Con la presentación de la Orquesta Sinfónica de Bucarest, cerró anteanoche la Temporada de Abono 2017 de la Asociación Cultural El Círculo, un programa impecable, festivo, con obras muy transitadas y conocidas, del repertorio, pero que el público siempre ama escuchar, más cuando son interpretadas brillantemente por una orquestas de calidad, sobresaliente, como la de Bucarest.
La Orquesta Sinfónica de Bucarest es un proyecto educativo que une a los mejores músicos rumanos, ya sea que actúen en su país o en el extranjero, bajo los auspicios de distintas ONG y del aporte de varios países europeos. El proyecto busca crear un ambiente de diálogo a través de la música, para acabar con las diferencias raciales, culturales o de otra índole.
Fue un concierto ideal para un cierre de temporada por el repertorio, de carácter festivo, desde el principio al final, como también por la calidad de la orquesta, sólida, incisiva, con el manejo exacto de los tiempos marcados por el director y por el subrayado de los contrastes dinámicos de las obras escogidas, obras que fueron buscadas exactamente para marcar los puntos fuertes de esta orquesta, sin duda un reloj de precisión en las manos de Benoit Fromanger.
Pero también, las obras escogidas, que fueron pensadas cuidadosamente, permitieron ver la capacidad de algunos primeros instrumentistas y de secciones completas de la orquesta, obra por obra, las maderas, los metales, las cuerdas y la percusión tuvieron su momento de protagonismo, dejando en claro la coherencia de cada sección en el todo que maneja el director francés, quien se toma en serio su trabajo de hacer música.
Como ejemplo, durante la obertura de la ópera "Luisa Miller", de Giuseppe Verdi, una ópera con un fuerte trasfondo romántico (1849) iniciada con un poderoso tema principal, que va pasando por distintas tonalidades, tempos e instrumentación, el solo de clarinete necesita una mano experta para sonar con toda su belleza. Justo en ese momento de comunión con la perfección, dos teléfonos celulares ultrajaron la santidad de El Círculo, y como respuesta a esa blasfemia directa al corazón de la música, el director, y esto es histórico en esta sala centenaria, detiene la obra y espera con marcada impaciencia que el profano sonido sea acallado.
Otro de los grandes momentos de la noche fue cuando el director se dirige al público para dedicar una de las obras del concierto, al recuerdo de los rosarinos asesinados en el atentado de Nueva York. La obra fue nada menos que la obertura de "La forza del destino", también de Verdi. Aquí los metales protagonizan la llamada del destino, impecables los silencios, marcados con pleno sentido dramático por el director. Esto ayudó a resaltar de manera contundente el tema lírico, del amor de los trágicos protagonistas de la ópera.
Como esta orquesta es una orquesta de élite, las danzas polovtsianas de la ópera, "El príncipe Igor" de Alexander Borodín, una compleja partitura, con varios solos importantes a cargo del clarinete, oboe y corno ingles sonó muy bien, tanto las contraposiciones rítmicas como las melodías delicadas y la energía arrebatadora del final. Sin embargo, algo hacía de esta pieza de música folclórica pura, una versión correcta de academia. Pero fue con la Rapsodia Rumana, Op. 11, de Georges Enescu, la obra más popular de este músico, cuando la orquesta se dio a un desborde de energía, salida de su propio corazón, para ofrecernos los sonidos de su tierra.
Todo en esta partitura palpitó de vida, calor, alma y carne arrebatadora de estirpe romaní, magníficas las maderas, cuerdas y vientos en un ensamblaje perfecto.
Fin de una temporada histórica de la Asociación Cultural El Círculo, que contra viento y marea, sobreponiéndose a las vicisitudes de cambios económicos y políticos, mantiene en alto el lugar de Rosario como foco eminente en el quehacer de la música clásica y de la lírica de nuestro país.