"Hemos logrado crear la internet y tenemos aviones de rápido vuelo pero a pesar de estos logros tenemos aún 168 millones de niños en el mundo que viven sometidos a la esclavitud", reclamó el premio Nobel de la Paz 2014, Kailash Satyarthi, durante el Congreso de Pedagogía que culminó el sábado en La Habana. Valoró el poder que tienen la educación y las maestras para hacerles frente a este crimen de humanidad.
El Nobel también exigió no justificar ni naturalizar por la pobreza la explotación laboral infantil, más bien preguntarse quién la genera: "Ningún niño ha creado la pobreza en el mundo. Son víctimas. No se puede aceptar la respuesta fácil de decir que porque nació en una familia pobre debe trabajar".
Satyarthi, de 63 años, recibió el Nobel de la Paz en 2014 como titular de la Marcha Global contra el Trabajo Infantil. Nació en la India, es ingeniero, ha ejercido como profesor universitario y está dedicado a erradicar la explotación a la que son sometidos millones de niños y niñas en el mundo. En esa labor denuncia a las empresas y sectores que someten a las infancias, lidera campañas para concientizar a no consumir marcas conocidas que se enriquecen con el trabajo esclavo, y hacer el valer el factor decisivo que significa que todos vayan a la escuela.
El Nobel ofreció de pie una conferencia por más de una hora, sin papeles, sin pausa, en el histórico salón principal del Palacio de Convenciones de La Habana, donde desde el lunes pasado se desarrolla el Congreso de Pedagogía 2017 que reúne a unos tres mil educadores y educadoras de todo el mundo, en especial de Latinoamérica y el Caribe.
Compartió su satisfacción de estar en un país que ha mostrado voluntad política para que todos los chicos y chicas accedan a la educación. Contó que en una visita a una primaria cubana, los escolares más pequeños no podían imaginar que en el mundo hubiera niños y niñas de su misma edad que no sólo no iban a clases sino que vivían en condiciones de esclavitud.
Su conferencia se apoyó en las historias de chicos y chicas rescatados de situaciones de trata. Como el de una niña colombiana de 15 años que vendía flores en la calle y fue abusada sexualmente en varias ocasiones. Al momento de su rescate estaba embarazada, sin saber quién era el padre de su bebé. "Muchos chicos no tienen salud, educación, libertad, pero tampoco, a pesar de la corta edad, tienen sueños", dijo con dolor.
En Brasil, en zonas de granjas donde se cosechan naranjas, conoció a niños y niñas que no podían ir a la escuela, que mostraban heridas y cicatrices en sus cuerpos provocadas por el trabajo: "En cada mañana, en los vuelos de avión se prueban jugos de naranjas que producen esos niños, que ni siquiera conocen su sabor", graficó.
"En Costa de Marfil (Africa) —continuó— hay niños y niñas que trabajan en granjas de semillas de chocolates en muy malas condiciones y que jamás probaron un chocolate. Mientras muchos de nosotros los compramos a nuestros hijos, para las fiestas".
El llamado fue inmediato: "Tenemos que preguntarnos por esas marcas que consumimos, tenemos que preguntarnos de dónde salen".
"¿Estamos viviendo en un mundo civilizado? ¿Somos realmente civilizados?", preguntó en un gesto de reflexión colectiva y pidió mirar a esos niños y niñas que sufren: "Ustedes son madres y padres Les pido que miren a esos niños que son vendidos como animales, a veces en peores condiciones que los animales, y son sometidos a la esclavitud".
Kailash Satyarthi denunció el círculo vicioso que genera la pobreza, lleva a la esclavitud y fortalece el analfabetismo: "Si no podemos educar a nuestros hijos, darles una educación de calidad, el trabajo infantil continuará. Abran sus mentes a la educación, que es el principal factor de inclusión y liberación. Piensen en esos millones de niños que jamás vieron una escuela".
Con cercanía y mucha sensibilidad recordó que su trayectoria en esta lucha mundial la comenzó su primer día de clases, cuando era muy pequeño y al llegar a la escuela se cruzó con un niño de su misma edad que en la puerta lustraba botas. Le preguntó a su profesora, a sus padres y amigos por qué ese chico no entraba al aula. Y todos les ofrecieron una respuesta más o menos parecida: "Es muy común que esos niños pobres deban trabajar y ayudar a sus familias. No es nuevo".
La pregunta de por qué esos niños estaban trabajando y no iban a la escuela lo acompañó siempre. Apeló a los asistentes a no justificar estos atropellos a los derechos humanos en nombre de la costumbre y tradiciones, a no naturalizarlos. "Me niego a aceptar que sea una costumbre. Si creemos en la humanidad, en el amor en la humanidad cómo podemos permitir que esto siga sucediendo. Mi pasión está en que los niños que están explotados sean liberados. Yo seguí mi corazón. Creo firmemente que si siguen sus corazones sus mentes les seguirán".
Vinculó la situación de los niños esclavizados y explotados en el mundo a la ignorancia, la falta de conciencia y de voluntad política, la ausencia de empleos, la falta de protección social de los gobiernos y de leyes, o bien que las que existen no se apliquen.
Puso a Cuba como un ejemplo donde la voluntad política respeta los derechos de los niños. Lo hizo con un dato esencial: "En Cuba el 10 por ciento el PBI se destina a la educación, cuando la recomendación internacional es del 6 por ciento y el promedio de los países no llega a la mitad de ese porcentaje".
Denunció la conexión y corrupción que hay entre empleadores, políticos y la policía para facilitar el trabajo infantil. "Un ejemplo —aseguró— son la industria minera y el sector agrícola, en este último se concentra el 68 por ciento de el trabajo infantil, donde los niños son expuestos a los plaguicidas y al peligro de las máquinas. Algo que ocurre incluso en EEUU donde miles de niños trabajan en el sector agrícola. A los empleadores no les importan esos niños porque son mano de obra barata".
El premio Nobel de la Paz hizo especial hincapié en el papel del magisterio: "Cada año de educación para un niño representa a mejores condiciones de vida. La educación es importante desde el crecimiento económico y desde el empoderamiento individual".
Satyarthi ofreció un discurso basado en el amor al prójimo, repudió las actitudes discriminatorias de los gobiernos y pidió a los educadores: "Tenemos que abrazar a los niños. Ningún niño ha creado un muro, ni fronteras. Nuestro motor debe ser la libertad no el miedo. Para esto hay que poner fin al analfabetismo y los maestros tienen la más alta responsabilidad moral. La compasión humana tiene que estar en nosotros".