Obra del arquitecto argentino Alejandro Bustillo, creador entre otros de los edificios del Banco Nación de Buenos Aires, del casino de Mar del Plata y de la Catedral de Bariloche, visitar el hotel Llao Llao aparece citado como “una de las mil cosas para hacer antes de morirse”. Y, en realidad, la frase del autor no parece exagerada.
El Llao Llao, que sufrió los avatares de la historia argentina, con incendios de su estructura original del ciprés nativo en esta bellísima región, y hasta fue increíblemente cerrado por la dictadura cívico militar en 1978, aparece hoy reconvertido en un lujoso hotel de cinco estrellas, con todas las comodidades de un resort, con spa, piscinas, restaurantes, arquería y hasta una cancha de golf de 18 hoyos.
El imponente edificio es un enorme chalet de ocho plantas enclavado en medio de un valle, a orillas del lago Nahuel Huapi y rodeado de montañas, dividido en dos alas: la Bustillo, que es la construcción original, con habitaciones más tradicionales, y la Moreno, de construcción reciente, con habitaciones modernas, con paradisíacas vistas del lago y la montaña. Por ejemplo, una habitación suite del ala Moreno consta de un living y un dormitorio con balcón enormes, pero además el baño con bañera con hidromasajes con vista al lago es casi tan grande como los otros ambientes.
Las esculturas de bronce de dos enormes perros custodian el acceso a los amplios pasillos con paredes recubiertas por madera de ciprés del Llao Llao (que en idioma mapuche significa “dulce dulce”) y todo el edificio está perfumado por lavanda, una flor original de esta zona. Hasta los baños de la planta baja tienen crema para manos con esa fragancia.
“El hotel es un destino en sí mismo”, resume Lucila Seeber, la relacionista pública del Llao Llao a La Capital, en una encantadora visita para la que dispone de todo el tiempo de este paraíso.
“El hotel una H apaisada, con vistas a los 360 grados: al lago Moreno y a los cerros Otto y Campanario al oeste, y al lago Nahuel Huapi al frente. El trabajo está repuntando. Vienen desde pasajeros nacionales hasta huéspedes de todo el mundo. En julio vienen los brasileños y también muchos turistas de Estados Unidos. Somos hoteles Leading, una membresía en la que estamos los 400 mejores hoteles del mundo”, explicó Seeber, una porteña que se tornó en barilochense por adopción.
La norma de calidad que impone la membresía es puesta a prueba con visitas sorpresa de inspectores que controla todo, “desde cuántas veces suena el teléfono cuando llama el pasajero a la atención en recepción, pasando por cuánto tarda el chek in; es decir que se monitorea la calidad de los servicios y los productos”, indicó Seeber.
Un hotel con historia. El edifico original del Llao Llao, totalmente construido por Bustillo en madera de ciprés, fue inaugurado el 9 de enero de 1938, pero se incendió al año siguiente, el 1º de enero de 1939. “Entonces al segundo edificio Bustillo lo hizo de piedras y sólo lo recubrió en madera”, explica Seeber. Esta segunda obra, inaugurada el 15 de diciembre de 1940, fue estatizada y luego cerrada por la dictadura en 1978. Finalmente, el 3 de julio de 1993 fue reabierto y hoy, totalmente refaccionado y ampliado, pertenece a los grupos argentinos Sutton e Irsa.
“La piscina descubierta no tiene borde, entonces tiene una vista extraordinaria del lago Moreno y del cerro Tronador”, sorprende Seeber sobre la pileta climatizada con una parte cubierta y otra al aire libre. “La idea es que el huésped encuentre todo aquí, por eso el hotel cuenta con centro de convenciones, de negocios, de compras, agencia de turismo, alquiler de autos, spa, gimnasio, restaurantes, salones de fiesta, clases de arquería, de tango y una cancha de golf profesional”, enumeró sobre esta “ciudad” dentro de Bariloche.
Buena parte del éxito con de la estadía de los pasajeros está sustentada con el servicio y la comida. “Netamente soy un defensor del producto. Patagonia es un restaurante de productos regionales donde lo complejo es el cambio de carta porque el cliente siempre busca trucha, cordero, ciervo y chocolate. Y, si no, tengo Asador, que es un restaurante más tradicional”, señala Federico Domínguez Fontana, el chef platense y patagónico del Llao Llao que trabajó en Europa pero defiende los productos de color local.
“Ni la langosta ni la trucha son originarias de aquí, pero todos van a saber que a la primera la traigo congelada. Aprendí muchísimo en Europa, pero el Llao Llao es un hotel importante y la Patagonia me dejó su sabor”, precisó.
Como plato local destaca la empanada de cordero o de trucha, “que es un plato sencillo. El cordero se suda en cebolla, hierbas y vino tinto durante más de tres horas y a la masa de la empanada le pongo un cubito de queso azul. Ese es el secreto de la empanada de cordero”, confiesa.