El asesinato del sargento Rodolfo Adalberto Sotelo, un efectivo de la sección Homicidios que recibió seis balazos el sábado 11 de septiembre de 2010 mientras repartía cédulas judiciales junto a dos compañeros en la zona suroeste de la ciudad, tuvo ayer el fallo condenatorio para quienes fueron los autores del trágico episodio. El juez de Sentencia Nº 4, Julio Kesuani, penó con 23 años de prisión a Patricio Alfredo Rojas al declararlo autor de homicidio agravado por el empleo de arma de fuego y lesiones graves calificadas por el uso de arma de fuego en dos hechos; y con 13 años de cárcel a Cristian Leonardo Chanchito López, a quien halló partícipe primario de homicidio agravado por el empleo de arma de fuego y lesiones graves calificadas por el uso de arma de fuego en dos hechos.
En el caso de Rojas, el magistrado también lo declaró reincidente ya que tenía una condena anterior, dictada por el mismo juzgado de Sentencia, a 3 años de prisión por el delito de amenazas coactivas. Por eso, la pena se elevó a 25 años tras las rejas.
De civil. El sargento Rodolfo Abelardo Sotelo tenía 45 años y cinco hijos. La mañana del sábado 11 de septiembre salió de la Jefatura de policía manejando el Ford Escort color bordó sin identificación policial afectado a la sección Homicidios. A su lado viajaba el oficial ayudante Fabián Vassano, de 28 años, y sentada en la parte trasera del vehículo la agente Débora Avila, de 30. Todos iban vestidos de civil y su misión era la de repartir algunas cédulas emitidas por el juzgado de Instrucción 10ª.
Eran las 11.30 de aquella mañana soleada cuando Sotelo estacionó el Ford Escort en la esquina de Maradona y Campbell, en el límite entre el barrio Toba y la villa La Lagunita. Vassano bajó entonces para entregar una cédula a un testigo de otro asesinato que había conmocionado al barrio: el crimen de Sergio Romero, baleado el 27 de agosto y fallecido el 29 de septiembre de 2009. Mientras Vassano le daba la citación a una vecina que tenía un pequeño en sus brazos, un muchacho que renqueaba de la pierna izquierda se le acercó y encañonó al policía. En paralelo, otro joven se acercó al auto donde esperaba Sotelo y también le apuntó con un arma por la ventanilla.
Infierno de balas. "Dame la guita", dijo un maleante morochito y con mechitas en su cabello, quizás creyendo que sus víctimas eran repartidores y no policías de civil. Para los investigadores, ese muchacho era Patricio Alfredo Rojas, que hoy tiene 28 años. "Si sacás el arma, te mato", agregó. Fue en ese momento que las puertas del infierno se abrieron sobre el Ford Escort bordó. El ladrón le disparó a Sotelo sin piedad, y como en un efecto dominó su cómplice, quien para los pesquisas fue Chanchito, baleó a Vassano en el abdomen.
Según quedó acreditado en la pesquisa, Sotelo respondió el fuego con plomo y abrió la puerta del auto. Aún herido, el sargento se abalanzó sobre su agresor y ahí comenzó el tramo final del ataque. Sobre una zanja pestilente, el maleante disparó varias veces sobre el cuerpo de Sotelo. "Debo, me dieron", gimió el sargento a su compañera que miraba azorada lo que ocurría. Y cuando la agente tenía en la mira al agresor, el maleante le puso el arma en la cabeza a Sotelo, agonizante, y le dijo a la mujer policía: "Si me tirás, te lo mato acá nomás". Luego tomó el arma reglamentaria de Sotelo y antes de fugarse le disparó en el cuello a Elisa, una joven vecina de 14 años que se asomó a la vereda para ver qué pasaba.
A minutos del hecho, Rojas fue detenido en una casa de Perú al 4100. Estaba recién bañado, con ropa limpia y lastimado por tres proyectiles. Seis días después del crimen, en el mismo lugar fue detenido Chanchito, quien tenía una renquera en su pierna izquierda fruto de una lesión en el fémur que fue estabilizada con dos clavos. Ambos fueron reconocidos por la policía Débora Avila y otra testigo. Ambos fueron procesados por la jueza de Instrucción María Luisa Pérez Vara, y en la elevación a juicio la fiscal del caso, Graciela Argüelles, había solicitado una pena de 27 años par Rojas y de 18 años para López.