Nuestro genial J. L.Borges, al pedírsele una opinión referente a la guerra entre Argentina e Inglaterra de 1982, dijo: "son como dos calvos peleándose por un peine". En cambio, Rusia consideró a aquella acción bélica como la Kuwait argentina, en alusión al conflicto de Saddam Hussein por el petróleo del Golfo en 1990. En La Capital del pasado jueves 10, en Información General, pág. 20, leímos: "Rotunda negativa de Gran Bretaña en negociar la soberanía sobre las Malvinas". Más adelante se lee: "no tiene dudas sobre su soberanía sobre las Malvinas". A esta altura de los acontecimientos ya no es necesario agregar más incertidumbre sobre las conclusiones a las que han arribado los británicos en su insistente e hipotética propiedad de las Malvinas, Georgias del Sur, Sandwich del Sur, más todo el Arco de las Antillas del Sur, cuyo vértice penetra en el Polo Sur, mapa geológico considerado como la más grande y última reserva del planeta. Ultimo reservorio de alimentos para la humanidad más hidrocarburos, hierro, antimonio, oro, uranio, etcétera. Este avasallamiento sobre el continente antártico no preocupa sólo a la Argentina; además, inquieta muy seriamente a científicos de diversas latitudes abocados en elaborar una política medioambiental sobre un territorio extremadamente sensible a las modificaciones atmosféricas. Es ya de universal preocupación el agujero de la capa de ozono sobre nuestro sur argentino-chileno, vital escudo que nos protege de la radiación ultravioleta. A estos argumentos no olvidemos agregar, por ahora, el efecto invernadero que provocarán las llamas del venteo de los pozos petroleros, más las fábricas subsidiarias de refinación, como así también las industrias anexas de los derivados del petróleo. Expertos en el efecto invernadero aseguran que esta clase de industrias incrementan el calentamiento global, acelerando el derretimiento de los hielos antárticos. La posesión de los ingleses en las Malvinas, apoyada por la agresión y el uso de la fuerza, es más que suficiente para exigir un apoyo internacional, o por lo menos un alto de sus acciones deleznables. Sentarse a una mesa para conversar en pos de un acuerdo, para los ingleses es ya una utopía, máxime que la resolución de la ONU del 5 de noviembre de 1982, para Inglaterra es un tema perimido por su más absoluta falta de consistencia. Los argentinos, mediante un examen de conciencia, debemos reconocer que la pérdida de las Malvinas se debe a la inoperancia y apatía de todos nuestros gobernantes de turno, desde el año 1883 a la fecha, al no haber actuado nunca en muchas oportunidades propicias con la rapidez necesaria, conjugando una opinión mundial sobre la hecatombe climática que se avecina, donde la mayoría de las naciones del mundo tienen base en la Antártida; si no, adiós a la Kuwait argentina.