Cada día que pasa, los argentinos nos preguntamos más cuándo comenzó el deterioro social que padecemos y desde cuándo se nos fueron nuestros hijos de las manos. A mis 63 años, hago una mirada retrospectiva hacia nuestra sociedad y me aparecen, principalmente, el engaño del “todo por un peso” del gobierno menemista y, a partir de allí, la caída libre en la corrupción generalizada. Nuestro afán por comprar lo que sea a bajo costo, nos hizo olvidar los valores que nos identificaban y nos cegó buena parte de la mirada. Comenzamos a caminar hacia atrás, cuando no a quedarnos estancados. Allí empezamos a padecer el despojo de lo que tanto amábamos: una sociedad pacífica, amable y educada. Lo que vino después hasta el presente, no vale la pena recordarlo, puesto que es refregar la herida por la que sangra nuestro ser de argentinos.