El poeta y músico Gabo Ferro llegó al Festival Internacional de Poesía de Rosario 2013 como un remolino de viento que surge junto al camino. El viernes último, en el Centro Cultural Roberto Fontanarrosa, el artista convocó a más de 400 personas y las mantuvo, durante 90 minutos, sentadas el borde de sus asientos, encantándolas como a una cobra de múltiples cabezas.
¿Cuál es el misterioso magnetismo de este hombre de voz finita y pensamientos profundos? ¿Dónde se esconde el secreto de su magia?
Buscando algunas pistas que orienten al respecto, a poco de analizar, se va develando el secreto: es poeta. Vibra con la poesía ajena y conmueve con la propia. Y la suya no es una poesía bucólica y contemplativa. Gabo Ferro anda por el mundo abrazado a una poesía que habla de lo sublime mientras cita lo despreciable. Casi igual a lo que muestra, día tras día, la vida.
Con un manejo envidiable de la voz, que llega hasta el registro del tenorino, el cantor va conduciendo a su auditorio por derroteros tan inesperados como extraños. Y lo eleva con ternura y lo lacera con imágenes cortantes. Luego restaña las heridas con una hermosa canción. Visitador de ritmos tan equidistantes como la polka y la cueca, por un lado, alternando con aires vidaleros y baladas, por el otro, y desconociendo límites en la palabra y en la música, así se expresa el compositor e intérprete que también utiliza la voz como una trompeta al más puro estilo Ute Lemper (la que dice que la música es un acto de libertad).
La soledad de su figura en el centro del escenario consigue disimularse cuando surge, inesperadamente, una especie de orquestita que el músico consigue armar acompañado por su guitarra y con su voz sin texto, convertida en un segundo instrumento.
Con esos contados y enormes elementos, Gabo Ferro ofrece su mirada ácida y dulce; vertiginosa y calma; profunda y simple. Y así propone otra canción, fuera de los moldes y las cuadraturas de adocenados compases, puentes y estribillos.
Aplaudido largamente por el público y después de dedicar su actuación a la poetisa Diana Bellessi (presente en la ocasión), el artista hizo una reverencia y se fue, hasta la próxima función.