Irreverente y lúcido, cálido y sencillo, íntimo pero nunca ajeno al fragor del mundo, Guido Martínez Carbonell reaparece en la escena poética rosarina con un libro que sorprende desde su mismo arranque: “Yo no titulo” (así, paradójicamente, se titula) reúne textos producidos entre 2019 y 2022, con la pandemia como telón de fondo.
Vastamente conocido y valorado en la ciudad por su profesión de escribano (que ya no ejerce), pero sobre todo como auténtico “alma mater” de ese templo estético de los rosarinos que es el teatro El Círculo, Martínez Carbonell ha construido en el silencio una obra poética que no cesa de expandirse y buscar nuevos rumbos. Desde su debut con Las marcas ocultas (1981) ha recorrido un camino profundo, donde se sumaron sin prisa pero sin pausa Poemas de amor y odio (1986), La violencia humanitaria (2007), Sé que hay otra vida (2011), Todos hacemos una ceremonia (2015) y La intemperie del camino (2020).
Ahora, con Yo no titulo, publicado por Homo Sapiens, Martínez Carbonell parece llevar hasta la cumbre su estilo despojado y confesional, lejano a toda artificialidad, distante de toda pompa. “Con la cara lavada/ el mundo recién comienza,/ y te nace una luz/ de muy dentro,/ luz de manzana,/ de sabor a mar,/ o a luna en/ cuarto creciente”, canta el poeta, celebrante del mundo. Y concluye: “Muy cerca/ de todo vas feliz/ con la cara lavada,/ salpicada de/ flores, con la piel/ de la vida/ recién descubierta”.
Martínez Carbonell tiene la capacidad de retratar la cotidianidad con honda ternura, poniendo de relieve aquellos rasgos de lo real que por su repetida presencia en nuestra vida parecen haber perdido su brillo genuino, que al cabo es lo único que termina por salvarnos. Aislado por la pandemia, y rodeado por el silencio de la naturaleza, el poeta redescubre el mundo ahora amenazado: “En esta cuarentena/ no salgo,/ se puebla mi casa/ de ausencias,/ el tiempo/ que parecía sobrarnos/ hoy tira sus trajes/ y le tememos”.
Martínez Carbonell cree en la trascendencia del poema, del cual afirma que está “más allá de la historia”. Entonces, con mano firme, rescata los fragmentos del universo para reunirlos en una sola imagen, que conmueve y acompaña. En las páginas de Yo no titulo aparecen sus pasiones: la ciudad, los viajes, el arte, la familia, la naturaleza. Y el amor, claro. Quienes asistieron a la presentación del libro en su querido teatro El Círculo recordarán la honda dedicatoria a su esposa, compañera de cada uno de sus días, de cuya presencia han brotado muchos de estos versos.
Yo no titulo se lee con una sonrisa dibujada en los labios, ya que sus palabras auténticas funcionan a modo de bálsamo en el marco de este presente golpeado por el narcisismo, la banalidad y el consumo. Como dice con claridad el propio Guido, no hay que dejar caer ninguna bandera, porque “…todavía hay/ causas para estar/ enamorado/ de la vida”.
Sin dudas. Libros como este lo reafirman.