El pasado lunes por la tarde, en la esquina de Corrientes e Ituzaingó, se desplegó un operativo que tenía como objetivo incautar el caballo de un carro que un hombre y sus dos hijos utilizan para juntar cartones y material de desecho. Me pregunto si la persona denunciante de esta postal tristemente cotidiana de ver familias excluidas del sistema laboral formal que andan por nuestras calles recogiendo lo que otros tiramos estaba preocupada por la vida del caballo o no quería ver tan triste escena. No concuerdo con el maltrato a los animales ni creo que ningún tipo de crueldad sea aceptable, pero supongo que el destino de esta familia despojada de su medio de trabajo no va a ser mejor ahora que ella "le hizo un bien" al caballo. Supongo que esta persona no va a colaborar para sustituir el ingreso que pierde esta familia ni mucho menos va a ayudar a que ellos y otros se inserten en lo que les corresponde por derecho. Es más, va a seguir horrorizándose por esto sin ir más a fondo, como si su lástima bastase o incluso como si fuera necesaria. La participación política, la denuncia, el decir basta, no se construyen con estas acciones. Acciones como ésta no sólo merecen ser discutidas, sino que también piden a gritos un poco de coherencia.