Que se vive como ninguno, que el miedo a perderlo es mayor a las ganas de ganarlo, que la ciudad entera se detiene independientemente de cómo llegan al encuentro, nadie nos va a contar a los rosarinos cómo se respira nuestro clásico. Porque así como cuando recibimos un nuevo año calendario observamos qué día será nuestro cumpleaños o el de nuestros seres queridos, de la misma manera apuntamos los cañones a los dos partidos que ya sabemos vamos a vibrar mucho tiempo antes. Qué día se jugará, en qué fecha, en qué cancha; ¿al principio del fixture, cuando los conjuntos aún están duros por la pretemporada; en el medio, cuando quizás estén definiendo objetivos o sobre el final imaginando si pelearán el torneo? Son sólo algunas de las especulaciones que rondan en la cabeza de los hinchas y dan una rápida pincelada de un futuro que se acerca. La historia y el folclore del gran clásico rosarino encierran varios hechos que se fueron propagando a través del tiempo. Que NOB ganó más torneos y RC más clásicos en la era profesional, que la lepra ganó el primer clásico de 1905 con gol de Faustino González por 1-0, que los canallas ganaron el último de local, que los auriazules ganaron la única copa internacional de la ciudad: la Conmebol, que los rojinegros tocaron casi el cielo con las manos en las dos finales malogradas de la Copa Libertadores, que los de Arroyito ganaron 4 a 0 en 1997 por "abandono", que los del Parque ganaron de visitante 2-0 y el partido no terminó (cuando poseían un penal a favor) porque desde la tribuna local arrojaron bombas, aquel gol tan festejado de Aldo Poy arrojándose en palomita, aquella "zurda bendita" de Mario Zanabria. Hasta el mejor jugador del Mundial 78 y máximo goleador de Central, Mario Alberto Kempes, se calzó la canalla a los 41 años y le convirtió al rival de toda la vida. Y ni hablar del arribo al Parque Independencia del mejor jugador del mundo de todos los tiempos, Diego Armando Maradona, para vestir y enaltecer la rojinegra. Todo esto y más son sólo algunas breves comparaciones de un encuentro único y apasionante, que sólo los jugadores que lo vivieron desde adentro pueden intentar describir y que forman parte de la rica historia colectiva de nuestra ciudad. Para vos leproso, para vos canalla, de ahora en más roguemos que nada empañe la fiesta de la ciudad. Andá a la cancha, míralo por TV, vivilo, sentilo, sufrilo, gozalo, pero nunca permitas que ensucien los vidrios de la ilusión. Aboguemos por la vuelta de la hinchada visitante para retornar a esos marcos increíbles admirados por el país y el mundo. Volvamos a vibrar con el Gigante desbordado de pasión, con el Coloso estremecido de sentimientos. Pero nunca te olvides, que esta fiesta radica sólo en un partido de fútbol, quizás la más importante de nuestras preocupaciones menores.