Podríamos pensar que el confinamiento global ha contribuido a condensar distintos aspectos del oficio del arquitecto que, desde hace por lo menos una década, coinciden en otros modos de entender y producir arquitectura en el presente. Enmarca preguntas sobre ¿cómo instalar y problematizar las nuevas formas de habitar, de trabajar, de aprender? ¿Cómo dar respuesta y posicionarnos en este debate? Conlleva una retroalimentación y una invitación a cuestionar y repensar métodos y objetivos disciplinares, programas y mecanismos de enseñanza, gestión e intervención, para no seguir replicando resoluciones y quehaceres obsoletos.
No resulta novedad que la pandemia por la que transitamos desde marzo de 2020 ha alterado los tiempos y los espacios en impensables modos. Estos reacomodamientos, reorganizaciones y nuevos modos de hacer y de habitar interpelan directamente a la arquitectura como profesión. Espacio y tiempo, forma y función, componen duplas que han atravesado históricamente la disciplina y que hoy, sin embargo, se ven conmovidas ante el divorcio entre lo material y lo comunicacional. Plasman la aceleración de un proceso sostenido de construcción de un mundo virtual paralelo al real.
La “nueva normalidad” interpela a las facultades de arquitectura y a los colegios profesionales a un esfuerzo coordinado de producción de ideas y construcción de respuestas acordes a los nuevos escenarios. La globalización, las soluciones pretendidamente universales y las decisiones hacia el interior de la disciplina y con los elementos que le son propios revelan sus límites. La urgencia de la investigación y la reflexión teórica, proyectual y constructiva desde estos ámbitos persigue también instalar estos temas en contextos de discusión amplios.
La arquitectura, debemos repetirnos, no es un lujo. En tanto ciencia social construye aún desde las obras pequeñas y privadas, comunidad. Inmersa en sociedades cada vez más estratificadas, su rol es clave en los necesarios procesos de reorganización, transformación y generación de recursos humanos y socio-económicos. El rol de arquitectos y arquitectas –independientemente de sus ámbitos y niveles de actuación- debe entenderse como fundamental en tanto bisagra de la relación de la sociedad con su medio.
Debemos hacernos cargo de nuestra responsabilidad en la construcción de ciudades más amables, en la reinclusión de la naturaleza perdida, en el predominio del verde sobre las calles y veredas, en las transformaciones en el sistema de movilidad, en la apuesta a lo vecinal y a la economía de lo local, en la vuelta a la atención a la escala de lo doméstico y su cualificación; volver a poner atención en la ventilación, las orientaciones, el asoleamiento, la generosidad en la dimensión de los espacios, la experimentación con materiales locales. Todas estas apuestas apelan a la sustentabilidad, al impacto ambiental y a la economía de recursos para pensar en proyectos –nuevos o intervenciones sobre proyectos existentes- que persigan respuestas situadas y viables para habitantes concretos en estas complejas encrucijadas.
La condición de anticipación del proyecto es la carta que los arquitectos y arquitectas poseemos para pugnar por un lugar en la trama de las discusiones multidisciplinares; para integrar nuestros criterios en distintas instituciones del Estado, en la ideación de normativas, leyes, concursos y códigos rectores. Resulta necesario explicitar el impacto de nuestro oficio en el hábitat socio-cultural, revelando en tanto herramienta de cambio, accesible y replicable sus posibilidades al compartir injerencias en la promoción de la cosa pública con otros profesionales, con las oficinas de Estado y al verse interpelado por las comunidades, sectores privados y organizaciones gubernamentales y no gubernamentales.
Los arquitectos y las arquitectas debemos sabernos parte de un todo donde lo que interesa es lo que la arquitectura implica, no el objeto en sí mismo y su reflexión o innovación desde la forma sino en sus potencialidades de transformación de las condiciones de vida de hombres, mujeres, niños y niñas.
Daniela Cattaneo. Arquitecta y Doctora en Humanidades y Artes por la Universidad Nacional de Rosario. Investigadora CURDIUR. CONICET-Universidad Nacional de Rosario. Directora de la revista A&P Continuidad de la Facultad de Arquitectura, Planeamiento y Diseño-UNR. Profesora Adjunta de Diseño Arquitectónico. Escuela de Ingeniería Civil. FCEIA-UNR. Miembro de la Comisión Académica del Doctorado en Arquitectura, UNR.
Mail de contacto: [email protected]