El lunes pasado en el Luna Park, el ex presidente Néstor Kirchner, con su habitual agresividad y violencia verbal, en un momento fuera de sí y como manotazo de ahogado por la gran pérdida de confianza de la gente, lanzó un ofensivo exabrupto contra la democracia y por ende contra la mayoría del pueblo argentino, al afirmar descaradamente que si el 28 de junio no votaban al gobierno volveríamos al 2001. En primer lugar, a pesar de la grave crisis que padeció el país el 2001, había esperanza, pues además de que el mundo andaba por buenos carriles, la base productiva del país estaba intacta. En efecto, bastan dos cosechas de soja para que el país se levantara y en la tercera cosecha comenzó el boom económico. En cambio, la crisis actual, que aparentemente es mucho más leve que la del 2001, tiene dos aspectos negativos decisivos: el aparato productivo del campo fue destruido por este gobierno y el efecto de la crisis mundial. Ni diez cosechas nos salvarán, pues las retenciones disminuidas por la baja productividad, alcanzarán sólo para pagar clientelismo, favores políticos, campañas políticas y otras corrupciones habituales. No habrá ingresos genuinos, el acero lo tenemos que importar, compramos fuel oil de bajísima calidad a Venezuela a precios altísimos y vendemos nuestro fuel oil de primera calidad a bajos precios (según informe del equipo de ex ministros de Energía de la Nación) y el turismo por el dengue bajará enormemente. De todo esto surge que hoy estamos peor que el 2001, pues este gobierno con su política desastrosa nos está quitando la poca esperanza que nos queda.