Por Pedro Squillaci
Ver tocar a Lebón es un boleto de ida y vuelta a la adolescencia. Es el tipo que ponía la voz en el cielo; el que cantaba con ch en vez de t y moríamos de risa y de gusto; el que lo identificaban como El Ruso y peleaba el podio del tercer grande del rock en la Argentina siempre detrás de García y Spinetta; y también el único que se animó a salir en la tapa de su disco debut con una imagen andrógina en tiempos no veloces en los que nadie hablaba de identidad de género. Ese Lebón, 45 años más tarde, colgó el cartelito de localidades agotadas 24 horas antes de su show del sábado en La Comedia. Larga vida al rock and roll.
David, el compañero ideal de Charly en Serú y del Flaco en Pescado Rabioso, pisó Rosario junto a su banda para presentar las nuevas versiones de los clásicos de "Lebón & Co", el flamante disco de Sony que contó con invitados de la talla de Fito, Calamaro, Mollo, Coti y hasta Carlos Vives. Claro, no vinieron ellos a La Comedia, pero la energía de Lebón más la calidez y la afinación de Dani Ferrón, también guitarrista, hicieron lo posible para que no se los extrañe tanto.
El show tuvo mucho de ese encuentro supremo (gracias Lebón) con un extraño conocido (gracias Adrián Abonizio). Lebón canta y disfruta de este presente. Y lo dice a cada rato. "Los amo" le confiesa al público con luz de sala, algo que se repitió a lo largo de casi todos los finales de canciones. La luz de sala permite que el cantante mire a los ojos antes, durante y después de un tema. Y ahí se genera esa complicidad que no es ni más que menos que el secreto mejor guardado de este buen momento del artista.
Los clásicos de Lebón exceden este disco homenaje que seguramente tendrá una segunda etapa. Y en la noche del sábado quiso repasar algunas perlitas y también esos lados B que siempre son bienvenidos. "Dejá de jugar" abrió la celebración rockera, que se extendería a lo largo de 19 canciones, todas bajo el tempo de un histórico en los palos como Daniel Colombres, a quien sólo se le puede recriminar que en los temas de Serú le faltó la cuota de potencia y sutileza que le aportaba Oscar Moro a la batería.
En ese viaje al pasado, que por momentos es un presente continuo, es un mimo al alma escuchar "Casas de arañas" en una interpretación sensible del cantante, o "Credulidad", en donde se lució la voz spinetteana de Dani Ferrón y los punteos de guitarra de Lebón que, como en toda la noche, suenan tan bien que son irreemplazables.
El amor domina las letras de David. No le pidan letras políticas o contestatarias porque no es su fuerte, aunque tiene algunas, pero lo suyo es el amor, con un cierto toque místico y el sentimiento genuino como bandera.
En esa sintonía, y en plan balada, volvió a emocionar con "El tiempo es veloz" y, en los guiños a Serú, sorprendió en un set acústico con "San Francisco y el lobo" (sin el grito del final de la versión original); "Parado en el medio de la vida" y, claro, "Mundo agradable".
Para agitar la noche, nada mejor que "Cuánto tiempo más llevará", "Esperando nacer" y "Noche de perros", que adoleció de un crescendo con más pirotecnia rítmica, dado que faltó la explosión que coronaba esa perlita de García/Lebón, todo un clásico de "La grasa de las capitales".
"No vamos a hacer esa historia del bis, que ustedes gritan para que volvamos y después volvemos. Tocamos todo y nos vamos", dijo Lebón y así ocurrió cuando había aroma a final. Las tres de última fueron "Copado por el diablo", "Suéltate rock and roll" y "Seminare" para que cantemos todos. Lebón lo hizo de nuevo. El tiempo es veloz, pero no tanto para que los temas de David se escapen de la memoria emotiva.
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