Hace unos días acompañé a mi nieta a conocer la Granja de la Infancia. Hubo dos aspectos que malograron nuestra tarde. En primer lugar la falta de personal que vigile a los visitantes. Vi niños que molestaban a los patos, y si no fuera por mi intervención, hubieran resultado heridos y golpeados. Otros menores junto a sus padres, daban alimentos inadecuados a los animales de granja, pese a los carteles de advertencia. A pesar de haber recurrido a jóvenes encargados del sector de la huerta, no intervinieron ante la situación planteada. Asimismo, notamos el lamentable estado de un cerdo de grandes dimensiones, cuya piel similar a las especies albinas, demostraba una notoria dermatitis. Con el propósito de que se corrijan estas falencias, y considerando que se difunde ese espacio como un centro educativo, es imprescindible que al menor plazo posible, las autoridades correspondientes se ocupen y preocupen con el propósito de optimizar este lugar público tan promocionado por la Municipalidad de Rosario.