De tanto en tanto, vemos cómo los vecinos se quejan en los medios de comunicación, diciendo que los políticos pasan por los barrios a buscar sus votos y prometen solucionar sus problemas (luz, agua, asfalto, cloacas) antes de las elecciones y después no cumplen o no se acercan más. En el fondo, no es más que una confesión de ingenuidad o desidia democrática de los mismos declarantes, como también un mero ardid para presionar y hacer público sus reclamos ante la impasividad de las autoridades políticas. Creo que ya es tiempo de que la sociedad madure y se dé cuenta de que las promesas se van rápidamente, y se quedan con los viejos problemas. En general, las sociedades tienen responsabilidad sobre lo que les pasa porque no pueden ser ajenas a su propia suerte, pero el que está en la conducción, en los puestos de mando, es el que tiene más responsabilidad. Están seis meses de campaña marcando los malos administradores que son los que están de turno, y nos dan cátedra de lo que se debería hacer o de lo que van hacer si tienen la suerte de ocupar cargos lectivos. Después se pasan los próximos cuatro años explicando a cada eventualidad que deben afrontar por qué no pueden hacer los cambios prometidos. Señores, si no tienen la capacidad de cambiar, por favor no se presenten, necesitamos personas que realmente cambien la sociedad. No podemos quedar en manos de improvisados. Ya estamos grandes en el ejercicio democrático. No podemos pasarnos otros 30 años esperando que cambien nuestra realidad social. Tenemos que saber elegir, la sociedad tiene que manejar mejor su capacidad de elección y selección, porque en definitiva el arma más importante que tenemos en nuestras manos es el voto. No podemos seguir votando por que era del partido de mis padres o porque me prometieron tal cosa. Si queremos una sociedad mejor, tenemos que desarrollar el sentido crítico para detectar lo que funciona y lo que no, lo que necesitamos urgentemente, lo que nos va a costar años conseguir y si nuestros dirigentes están trabajando en ello o se están dedicando a otros menesteres personales. Seamos capaces de investigar, seguir los actos de nuestros dirigentes y castigarles en las elecciones por su incompetencia. Sólo cuando escojamos a políticos competentes y honrados, independientemente de su afiliación política, de su carisma o de su simpatía, independientemente de que nos caigan bien o mal, sólo entonces podremos conseguir una sociedad más satisfactoria, más justa, que nos incluya a todos. En suma, sólo una sociedad bien educada, culta, con sentido crítico y dispuesta a juzgar a su clase política con firmeza, puede conseguir las más altas cotas de eficiencia y justicia.