Ute Lemper decidió construir su carrera en base a un repertorio singular como son las canciones de Kurt Weill y Bertolt Brecht, además de Edith Piaf y Astor Piazzolla, entre otros compositores de principios del siglo pasado ligados al cabaret. Alemana, residente en Nueva York y con una trayectoria que incluye recitales en prestigiosos escenarios del mundo, la artista se presenta por primera vez en Rosario, hoy, a las 21, en la Fundación Astengo (Mitre 754). En diálogo con Escenario Lemper contó que siente como una "misión mantener vivo ese repertorio" que habla de "parias, luchadores, rebeldes que sueñan el comienzo de una revolución que cambie las circunstancias de la sociedad".
—¿Cómo será el show que dará en Rosario?
—Con este espectáculo voy a volver a las raíces de una manera más inventiva. Voy a presentar canciones de la época de Weimar, Brecht y Weill y también las canciones de cabaret de Berlín que exploran un período entre dos guerras mundiales culturalmente revolucionario y aventurero. Estas canciones tienen una proyección fantástica y comentarios sobre el el mundo y la sociedad actual. Y hemos sumado fantásticos arreglos junto a mis dos maravillosos Vana Gierig en piano y Marcelo Nisinman en bandoneón.
—¿Qué músicos hoy son comparables a los grandes compositores que usted interpreta?
—Hoy en día tenemos diferentes estilos y géneros musicales que se ofrecen a las nuevas generaciones. Hay versiones definitivamente contemporáneas de Weill y Piazzolla. El tango es todavía muy popular en Argentina y es reinventado por las nuevas generaciones. Creo que Marcelo Nisinman es uno de esos nuevos rebeldes e innovadores del tango, que es el camino que Piazzolla hizo hace muchos años.
—¿El aspecto comercial de la producción en la industria discográfica es un estímulo o un límite a la creación?
—Ya no es tiempo para grandes álbumes conceptuales. Los artistas cuentan una historia, a veces sobre el corazón y el dolor, a veces sobre una revuelta política. Aunque esto ya no está muy representado. A menudo los sonidos son diseñados para ser éxitos de corta vida y listos para ser bajados para el consumo. Eso limita la creatividad y la totalidad de la expresión de los artistas.
—¿Qué lugar ocupa hoy el apoyo oficial a la cultura en general y a la música en particular en Europa? ¿Cómo afectaron a la producción de los artistas las reformas y el rigor fiscal europeo?
—Europa tiene muchas culturas e historias diferentes. Cada país tiene su propio talento e historia para ser contada. En Alemania tenemos una escena cultural vibrante y grandes producciones teatrales0. El Estado todavía gasta buen dinero en presupuestos culturales. Por supuesto, en otros países europeos la crisis económica es limitante y frustrante para la escena cultural. Definitivamente puedo sentir la depresión en Europa con menos conciertos y reducción de presupuestos este año. Pero la gente sigue muy hambrienta de entretenimiento y distracción. La música es un gran sanador del alma.
—¿La música de creadores clásicos como Jacques Brel, Edith Piaf o Kurt Weill genera empatía en las nuevas generaciones?
—Sólo la gente que puede colocar este repertorio en un contexto histórico y tener una educación sobre las circunstancias específicas en que fue creado realmente aprecia esta música. Es un repertorio que ocupa un nicho y sólo puede sobrevivir como tal. Nunca será comercial. Es mi misión principal mantener vivo este repertorio a través de mis nuevas interpretaciones.
—¿Qué opina de géneros populares y ampliamente difundidos en la actualidad como el hip hop, el rap, el reggaetón? ¿Qué representan para la sociedad? ¿Pueden ser equiparables al contenido crítico de las letras del viejo cabaret?
—Todos esos tipos de música son diferentes expresiones del alma, sea de una forma profunda o superficial y estereotipada. Uno debe respetar los distintos trasfondos de estos géneros. A veces la gente pelea muy duramente para conservar sus identidades en una sociedad muy diversa.
—¿Qué le interesó de ese período tan especial para el arte, la cultura y la sociedad que se desarrolló durante la República de Weimar y específicamente de la música de los años 20 y 30?
—Yo encontré mi identidad musical y artística a través del repertorio de Weill y Brecht. Me enamoré de aquellas historias y personajes que fueron explorados en "La ópera de tres centavos", "Mahagonny", "Happy End" y otras obras. Son textos sobre parias, luchadores, rebeldes que sueñan el comienzo de una revolución que cambie las circunstancias de la sociedad. Ellos hablaron de corrupción e hipocresía, la manipulación política y la imposibilidad de justicia, sabiduría y amor en una sociedad inmoral. Fue muy importante para mí mostrar este material en distintas partes del mundo para reabrir el diálogo sobre el pasado alemán y cuestiones complicadas que nosotros enfrentamos como generación de posguerra. Kurt Weill y Brecht representan el tipo de artistas que fueron denunciados, sino asesinados por los nazis a causa de ser judíos y su orientación política. Es mi misión revivir la historia de sus vidas para nunca olvidar la indignación y el duelo por el Holocausto.