El viernes pasado en el Centro de Justicia Penal (CJP), la fiscal Marisol Fabbro imputó a Ezequiel V. de 24 años y a su pareja, Tamara. M. de 22, por falso testimonio en la causa que investiga un triple crimen en Garibaldi al 100. El ataque ocurrió el 6 de mayo cuando la familia integrada por Rodrigo Morera, de 27 años; Gabriela Altamirano, de 25, y sus dos hijos Auriazul, de 6, y un nene de 4, bajaron de su auto Nissan blanco y entraron al pasillo donde vive la familia Altamirano y hay otro departamento. En ese instante apareció en la puerta del pasillo un auto desde el cual al menos cuatro hombres comenzaron a dispararles. Rodrigo, Gabriela y Auriazul murieron en el acto. El niño escapó corriendo y sigue vivo. Los familiares de los Morera aseguraron el día del homicidio que la familia nada tenía que ver con el narcotráfico de Tablada. Pasado casi un mes y avanzada la investigación la fiscal tiene como hipótesis que el ataque no estaba dirigido a las víctimas sino a otra pareja, puntualmente, a los imputados de falso testimonio.
Durante la audiencia imputativa la fiscal develó la peor sospecha: que el triple homicidio fue un error de los asesinos y que la familia Morera no tenía ninguna relación con los sectores delictivos de Tablada. Entonces imputó a V. y M. como coautores de falso testimonio y pidió la prisión preventiva efectiva por 30 días, medida cautelar que el juez Hernán Postma así dispuso. “La idea es tomar ese tiempo para presentar la acusación de falso testimonio”, sostuvo Fabbro.
El día de la audiencia los imputados llegaron al CJP acompañados por efectivos de la Brigada Departamental de Balaceras de la Agencia de Investigación Criminal (AIC). “Nos costó mucho dar con ellos y por eso se los trajo con la policía. Los ubicamos en el Fonavi de Lola Mora e Hipócrates. Declararon por separado y se les explicaron sus derechos, la obligación o juramento de decir verdad y las correspondientes penalidades”, dijo la fiscal. Según Fiscalía “ocultaron y negaron intencionalmente datos de relevancia en cuanto a la mecánica y móvil del hecho”.
La investigación de Fabbro colectó más de ocho testimonios que sitúan a la pareja imputada en la escena del triple homicidio. Todos los testigos aseguraron que Ezequiel, conocido como “Sierrita”, y Tamara, fueron vistos correr desesperadamente mientras un auto gris —un Peugeot 208 o un Chevrolet Corsa— los perseguía desde Hipócrates hacia el oeste.
Al llegar a Garibaldi y Chacabuco el auto se topó con un montículo de tierra, por obras que se realizan en el barrio, y tuvieron que dar una vuelta a la manzana. Al volver el auto sobre Garibaldi perdió de vista a la pareja perseguida, que ya había entrado a un pasillo. Cuando el auto pasó por Garibaldi los asesinos confundieron el pasillo al que había ingresado la pareja y dispararon de manera bestial contra otro pasillo, al que un segundo antes había ingresado la familia Morera. Lo demás fue la muerte sin explicación. Tres integrantes de los Morera cayeron tras múltiples disparos.
Al declarar en Fiscalía, el muchacho y su novia negaron esos hechos y la persecución. Pero reconocieron que horas más tarde fueron a la casa del padre de Sierrita y que cuando salieron de allí, a las 3 de la mañana, les dispararon desde un auto similar al de los asesinos de la familia Morera.
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Distintos testigos sostuvieron que Sierrita estaría implicado en una banda ligada a René Ungaro. “Yo no les pedí que me contaran de sus actividades ni de sus relaciones. Sólo les pregunté en calidad de testigos qué habían visto y ellos entraron en fuertes contradicciones”, dijo Fabbro.
“Ningún ajuste”
“Hablan de ajuste de cuentas y acá no hubo ningún ajuste. Era una familia de laburantes que no se metía con nadie. Rodrigo hacía chapería y pintura de autos, le metía 12 o 14 horas por día de laburo para tener bien a su familia. Mi sobrina se crió acá y cuando formó pareja se fue a vivir al barrio Alvear. Mataron una nena de 6 años y el nene alcanzó a correr y a meterse en la casa. ¿De qué ajuste de cuentas me hablan?”, dijo una tía de Gabriela, desconsolada, momentos después del triple crimen.
Un vecino de la cuadra le contestó sin proponérselo: “En este barrio y en Rosario ya no se puede vivir. Te matan como un perro, estés metido en algo o no tengas nada que ver. Mataron a una familia, amigo”, dijo el hombre mientras apretaba entre sus dedos un plomo calibre 40 que había quedado incrustado en una puerta de chapón al final del pasillo.
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“¿Qué te puedo contar? La nena quedó tirada sobre el cuerpo de la mamá, una chica que conocemos desde que empezó a caminar y tenía un balazo en la cabeza. Las dos tiradas en el pasillo donde Gabriela se crió. Las llevaron al hospital pero ya no había nada que hacer. La criaturita de 4 años se salvó porque corrió. Tablada no es esto. Es un barrio difícil, ¿cómo que no? Pero no es esto. En Tablada no se mataban hace unos años a abuelas, madres, embarazadas, nenitos. Había códigos. Esto se fue al carajo. En esto ganan unos pocos y perdemos todos. Lo que sí queda clarísimo es que a los políticos no les importamos, más clarito echale agua”, comentó uno de los vecinos del pasillo, desgarrado de dolor e impotencia.