Desde hace casi cuatro años venimos trabajando en comisión de vivienda un grupo de compañeras autoconvocadas, afectadas por el drama social que significa no tener vivienda propia. Se empezó a hacer público lo que hasta ese momento no se mencionaba: miles de docentes santafesinos no tienen vivienda propia. Y no la tienen porque, entre otras falencias e injusticias, no logran crédito hipotecario alguno por los magros salarios a los que los condenan los sucesivos gobiernos de turno. Los mismos gobiernos que tampoco implementaron políticas públicas referidas a la construcción de viviendas a través de planes sociales, promoviendo el uso social de la tierra, en lugar de avalar negocios privados que favorecen a quienes más tienen. Fue el trabajo de hormiga sostenido, inclaudicable (de trabajadoras con conciencia gremial, docentes que tenemos doble turno, o el máximo de 44 horas cátedra, que damos clases en varias escuelas; con hijos a cargo y sostén de familia) el que permitió hacer pública esta deuda histórica. Cuando nadie nos escuchaba, cuando todas las puertas se nos cerraban, cuando el tema no existía, fue Amsafé-Rosario quien nos escuchó, nos permitió agruparnos y crecer. Fue su apoyo incondicional lo que logró que esta demanda se provincialice, que haya un compromiso político en el que el Senado transformó en ley el plan habitacional que compromete la construcción de 2.000 viviendas en la provincia y 200 viviendas más con fondos Fonavi. Quienes no nos respaldaron al principio de la ardua lucha, ahora se arrogan este logro como propio. Las integrantes de esta comisión y todos los compañeros afectados por este drama, sabemos que es por la gestión de Amsafé Rosario que las cosas no son así, están así y vamos a cambiarlas.