Es una postal repetida: por los robos, no quedan picaportes de bronce en el centro de Rosario y en algunos barrios. Casas, locales, edificios, instituciones y viviendas de pasillo muestran puertas "peladas" con el picaporte, pasacartas y otros elementos arrancados. Muchos propietarios, consorcios, comerciantes e inquilinos las dejan así, mientras en otros lugares las cambian por otros materiales más baratos como aluminio o plástico para evitar la sustracción. Pero estéticamente es muy notorio: el reemplazo afea la ciudad.
Está claro que desde que el tema entró en la agenda periodística, hubo intervención estatal y el fenómeno desaceleró su masividad a partir de la detención de personas y la clausura de los lugares donde se compra ilegalmente el material robado. Pero más allá de las medidas para morigerarlo, hubo que encontrar soluciones a nivel doméstico. Así, los vecinos comenzaron a reemplazar lo sustraído por elementos de materiales alternativos de bajo valor.
"La gente empezó a comprar picaportes de aluminio o plástico, que son mucho más económicos y prácticamente hay cero tentación para robarlos, porque cuando van a revenderlos no tienen valor", explicó Sergio Angiulli, rosarino y presidente de la Cámara de Ferreterías y Afines de la República Argentina (Cafara).
Aunque en muchos casos, las puertas se dejan directamente sin manija: "Por ejemplo, en una que mide tres metros y medio de alto, le ponés algo de lo que viene ahora y queda feo. Es preferible que no tenga nada. No tiene nada que ver arquitectónicamente", explicó.
Promediando, porque hay muchas fábricas y modelos, un picaporte de aluminio cuesta 2.000 pesos, uno de plástico de buena calidad reforzado osclia en 2.500 y 3.000 pesos, y los de bronce arrancan en 5.500 pesos el más liviano, y de ahí van subiendo hasta llegar a algunos pesados que cuestan hasta 15 veces más que uno de material económico.
Sin embargo, en el caso de aquellos que tenían trabajo ornamental, la relación para Angiulli "es incalculable, porque era el trabajo de un artesano, eso lamentablemente no tiene valor y es irremplazable en términos patrimoniales". Para graficarlo, dio el ejemplo de su propia casa en el centro de Rosario: "No tiene pasacartas ni picaporte. Está pelada. Estuve buscando en mayoristas y casas que se dedican al soldado, tanto en Rosario como en Buenos Aires, y realmente eso se perdió. Calculo que en algún momento alguien va a volver a hacer picaportes ornamentales de ese tipo, aunque sea en una aleación económica de aluminio pintada de dorado. Porque es terrible", lamentó.
En cuanto a la duración, si bien las manijas de bronce a veces se quebraban, prácticamente son eternas. Las de aluminio tienen entre 12 y 18 meses de durabilidad. Las de plástico son reforzadas y también duran bastante, aunque se degradan un poco. Pero el ferretero apuntó un dato curioso que dejó la pandemia: "Todo lo que sea transmisión de bacterias en metales nobles, como el bronce, no tiene larga vida. En aluminio o en plástico sí. Por eso antes los picaportes eran de bronce en su totalidad, en especial en sanatorios y hospitales", apuntó.
No funciona para todos
Sin embargo, esta salida que para una vivienda única puede ser muy útil, no lo es cuando se trata de edificios o casas de pasillo donde entran y salen decenas de personas por día. En una ciudad donde dos de cada tres vecinos viven en un PH, casi toda la problemática social repercute en los consorcios, y esta no es la excepción.
"Las de plástico duran nada. Una cosa es un domicilio particular donde tenemos una familia compuesta por tres a cinco personas, y una muy distinta en una puerta de ingreso a un edificio con 40 departamentos en el que viven 100 usuarios o más. Las manijas plásticas se rompen, en algunos casos las han repuesto por hierro o metal, pero estéticamente no es lo más agradable", indicó Adolfo Jäger, presidente de la Cámara de la Propiedad Horizontal de Rosario.
Por eso, han notado que muchos edificios eligen no reponer. "En algunos casos nos han dado indicaciones de esperar y dejar puertas sin picaporte hasta que baje de alguna manera esta oleada de robos", dijo. Y puso un ejemplo: "En Alvear entre San Juan y Mendoza se lo robaron un jueves. Se repuso el mismo día. El sábado lo volvieron a robar. No se reemplazó más, y así quedo desde mediados de julio. Estéticamente es espantoso", admitió.
Pero además de manijas, se suman en menor medida los frentes de bronce para porteros eléctricos, pasamanos y otros accesorios. En esos casos, el perjuicio ocasionado al consorcio es superior al costo de reposición del bronce. "El costo del kilo de bronce está alrededor de los 2.000 pesos, y un tablero tiene alrededor de 600 gramos, o sea que son monedas para el ladrón. Pero al consorcio reponer el tablero le cuesta arriba de 50 mil pesos, porque hay que hacer toda la instalación eléctrica, tomar las medidas y la mano de obra, aparte de estar una semana sin portero eléctrico. El daño es enorme", cerró.