El poder desgasta a quien lo detenta. Y ejercido de manera continuada pervierte haciendo creer al que lo tiene que él mismo es el poder.
El poder desgasta a quien lo detenta. Y ejercido de manera continuada pervierte haciendo creer al que lo tiene que él mismo es el poder.
Este indiscutido apotegma de la política se verifica en cualquier lugar del mundo a lo largo de la historia y en nuestro país no sólo es patrimonio de los presidentes democráticos que osaron desafiar el límite de 6 años pensado con sabiduría por Juan Bautista Alberdi. Ni siquiera el gambito de la alternancia matrimonial de los Kirchner fue la excepción a la regla. Las gobernaciones vernáculas tienen sobrados ejemplos de continuidades personales o del mismo signo político con resultados que avergüenzan. Por sólo dar un ejemplo, Gildo Insfrán lleva cinco períodos consecutivos al frente de Formosa y se mantiene inamovible en el poder y en sus índices de pobreza y exclusión social. Las intendencias tampoco quedan fuera de este análisis.
Rosario es gobernada por el partido socialista desde 1989, cuando Horacio Usandizaga volvió a privilegiar su interés personal, poco democrático, de renunciar si asumía la presidencia Carlos Menem. Entonces llegó Héctor Cavallero, que llevaba como secretario de Salud al doctor Binner hasta que la discusión entre ellos sobre cómo ampliar la base de sustentación del partido (los memoriosos recordarán el dilema del río caudaloso o del arroyo “purito, purito”) los separó para siempre. El “Tigre” coqueteaba con el peronismo menemista. Hermes, conquistaba a la disciplinada estructura del partido de la rosa que a partir del 10 de diciembre de 1995 gobernó Rosario. Se puede decir entonces que el mismo grupo de hombres y mujeres del PS maneja la ciudad desde hace 18 años.
El resultado electoral del 27 de octubre puede marcar un signo de alerta para el oficialismo en el sentido de que el paso del tiempo y algunas deudas evidentes en la gestión son el signo inequívoco de aquel desgaste mencionado al comienzo. Y todo con miras al 2015.
Los de enfrente. Si es cierto que el kirchnerismo debe digerir su derrota a nivel nacional por haber sólo cosechado el 25 % de los votos para legisladores nacionales el 11 de agosto, lo mismo debe decirse del socialismo en la ciudad de Rosario. Miguel Capiello, un buen hombre traído de un ministerio de Santa Fe para asumir una candidatura que no hacía pie con los dirigentes locales, observó también que una mayoría análoga no votaba al Frente Cívico en su ciudad. Héctor Cavallero, Jorge Boasso y Anita Martínez son la cabeza del voto no socialista. ¿Quiso la ciudadanía decirle a la honesta y bien intencionada Mónica Fein que no está conforme con su gestión? Sin la menor duda. “El resultado de las primarias puso fin a la idea de la permanencia eterna en el poder. La gente envió un mensaje de renovación y esperanza”, dijo hace poco Hermes Binner respecto de los guarismos a nivel nacional y sobre el kirchenrismo. ¿Pensará de manera idéntica respecto de lo ocurrido en Rosario? Porque, se estima, no hay modo de recurrir a la excusa presidencial de ser el partido de la primera minoría que obtiene el 25 por ciento de los sufragios.
La oposición, también es cierto, no puede capitalizar este análisis por defectos propios. Cavallero está enredado en una definición de peronista no estricto y su enorme trayectoria le abre un panorama de reclamo por parte de dirigentes jóvenes que quieren ser la renovación con miras al 2015. A eso habría que agregar la desconfianza ciudadana hacia el PJ que ofreció históricamente candidatos impresentables, privilegió sus internas y postergó siempre a Rosario cuando estuvo en la Casa Gris. Jorge Boasso sigue siendo muy apreciado por su trabajo en el Concejo pero cuenta con una reticencia en el apoyo de su partido que, en buena parte, prefiere negociar un par de bancas en las legislaturas antes que ponerse los pantalones largos de partido centenario. La afable Anita Martínez es todavía una incógnita. Honesta en su profesión aún no se le conoce definición ideológica o camino de gestión para plasmarla.
Si este panorama se mantiene, el oficialismo puede seguir tranquilo cosechando el lugar electoral de los que más votos obtienen (aunque no la mayoría) y ejerciendo la inveterada capacidad de negociación con los opositores en el concejo cada vez que sea necesario. Ahí siempre hubo tierra fértil para ello.
Consecuencias concretas: el mayor signo de desgaste en el poder por el paso del tiempo es la negativa a ser controlado. Carlos Menem desoyó con impudicia todos los cuestionamientos administrativos y judiciales que se le hicieron. El kirchnerismo directamente disolvió o licuó los órganos de control. El socialismo tampoco es proclive a ser monitoreado. La crítica, desde la oposición o desde el escaso periodismo que señala cuestionamientos, es siempre vista como “actitud enemiga” por el partido que gobierna la ciudad.
Baste como ejemplo la tardía decisión municipal de relevar a un par de funcionarios que evidentemente habían incumplido sus obligaciones en la tragedia del Parque Independencia y que, apenas sucedido el hecho, eran defendidos por ser “víctimas de una campaña injusta”. En estos días, la intendente dijo que “no se merece ni una respuesta” la denuncia planteada por los concejales Norma López y Roberto Sukerman que aseveran, mostrando pruebas, que Fabián Medizza es apoderado de una firma que presta múltiples servicios en el municipio, con contrataciones sindicadas como irregulares. Además, indican, fue asesor de Fein y lo es hoy de Miguel Lifschitz. La empresa, dicen los ediles, pertenecería a un ex comisario imputado desde 2012 por enriquecimiento ilícito llamado Rodolfo Romero.
¿No merece esto una respuesta fundamentada y propia de la rendición por los actos de gobierno aún cuando no pueda soslayarse que estamos en campaña? Creer que no es padecer del clásico síntoma de confusión del poder con uno mismo que suele sobrevenir con el paso excesivo del tiempo en el ejercicio de una agrupación política de la función pública. Ojalá Fein actúe demostrando, aquí y en otros casos, que es inmune a este padecimiento. Caso contrario, la ciudadanía seguirá tomando nota.