En cualquier país del mundo un aniversario especial como el Bicentenario de la Patria es un acontecimiento de trascendente magnitud, no sólo para recordar, homenajear y festejar a aquellos que hicieron a una nación, sino que es un momento para unir a los pueblos y acordar en consenso un nuevo proyecto para un futuro mejor. Todo eso fue pensado o se tenía en mente en la mayoría de los argentinos hasta fines del 2007. Pero fue tirado abajo con un gran golpe de gracia cuando, al inicio casi del 2008, el gobierno de Cristina sacó la resolución 125. Fue un golpe muy duro no sólo para el campo sino un cachetazo para todo el interior y por ende para todo el país. Esto produjo el quiebre de la armonía y convivencia nacional y la introducción de la violencia en la comunidad que se profundizó cuando Néstor Kirchner lanzó esa frase mafiosa: "Al campo lo quiero de rodillas". La consecuencia de ello fue que al año siguiente, el 28 de junio, el pueblo en las urnas le dijo al gobierno: así no va más, debe cambiar. Pero el gobierno no sólo no cambió sino que se vengó del pueblo y sacó una serie de leyes para sus intereses personales usando todo tipo de medios anticonstitucionales, fraudes, compra de parlamentarios, etcétera. Y como al asumir las nuevas autoridades parlamentarias se encontró en minoría, volvió a usar métodos fraudulentos, como el famoso desgraciado DNU para poder saquear los ahorros del pueblo que tiene depositados el Banco Central. Y para rematar tanto atropello, el primero de marzo la señora presidente, en la apertura del Parlamento dio un discurso escandaloso y con cinismo se burló de todos los parlamentarios que estaban allí por mandato del pueblo. Hoy el país está inmenso en un estado de inseguridad, violencia y corrupción. Los hilos de la convivencia, de la armonía se han roto, por eso hablar del Bicentenario es estar fuera de tema.





























