ahí hay que replantearse cómo aprovechar lo que esa gente ya sabe. Que comparta cómo hizo o trabajó todo eso. Porque seguramente esos seguidores no lo consiguió de un día para otro.
Hablábamos de la "cultura snack" y otra de las de las marcas de la época tiene que ver con la ansiedad. Hace poco leía que algunos cines tenían pensado incorporar, como en las plataformas, la barra de tiempo en la parte de abajo de la pantalla, para que los espectadores sepan cuánto falta para que termine la película. Por esa necesidad de la inmediatez.
No sabía eso de los cines, pero repito: también está la cuestión de que hay contenidos largos. Muchas veces termina una serie y queremos seguir viendo. Hay mucha textualidad y si uno quiere estar al día hoy tiene que leer infinidad de libros, infinidad de cómics, ver infinidad de series. Esto del FOMO, el miedo a quedar afuera por no haber visto lo último. Bueno, a eso digamos: relax, tranquilo, no podemos ver todo, no podemos leer todo, no podemos estar al tanto de todo. En esta gran materia textual que nos rodea vayamos eligiendo lo que nos gusta y desaceleremos un poco, pero consumir lo que nos gusta y nos da placer.
Te escuché hablar de que no es la primera vez que se debate, con respecto a los medios o el consumo, que estamos muy acelerados. En otras épocas y con otro tipo de tecnología también se discutía eso.
Es muy interesante leer cosas que se publicaron a principios de 1800. Cuando apareció el tren había gente que tenía miedo de subir al tren porque decía que podía generar enfermedades y le querían poner un tope a la velocidad, creo que de 30 kilómetros por hora. Porque decían que más que eso no se sabía que podía pasar con el organismo humano. Hay una fecha clave que es 1814, cuando el diario británico The Times junta la imprenta con la máquina a vapor. No es todavía la rotativa, que es un invento alemán de un par décadas posterior, pero en 1814 se junta la máquina de vapor con la imprenta y empiezan a sacar diarios en gran cantidad. Se difunde la escuela pública, la gente aprende a leer y escribir y se genera esta cuestión de la sociedad de masas, con el diario de la mañana, el vespertino o una edición especial si pasaba algún hecho importante. En 1834 ya tenemos el telégrafo y Morse en Estados Unidos establece una conexión entre Washington y Baltimore . Ahí tenemos casi la breaking news, porque el telégrafo lleva una noticia y se puede imprimir un diario con las noticias de último momento. Empieza toda esta aceleración, en un proceso que ya tiene casi 200 años. Obviamente los últimos 10.000 días, porque la la web nació en el 91, se ha acelerado más todavía, pero no es una sensación nueva.
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Foto: Celina Mutti Lovera / La Capital
El hogar y las pantallas
Cuando éramos chicos había un solo televisor para toda la familia. Entonces todos miramos la misma novela o serie. Hoy cada uno tiene su propia pantalla y hasta no sabe qué está mirando otro integrante de la familia. ¿Cómo te llevás con la mirada nostálgica con respecto a ese pasado?
Esa imagen de la familia frente a la tele en realidad venía de la radio. En 1920 empiezan las transmisiones radiofónicas y hay una película de Woody Allen muy buena que se llama "Días de radio" que describe esa primera fase en los Estados Unidos, donde la familia se reunía escuchar la radio. Eran las primeras ficciones con las radionovelas y la televisión copió ese modelo de la gran pantalla como un tótem con todos alrededor. Eso duró varias décadas, hasta casi los 90 y los 2000, cuando empiezan a proliferar las pantallas, la comunicación ya no es sincrónica y cada uno está viendo algo diferente en otra pantalla. Es un fenómeno muy nuevo, estamos hablando de 15 o 20 años como máximo. Es un cambio radical para los que estudiamos la comunicación. Y claro, cada uno extraña o cree que las experiencias del pasado eran mejor. En los años 60 y 70 el mundo científico y académico estaba preocupadísimo por la televisión, se hicieron millones de estudios sobre los efectos de la televisión en los niños. En Mafalda, una historieta de los 60, hay toda una parte que muestra la entrada de la televisión, donde los padres no sabían si querían ese objeto raro. Había miedo a la televisión y hoy a nadie le preocupa que los niños miren televisión, porque el miedo lo genera TikTok u otras plataformas. No me extrañaría que de acá 20 años la gente diga "qué linda esa época que estábamos con TikTok o WhatsApp todos comunicados", porque habrá otro monstruo mayor que nos va a preocupar. Porque los miedos se van sedimentando y cada vez que aparece una nueva forma de comunicación hay discursos utópicos. En los años 90 se decía que la web iba a solucionar los problemas de hambre y de educación en el planeta. Y la web solucionó algunos problemas y trajo otros. Como cuando apareció el telégrafo, que decían que se iban a acabar las guerras porque los pueblos iban a comunicarse entre sí. Y después están los discursos distópicos, donde cada vez que surge una forma de comunicación parece que llega el fin del mundo y que nos vamos a volver idiotas. Eso viene de Platón, hace 2500 años, que desconfiaba de la escritura porque decía que iba a matar la memoria a los humanos. Estos miedos a las tecnologías de la comunicación son ancestrales. Por eso digo, tomemos un poco de distancia, veamos que hay de bueno y de malo en cada forma de comunicación, esto que se llama alfabetización mediática. Aprendamos a hacer un buen uso de la comunicación, cosa que pasa poco en las redes sociales, que en buena parte se han convertido en un lugar de descarga de frustraciones y odio. Yo estoy en Twitter, que ahora se llama X, desde 2008 y salvo dos veces que tuve algún encontronazo después tuve una vida muy sana. Será porque sigo a gente no agresiva y cuando alguien se pone medio agresivo uno lo cancela. Y sigo académicos y periodistas que están en las antípodas de mi pensamiento ideológico, pero que es gente inteligente que piensa diferente. Bueno, a mí me enriquece esa gente.
Y eso convive con la otra mirada de Twitter, que tiene que ver con una jungla.
Sí. Bueno, hay muchísimos usuarios que descargan ahí su tensión y hay operaciones de desinformación. A mí el algoritmo todos los días me lo pone a Elon Musk, y yo no lo sigo. Hay de todo ahí dentro y está en nosotros filtrar y tener una vida lo más sana posible en estas redes, porque son una ventaja a nivel de comunicación. No hubiésemos sobrevivido esta pandemia encerrados si hubiera sido por las plataformas y ciertas redes sociales, que nos permitían seguir aprendiendo, enseñando, estar en contacto con la familia y amigos. O escuchar música de otros lugares.
"En buena parte las redes sociales se han convertido en un lugar de descarga de frustraciones y odio" "En buena parte las redes sociales se han convertido en un lugar de descarga de frustraciones y odio"
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Pensaba en la imprenta, en los discos, que parecían que estaban muertos y han resucitado. Y en tu último libro "Sobre la evolución de los medios" planteás supervivencia o extinción. ¿Esos son los dos caminos que le quedan a los medios?
Yo extinción lo uso con signo de pregunta, porque es muy difícil dar por extinguido un medio totalmente. Ya nadie manda telegramas, ese aparatito que hemos visto en las películas donde el operador picoteaba en código morse desapareció. Pero el lenguaje y la forma de escritura telegráfica reapareció con los WhatsApp y buena parte la mensajería que uno manda está escrita en un tono bastante telegráfico. Un componente de ese viejo medio reaparece más de un siglo después en otro medio. Por eso es muy difícil dar por enterrado a un medio, porque siempre puede reaparecer en el futuro. El disco de vinilo hace 20 años lo dábamos por enterrado y volvió y tiene su nicho. El teatro, si bien es una expresión artística, también es una forma de comunicación social que tiene miles de años, y sobrevive.
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Inteligencia artificial: entre apocalípticos e integrados
En esta época se da la irrupción de la inteligencia artificial, sus usos, como herramienta de validación de contenidos o sus distintas capacidades. De todos los debates que se han desatado en los últimos meses, ¿hay alguno que te interese más o que debería estar en la agenda y está ausente?
Hay muchas dimensiones de la inteligencia artificial. Una vez más tenemos los discursos apocalípticos, que parece que esto es el fin del mundo y de la humanidad. Porque estamos formateados por la narrativa de la ciencia ficción, donde los robots y las inteligencias artificiales son malas. Pensemos en "Matrix", en Skynet de "Terminator" o la película "Yo Robot". Pero tampoco caigamos en los discursos puramente optimistas. Es una tecnología muy potente, para algunas cosas muy útil y para otras no sirve. Depende cómo han sido entrenadas, pueden dar buenas o malas respuestas. Tenemos inteligencia artificial operando en diferentes sectores. Están las que generan texto o video, pero también se usa en los sistemas de sanidad para detectar tumores, entrenadas con millones de radiografías para poder detectar mejor que el ojo humano ciertas enfermedades. Hay inteligencia artificial para mejorar el tráfico en las grandes ciudades. Se está difundiendo en infinidad de ámbitos, no es solo Chat GPT. Hay incorporarlas a los procesos productivos siempre con un último control humano. Pensar que uno le da una instrucción a la máquina y eso se publica es un error. En el caso del periodismo es fundamental el periodista que chequea la fuente. Aunque parte esos textos ahora van a venir una máquina, hay que seguir chequeando, no nos podemos confiar. Hay otra dimensión que es la regulación. Europa se está moviendo y en Estados Unidos hay decenas de propuestas de regulación, con qué datos se entrenan, hay cuestiones de copyright y muchos actores interesados en cómo se regula esto. Y después está el tema del impacto ecológico, porque entrenar un modelo implica horas de computación de millones de máquinas, que consumen electricidad y levantan temperatura. Imaginemos miles y miles de computadoras, una al lado de otra, procesando datos. Hay que enfriarlas y eso implica más consumo eléctrico y de agua. Ahora empieza a ver un interés por la cuestión de la sostenibilidad.
Y me imagino también debates sobre la reorganización del trabajo. Desde una mirada de la filosofía y la humanidad, se da eso que plantean algunos pensadores sobre el fin del trabajo, al menos tal como lo conocíamos hasta ahora.
Todos las profesiones que están vinculadas al texto, a la materia escrita, al sonido o los videos, se están viendo afectadas por las inteligencias artificiales generativas, que son las que crean contenido. Habrá perfiles profesionales que tendrán que aprender otras cosas. Nosotros en la carrera de comunicación estamos enseñando a utilizar inteligencias artificiales. Queremos meter esto en los planes de estudio, no podemos pensar una persona que termina la facultad en uno, dos o tres años que no tenga un mínimo de conocimiento de cómo funciona todo esto. Siempre con una visión ética, transparente, cuando uno aprende algo compartirlo. En los años 80 los diarios se componían en caliente, con la linotipia, y cuando eso cambió hubo perfiles que quedaron desplazados y hubo que aprender a trabajar con la pantalla. Bueno, estamos viviendo otro proceso de esos.