El vasto mercado musulmán global representa cerca del 25% de la población mundial, está valorado en más de $3 billones de dólares, y el 5% de las exportaciones anuales de la Argentina tiene como destino la región de Medio Oriente (MO). Dada nuestra complementariedad económica, nuestro país intensivo en producción agroindustrial y los países de MO demandantes de estos productos, el vínculo bilateral debería funcionar como la columna vertebral de una estrategia de diversificación comercial. Según datos extraídos de la Bolsa de Comercio de Rosario (2025), la región de Medio Oriente fue el tercer comprador de soja y maíz argentinos en la primera mitad del 2025. A su vez, es el principal destino de las exportaciones de yerba mate, el complejo avícola y el segundo para el complejo de garbanzos.
Además, la Argentina mantiene una relación superavitaria histórica con la región. Según datos del INDEC (2025) con Medio Oriente se registró un superávit de USD 371 millones y un aumento de las exportaciones del 34,2% respecto del año anterior, mientras que las importaciones fueron por USD 61 millones, y registraron una disminución del 7%. Esto nos arroja como resultado que dicha región constituyó alrededor del 5% de las exportaciones de nuestro país y solo el 0,9% de las importaciones totales.
Pero existe un factor importante a la hora de pensar ¿Cómo exportamos a Medio Oriente? y más específicamente ¿Cómo exportamos hacia los países musulmanes?
La Certificación Halal: Un estándar de confianza
Medio Oriente está conformado por diecisiete países. De estos, doce cuentan con una población de mayoría islámica, ya sea en su vertiente sunita o chiita. La religión musulmana, que se traduce literalmente como "sumisión a Dios (Allah)", no es solo una creencia, sino un código integral que rige el estilo de vida que abarca cada aspecto de la conducta, desde las finanzas y la higiene hasta, fundamentalmente, la alimentación.
El fundamento de este estándar no es regulatorio, sino divino. El mandato es claro:
En el nombre de Dios, Clemente, Misericordioso “Y comed de lo bueno y lícito que Allah os da como provisión y agradeced los dones de Allah si es Él a quien adoráis.” (114, Sura de La Abeja).
Este versículo coránico es la piedra basal que define lo que se conoce como Certificación Halal (Halal significa "permitido" o "lícito" en árabe). Para las empresas argentinas, obtener este sello significa transformar un requisito religioso en una ventaja competitiva y en la llave de acceso a un mercado global, que según datos del DinarStandard (2025) se encuentra valorado en más de $3 billones de dólares. Los musulmanes representan aproximadamente el 25% de la población mundial lo que nos lleva a afirmar que la Certificación Halal significa la puerta de entrada al potencial consumo de un cuarto de la población mundial.
Como afirma el Centro Islámico de la República Argentina (2025) “la certificación Halal es un pasaporte de exportación, una garantía de calidad y de alimentos sanos”. Significa que el producto a exportar se encuentra alineado a la normativa islámica del Sagrado Corán y no contiene ningún producto prohibido (Definido como “Haram”)
No solo hablamos de Medio Oriente
Aunque la obvia y tangible complementariedad económica nos tienta a pensar solo en el vínculo con Medio Oriente, limitar la Certificación Halal a esta región sería un grave error estratégico. El cumplimiento Halal es, en realidad, un pasaporte de acceso que va mucho más allá: habilita las rutas comerciales hacia mercados gigantes y de alta exigencia como la región del Sudeste Asiático (principalmente Indonesia y Malasia), además de abrir puertas hacia el creciente mercado del África subsahariana y la diáspora musulmana en Occidente.
Según datos del Observatory of Economic Complexity (OEC) 2025, el intercambio comercial entre Argentina y Malasia en agosto de 2025 evidenció una fuerte complementariedad económica, con Argentina consolidada como un proveedor clave de commodities agrícolas. En ese mes, Malasia importó un total de Ringgit Malayo (MYR) 426 millones desde Argentina, resultando en un abrumador balance comercial negativo de MYR 392 millones para Malasia. Los principales productos que impulsaron esta cifra fueron el maíz (MYR 274 millones), la harina de soja (MYR 93,4 millones) y el aceite de soja (MYR 28,1 millones)
Estas cifras demuestran que la complementariedad económica es altamente favorable para nuestro país, pero su crecimiento depende de la Certificación Halal. La certificación es el factor clave que asegura la integridad y trazabilidad. Lo mismo sucede con Indonesia (la nación con mayor población musulmana del mundo), según datos del OEC 2025, las importaciones de Indonesia desde Argentina alcanzaron los notables $92,6 millones de dólares en agosto de 2025, manteniendo un balance comercial negativo de $46,6 millones de dólares para el país asiático. Lo más significativo es que las importaciones indonesias incrementaron un 48,2% respecto al año anterior, demostrando una demanda creciente.
El motor de este robusto intercambio son, una vez más, los commodities argentinos, destacándose la harina de soja ($71,8 millones) y el trigo ($10 millones). Este volumen masivo de alimentos subraya que, para sostener y escalar este mercado estratégico, es imperativo que los exportadores argentinos cumplan con la rigurosa y obligatoria normativa de la Badan Penyelenggara Jaminan Produk Halal, por sus siglas BPJPH que es la Agencia de Garantía de Productos Halal, asegurando su permanencia y crecimiento en esta potencia global de consumo.
La Certificación Halal es, indiscutiblemente, la ventaja competitiva de la próxima década para la agroindustria argentina. El análisis comercial demuestra que la complementariedad económica con el mundo musulmán es altamente favorable, generando históricos superávits y consolidando la posición de Argentina como el proveedor clave de commodities y alimentos procesados.
El valor del sello Halal trasciende su origen religioso para convertirse en una licencia de acceso global al 25% de la población mundial y a un mercado valorado en más de $3 billones de dólares. Al obtener la certificación bajo estándares internacionales como GSO 2055-1 o MS 1500, las empresas argentinas se posicionan no sólo para consolidar el mercado de Medio Oriente, sino para desbloquear el acceso a Asia y África. La decisión de invertir en un
robusto sistema Halal es, por lo tanto, la inversión más rentable para asegurar la capacidad exportadora y la diversificación comercial de Argentina en el panorama económico mundial actual.