“El 27 de Febrero de 1812, el coronel Manuel Belgrano creó la Bandera argentina en Rosario, en la Batería Libertad, en las barranas del río Paraná. Ese día imperecedero para la historia argentina, Belgrano ordenó la concentración de su Ejército, el Regimiento 5° de Infantería, invitó a las autoridades y al pueblo, y a las seis de la tarde inició el acto. María Catalina Echevarría de Vidal, sostenía en sus brazos la bandera que le había encargado; el párroco Julián Navarro la bendijo; el delegado santafesino Cosme Maciel tuvo el honor de enarbolarla. Belgrano de inmediato pronunció una vibrante arenga: “ved aquí enarbolada esta bandera celeste y blanca, símbolo de unión, libertad e independencia, juremos defenderla de los enemigos exteriores e interiores y proclamad conmigo: ¡Viva la Patria!”. A 209 años de aquel acto, decimos que la bandera “fue creada de conformidad con las normas castrenses vigentes en la época, que establecían que un paño adquiría la representación de la soberanía del Estado, mediante la ceremonia de la bendición religiosa y la jura militar del mismo”. Belgrano como abogado, sabía y cumplió con los requisitos, y tenía la orden del Triunvirato: “defender las costas del Paraná, de los atropellos y pillajes realistas”, para lo cual formó dos baterías, “Libertad e Independencia”, y pensó que con esta bandera fortalecía a la Patria. Recibió ayuda de los pobladores de Rosario y del “clero patriota”, como el cura Navarro, quien impartía doctrina y exhortaba a los feligreses a interesarse por la causa revolucionaria; también los franciscanos de San Lorenzo enviaron una carreta con ladrillos, troncos, palas, martillos y clavos y otra con alimentos para colaborar con las mujeres patriotas que preparaban las comidas y lavaban la ropa de los soldados. Belgrano tuvo un inconveniente, pues Bernardino Rivadavia desde el gobierno, envió una carta y lo reprendió por tal actitud”. Belgrano no se amedrentó, tenía fe y era resiliente, siguió adelante y “la hizo flamear en Jujuy, Tucumán y Salta”. En su autobiogafía, explicaba que “tenía enemigos, exteriores, interiores y sutiles”.