A principios del siglo XX, la Argentina se sacudía la resaca de los grandes festejos del Centenario ya muy consolidada como gran proveedora mundial de cereales y carnes. Además de las ventajas naturales que significaban la buena tierra y el clima templado, la llegada de capitales externos y de importantes contingentes de colonos europeos con tradición de trabajo agrícola —sumado al acelerado desarrollo de la infraestructura de puertos y ferrocarriles—, permitieron que el país pisara fuerte en los mercados mundiales de materias primas.
Sobre ese escenario florecieron los negocios agrícolas y se desarrollaron también en las ciudades relacionadas con el campo, como Rosario, múltiples industrias, comercios y servicios que crecieron a la par de los incrementos en las ventas externas de materias primas.
Sin embargo, con el estallido de la Primera Guerra Mundial la situación cambió drásticamente: se cerraron los mercados externos y también cesó el flujo de capitales, lo que se tradujo en una caída de las exportaciones locales.
"La dependencia directa de la evolución de los mercados externos y de las inversiones extranjera provocaba crecientes convulsiones derivadas de situaciones no controlables que impactaban fuertemente en la evolución general de la economía nacional y del sector primario", escriben Osvaldo Barsky y Jorge Gelman en su libro "Historia del agro argentino, desde la Conquista hasta fines del siglo XX".
A la par, los actores sociales más desfavorecidos que constituían el entramado sobre el cual crecía el milagro agrícola comenzaron a disputar poder a propietarios y latifundistas bajo la forma de diferentes reclamos y arengas, de las cuales el Grito de Alcorta (en 1912) resultó ser uno de los hechos más determinante en términos históricos.
Los chacareros, que no eran propietarios y arrendaban los campos a precios de explotación, reclamaban mejoras dentro de lo que ya era considerado el desarrollo de un capitalismo "a la argentina", que ya mostraba falencias.
CONTEXTO. Tras el brillo de los festejos de los 100 años de la patria, o mejor dicho oculto bajo esos resplandores, crecían en las ciudades y también en los campos los reclamos de obreros y peones que comenzaban a afianzar formas de organización colectiva que les permitiera disputar el reparto de la renta cabeza a cabeza frente a los actores más poderosos.
"La estructura social agraria, con un peso significativo de aparceros y arrendatarios que cedían excedentes a distintos sectores propietarios y con obreros rurales que trabajaban en duras condiciones con alta desprotección, comenzó a sacudirse por conflictos que mostraban problemas estructurales resueltos negativamente para muchos actores", aclaran Barsky y Gelman.
El pésimo contexto internacional le dio entonces visibilidad a conflictos que, si bien ya existían, estaban tapados bajo las divisas que entraban por la venta de commodities. La crisis económica hizo crujir la estructura social agraria, donde todos los actores empezaban a reclamar por lo suyo.
"En la década de 1910 emerge con fuerza la cuestión social pampeana a través de numerosos conflictos que ponen en la discusión pública los aspectos negativos del modelo expansivo", dicen los autores.
El endeudamiento que tenían los agricultores, los altos montos de los arrendamientos, la suba de los costos de los diferentes insumos y la brusca caída de los precios internacionales del maíz están en el origen de la asamblea de productores de Alcorta.
Un fenómeno histórico que después adoptaría el nombre de Grito de Alcorta y que significó además la partida de nacimiento de la Federación Agraria Argentina (FAA).
Fue, como dice el historiador de las UNR Oscar Videla, el "debut gremial de los chacareros".
ARRENDATARIOS. "El Grito de Alcorta fue el inicio de un largo ciclo a lo largo del cual los distintos actores del agro santafesino construyeron formas de vinculación y de enfrentamiento, y definieron relaciones específicas con los Estados nacional y provincial", resumió Videla en la Nueva Historia de Santa Fe.
De alguna forma, la fuerte crisis internacional dejó al desnudo las contradicciones de arranque que el modelo agropecuario nacional mostraba en las zonas más fértiles de la nueva nación.
Es que —tal como señalan Barsky y Gelman—, mientras la dirigencia política aspiraba a la creación de una sociedad rural con alta presencia de productores "independientes y prósperos, libre de grandes desigualdades y sin tradicionalismo campesino", la realidad mostraba otra cara en los territorios pampeanos: el injusto régimen de tenencia de la tierra, signado por las grandes propiedades y los arrendamientos.
Estos términos hacían que el reparto de la renta entre dueños y mano de obra campesina fuera tremendamente desigual, relación que se cimentaba por ejemplo en cláusulas que exigían qué cereal sembrar, a quienes vender las cosechas, con quienes negociar seguros, o a quienes se les alquilaban las máquinas.
En síntesis, hacia 1912 los chacareros eran casi por definición arrendatarios que dependían de las reglas que imponían los grandes propietarios, y que basaban sus ganancias en la autoexplotación de sus propios recursos, en el trabajo familiar y en la mano de obra de los braceros.
la tenencia de la tierra. Según escribe la historiadora local Marta Bonaudo en uno de los tomos de la Nueva Historia de Santa Fe, el mundo de la tenencia de la tierra era diverso y presentaba notables diferencias entre los arrendatarios de grandes extensiones, y los pequeños o medianos.
"El gran arrendatario, que no se integraba generalmente al universo chacarero, se limitaba a pagar al propietario al canon exigido, quedando bajo su control el proceso productivo desarrollado en el área arrendada.
Esta autonomía le permitió incluso comercializar y obtener significativas ganancias de la producción cosechada por arrendatarios chacareros o por peones rurales".
Pero esta capacidad de autogestión "se reducía notablemente cuando operaba el chacarero arrendatario", que estaba obligado a pagar un elevado canon en dinero, especie o mixto por el usufructo de la tierra, sin autonomía en la gestión. Sobre esa base se cimentó el Grito de Alcorta. •