Más que Toro fue un torazo. Lautaro Martínez, el goleador que quiere rubricar su condición en la selección argentina luego de un período de sequía y de puntería torcida, volvió a gritar un gol. Como lo hizo en el debut argentino en la Copa América para sellar el triunfo sobre Canadá por 2 a 0. Pero esta vez más trascendente, porque le dio la victoria al conjunto de Lionel Scaloni sobre Chile en los minutos finales, cuando más lejos parecía.
Tan valioso fue que le dio al campeón mundial la clasificación a los cuartos de final, cuando todavía le resta enfrentar a Perú en el Grupo A.
A la superioridad de Argentina durante el partido le faltaba algo. Más vigor y claridad en la ofensiva. Y Lautaro Martínez, que ingresó por Julián Álvarez a menos de 20’ del final, dijo presente, pese a que le toco estar en ese último tramo del partido en el que le costó llegar al conjunto albiceleste.
Pero es tanta la jerarquía individual y colectiva de Argentina que siempre existe la posibilidad del desnivel. Y fue el Toro el que capturó un rebote, tras un tiro de esquina de Messi, para romper el cero del marcador.
Mucho antes de la aparición del atacante de Inter, la selección argentina llevó las riendas del partido, con pases de primera, juego corto y presión rápida ante cada pérdida. Nada fuera del libreto, de lo esperado, y de un representativo chileno preocupado ante todo por mantener el orden defensivo. Que rara vez fue vulnerado en la primera mitad del primer tiempo debido a las dificultades del campeón del mundo para lograr precisión y sincronización en ofensiva.
Es que De Paul lucía impreciso en las entregas. Mac Allister y Enzo Fernández no influían en la distribución en espacios reducidos. Messi carecía de aceleración y era deglutido por la doble o triple marca. Julián Álvarez no la recibía. Nicolás González intentaba, pero no conseguía penetrar por afuera.
Tardó el seleccionado argentino en aproximarse. Lo hizo recién a los 21’. Nicolás González desbordó y se la sirvió a Álvarez, pero el nueve no le entró con justeza de zurda y la pelota terminó en las manos de Bravo.
Argentina creció, buscó e intentó. De Paul remató alto. Enzo Fernández disparó desde afuera del área y el balón lo capturó Bravo. Nico González ganó un anticipo ante el quedo de la defensa rival, pero le entró mal de cabeza, de pique al suelo. Chile tenía grietas, no estaba tan sólida y el conjunto de Lionel Scaloni lo aprovechaba.
En ese contexto, de mejoría de la selección argentina, a Messi le costaba hacer pie, a causa de una molestia en la pierna derecha que ponía en duda si podía seguir. Se tocaba la zona y recibía atención médica, con masajes. Pero los cracks son así, parece que no dan más y de repente entran en acción como si nada. Así fue que se juntaron Molina, De Paul y Enzo Fernández. La Pulga la recibió afuera del área y sacó un zurdazo que dio en el palo. Fue la mejor jugada elaborada de los primeros 45’.
La ambición argentina no cesó. Apenas reanudado el partido, luego del descanso, Messi la abrió para la proyección de Molina y su derechazo, al medio, fue interceptado por Bravo.
Nicolás González, por coraje y actitud, aunque no siempre del todo claro, se convertía en una de las variantes ofensivas. De un zurdazo potente que sacó, Bravo la desvió y dio en el travesaño.
Argentina seguía siendo más. El Cuti Romero salía lejos, cortaba y se convertía en el primer eslabón de la avanzada argentina.
Scaloni mandó a la cancha a Lo Celso por Fernández para tener mayor generación. Pero en el último cuarto de hora, Chile metió un par de contras que no encontraron bien parada a la defensa argentina. Y si no terminaron en gol, el responsable fue Dibu Martínez, interceptando los disparos de frente al arco de Echeverría, el segundo después de un rechazo al medio de Molina.
La aparición del Toro Martínez, sin que nadie se percate de su presencia en ese rebote tras un córner, le dio el triunfo y la clasificación a la selección argentina. La ocasión que el atacante desperdició antes del cierre casi ni se lamentó. Ya había hecho lo más importante el goleador que quiere volver a serlo con la celeste y blanca.