La necesidad de compartir un gran acontecimiento impulsa estas breves palabras. Avisaron del turno de vacunación contra Covid-19 y en tiempo y hora me dirigí al lugar indicado. Pude comprobar que la emoción embarga a las personas apenas llegan. El personal cuida todos los detalles. Temperatura, distancia, alcohol, datos personales. Ingreso al salón limpio, prolijo y organizado, con sillas correctamente distanciadas. Todos muy dispuestos a contestar los interrogantes que llevamos las personas mayores. No escatiman información, y todo lo hacen con buena disposición. Al cabo de unos minutos con un carrito van pasando silla por silla para la vacunación. Luego nos entregan la certificación, nos cuentan cuándo y cómo es la segunda dosis, explican los pocos efectos secundarios que podríamos tener y nos indican el lugar para la salida. Allí nos espera más personal, dispuesto a ayudar a las personas de andar lento para subir a los coches o taxis también perfectamente organizados. Nos despiden con alcohol para las manos y un saludo cordial. Cuando el chofer del taxi nos preguntó adónde íbamos, tardamos unos minutos en contestarle, la emoción y el renacimiento de la esperanza de un mundo sin virus, capaz de organizarse ante la adversidad con muchas ganas e inteligencia, empañó nuestros anteojos. ¡Vamos Rosario!