Están las buenas cantantes, las que saben interpretar, las que tienen un vozarrón, las que se adaptan a distintos géneros, las que juegan con distintos colores de voz y las que pueden ir de lo más eléctrico a lo susurrado. Y también está Sandra Mihanovich, que es la suma de todas esas cantantes juntas. A cuarenta años de su debut en un escenario, Mihanovich canta mañana, a las 21, en City Center (avenida Circunvalación y bulevar Oroño). En diálogo con Escenario, recorrerá momentos de su vida con tanto cuidado en el detalle que asombra. Se permitirá cantar en medio del reportaje y, al citarle que eso era muy habitual en las notas periodísticas con Mercedes Sosa, dirá que "es un honor" que la comparen con La Negra. A cuatro décadas de su lanzamiento como intérprete, Mihanovich canta hoy un gracias gigante: "En esta etapa de mi vida, lo que más fuerte me aparece es un sentimiento de agradecimiento".
La intérprete llegará a la ciudad acompañada de su banda, con dirección de Alejandro Devries; el guitarrista rosarino Nicolás Sánchez; el bajista Juan Losoviz; el baterista Ezequiel Díaz, y dos de sus "parientes cercanos, que siempre vienen conmigo, y no me privo de ellos": uno es su hermano, el tecladista Vane Mihanovich, "que es como un músico invitado, que toca y cantamos juntos muchas cosas lindas"; y la otra es su sobrina Sol, la hija de Vane, "que canta que es un amor, y ya va por su tercer disco solista".
—¿Tenés alguna referencia puntual para decir "acá empezó todo"?
—Tengo una fecha muy puntual. Yo cantaba desde que era chica, en mi casa y entre mi familia, pero nunca me habían pagado para cantar, y eso es lo que yo denomino mi debut, que sucedió el 20 de mayo de 1976, en un local que se llamaba La Ciudad, un café concert de aquella época.
—¿Era un lugar famoso en el ambiente porteño?
—Mirá, ese espacio lo había estrenado Astor Piazzolla con su quinteto, era un lugar de excelencia, y la que programaba los shows era Blackie (conductora emblemática de radio y televisión), que le gustaba mucho la música y cantaba jazz, y que seguro que alguien le habrá chusmeado en la oreja que hay una chica Mihanovich que canta y es la hija de Mónica. Ella vino a mi casa a cenar, me hizo cantar con la guitarra y me invitó a cantar ahí. Casi me caigo muerta y le dije que sí, por supuesto, y la presentadora de este show era mi mamá, que obviamente era una persona muy famosa (en referencia a la conductora Mónica Cahen D'Anvers).
—¿Recordás de cómo fue ese primer show?
—Sí, estaban Buenos Aires 8, Jaime Torres, Roberto Catarineu, un ballet de Beatriz Ferrari, y una banda de seis músicos que acompañaban a todos, con arreglos de Baby López Furst, todo un lujo. Y yo debuté en ese contexto con cuatro canciones, dos en inglés y dos en castellano. Yo estaba asustadísima además, porque hasta ahí yo había tocado sola en mi casa con la guitarra, y todo eso era para inhibir a cualquiera. Pero además de que me sacaron la guitarra y me acompañaron los músicos, lo que más me conflictuaba era que de repente descubrí que de la cabeza para abajo había un cuerpo, y no sabía qué hacer con él. No sabía caminar, no sabía moverme, no sabía qué hacer con los brazos, era una dicotomía: de la cabeza para arriba todo, de la cabeza pa' bajo nada (risas). Así que con unos vestiditos largos de Liberty que salimos especialmente con mi mamá a comprar, debuté en este lugar, cantando "Aquellas pequeñas cosas", de Serrat; "El día que me quieras" y dos temas en inglés. Este fue el comienzo de lo que, hasta el día de hoy, sigue siendo mi forma de ganarme la vida.
—La fecha de tu debut fue a tan sólo dos meses del Golpe de Estado en la Argentina, ¿cómo viviste esa época?
—Exactamente, era una época muy loca, yo en ese momento estaba en el Conservatorio Nacional de Arte Dramático, que fue intervenido, y no llegué a completar el año. Teníamos dos funciones por día todas las noches y se me hacía pesado ir al Conservatorio todas las tardes, y de ahí fui empalmando de ir de un boliche a otro. Empecé muy en primera y después comencé a hacerme un poco más de abajo, yendo a boliches mucho más bohemios. Iba a uno que se llamaba El Duende, que cantaba Horacio Molina y hacía humor Boy Olmi, que era el padre del actor; y de ahí fui a Satchmo, donde canté muchos años, y después en Shams, en Belgrano, en una casona sobre la bajada de Federico Lacroze, en la gloriosa época de los 80.
—Hasta que llega "Puerto Pollensa" y explotó todo...
—Bueno, yo tocaba en La Ciudad cuando me contratan para una publicidad de Jockey, en la que hacía una canción compuesta por mi hermano Vane, llamada "Falta poco tiempo", filmada por Luis Puenzo, que laburaba en eso, eran como pequeños cortos, de un minuto, y era una historia cuyo el el protagonista masculino era Julio Chávez. Y yo cantaba (entona la canción): "Quisiera saber, cómo estás mi amor, desde aquí deseo estar muy pronto junto a vos". Bueno, en fin, ahí grabé mi primer disco, medio loco y raro, mitad en inglés y mitad en castellano, eso fue entre el 76 y el 77; y después pasaron cinco años hasta que grabé mi segundo disco ("Puerto Pollensa", 1982), tiempo en el cual conocí a los autores, que tuve la posibilidad de interpretar, como Lerner, Celeste, Marilina, el Negro Rada, el Negro Fontova, Facundo Cabral, todos ellos formaron mi repertorio, que tuve la suerte de estrenar y dar a conocer.
—¿Te pesa pensar que lo que vas a hacer en un futuro debe igualar o superar lo que ya hiciste, que suele suceder con artistas de tanta trayectoria?
—Sí, te pasa, no sé si tiene que ver con superar, pero sí tiene que ver con generar cosas nuevas. Y eso es un desafío difícil y atrapante a la vez. Una quiere alguna propuesta que pueda volver a hacer pensar, a hacer sentir, a emocionar, y eso conlleva tiempo. También tiene que ver con una forma fluida de encarar la vida, lo hago con un afán de seguir creciendo y disfrutando, y sobre todo, de seguir agradeciendo. Diría que, en esta última etapa de mi vida, lo que más fuerte me aparece como sentimiento, es un sentimiento de agradecimiento, de un gracias muy, muy, grande por todo lo que tengo, por todo lo que puedo, por todo lo que me toca en la vida vivir.
“Soy lo que soy”, la historia detrás del hit
Si hay un tema emblemático en la carrera de Sandra Mihanovich, es “Soy lo que soy”, ese hit inoxidable reservado para los bises, que sigue levantando a todos en sus recitales. Al preguntarle cómo fue que ella pasó de ser la chica que cantaba en los café concert a la figura popular que reclama “por qué no vivir como de verdad somos”, respondió: “Pasaron muchas cosas, pero fue todo muy fluido. Fue algo más de la emoción que de la cabeza y de la posibilidad de encontrar las canciones para decir las cosas que sentía. «Soy lo que soy», por ejemplo, era de una comedia musical de Broadway, que estaba cantada en un forma muy tradicional, que la había escuchado en la versión disco de Gloria Gaynor. En ese momento dije: «Yo quiero cantar esa canción, pero lo quiero hacer en castellano para que se entienda lo que digo». Y tuve como esa suerte de que la canción se conociera en nuestro país a través de mi versión. Te diría que otra de las cosas fundamentales que pasaron fue que era en el año 1984, teníamos seis meses de democracia recién estrenada, y evidentemente los argentinos queríamos decir eso, porque ninguna canción llega a ser un éxito como ése si no es un sentimiento de todos”.