Mario Roberto Segovia, el rosarino considerado el "rey de la efedrina" por
exprotar ilegalmente a México más de 8 toneladas de esa sustancia en los últimos dos años, fue
procesado con prisión preventiva en calidad de jefe, financista y organizador de una banda dedicada
a la guarda, comercio y contrabando de estupefacientes o materias primas para su fabricación. La
decisión, a la que tuvo acceso exclusivo LaCapital, fue adoptada por el juez federal de
Zárate-Campana, Federico Faggionatto Márquez, quien también trabó embargo sobre los bienes de
Segovia por la suma de 10 millones de pesos.
En el fallo y como partícipes necesarios de la organización, también fueron
procesados el policía Hernán Jesús Segovia (hermano del principal imputado), Sebastián Segovia
(primo del "rey") y los mexicanos Salvador de la Cruz Acuña y Alberto Domínguez Martínez, todos los
que seguirán detenidos y sobre quienes el magistrado trabo embargos por 2,5 millones de pesos a
cada uno.
Además, el juez procesó aunque dejó en libertad a la esposa de Segovia, Gisela
Itatí Ortega, a quien consideró partícipe secundaria de los mismos delitos. Y dictó falta de mérito
y ordenó la libertad inmediata del contador Roberto Guerini y del secretario de Segovia, Dabiel
Alberto Bocchi, al no hallar suficientes elementos para procesarlos. Sin embargo, ambos hombres
seguirán ligados a la investigación un tiempo más.
La caída. Mario Segovia fue apresado en el aeroparque metropolitano Jorge
Newbery el domingo 23 de noviembre cuando se aprestaba a tomar un vuelo hacia la ciudad de Iguazú
en compañía de su primo Sebastián. Casi al mismo momento, un centenar de agentes de la policía
antinarcóticos de Zárate-Campana al mando del comisionado Honorio Rodríguez allanaba su lujosa
residencia de Alvarez Condarco 472 bis, en el barrio de Fisherton.
Fue allí donde los investigadores quedaron sorprendidos por la opulencia y la
ostentación que el "rey de la efedrina" mantenía en el lugar. Dos camionetas blindadas Hummer, una
de ellas presuntamente ingresada al país con licencia diplomática; una pickup Range Rover Sport; un
lujoso Rolls Royce valuado en 650 mil dólares; y dos cuatriciclos 0 kilómetro componían el lote de
automotores de Mario Segovia.
Además, dentro de la casa, los policías hallaron una decena de armas de fuego de
todo tipo y calibre, algo más de 3 kilos de oro en lingotes, 275 mil euros, 70 mil dólares y 3.500
libras esterlinas, todo ello en billetes contantes y sonantes. En el operativo a la vivienda los
pesquisas apresaron a la mujer de Segovia, Gisela Itatí Ortega, quien según el juez Federico
Faggionatto Márquez "estaba al tanto de todas las actividades ilícitas" que realizaba su
esposo.
A partir de ese allanamiento, los pesquisas realizaron otra docena de operativos
que incluyeron viviendas, un depósito de Villa Gobernador Gálvez y un reconocido estudio jurídico
ubicado en el cruce de las peatonales rosarinas. Así fueron siendo apresados el secretario privado
de Segovia, Daniel Alberto Bocchi; su contador particular, Roberto Guerini, en cuya casa de
Echesortu se incautaron 50 mil dólares, 12 mil pesos y 3 mil euros, como así también varias
computadoras y equipos de teléfonos; y el suboficial Hernán Jesús Segovia, hermano del "rey de la
efedrina", quien en los dos últimos años hizo siete viajes al exterior con su magro sueldo de 1.800
pesos en la fuerza de seguridad.
Falsa identidad. Para el juez Faggionatto Márquez, Segovia es apenas un eslabón
en la ruta de la efedrina. Y aún no ha podido responder cómo un hombre que en 2003 afrontó un
juicio por desalojo por no pagar el alquiler en un departamento de dos habitaciones en Salta y
Moreno, cinco años después había construido un imperio económico mediante el tráfico de efedrina a
granel y metanfetaminas a México que le habría generado un ingreso estimado de 50 millones de
dólares.
Según la causa, en el año 2000 Segovia era empleado del depósito fiscal Sadocks,
en el barrio porteño de Barracas, donde el 16 de mayo pasado se encontraron 526 kilos de efedrina
disimulados en una partida de azúcar que partiría a México. Uno de los dueños de ese depósito es un
hombre oriundo de Villa Gobernador Gálvez y aún prófugo: Rubén Galvarini. Juntos tenían la empresa
Rugal SRL dedica a importación y exportación de todos los productos, frutos e insumos del país y
del extranjero que permitan las leyes aduaneras.
Lo significativo es que quien aparece como el proveedor de la efedrina incautada
en el depósito fiscal de Barracas es Héctor Germán Benítez, un preso de la cárcel bonaerense de
Sierra Chica cuyo nombre utilizó Segovia para abrir cuentas bancarias y hacer negocios, entre ellos
alquilar una oficina en Entre Ríos 1031 de Rosario para que allí funcionara un laboratorio trucho
desde el cual comercializar la efedrina.