Juana Molina es una de las artistas argentinas más celebradas en el planeta. A lo largo de su carrera, deslumbró a público, críticos y colegas de todo el mundo con una sonoridad propia, hipnótica, desobediente. Este miércoles 5 de noviembre, lanzó “Doga”, su octavo disco de estudio, y el primero con composiciones nuevas en ocho años.
“Doga” está compuesto por 10 temas distribuidos en cuatro lados de un LP doble de 45 rpm. Con su título polisémico, la tapa extraordinaria fue diseñada por Alejandro Ros. Producido enteramente por Sonamos, el disco automáticamente encuentra su lugar en el territorio único de la música popular que es la obra de Juana Molina.
El álbum concentra todas las calidades que definen a la artista y va un paso más allá en la búsqueda constante de lo singular, donde las influencias son difíciles de detectar. Algo genuinamente original, que no se parece a nada más. Melodías inesperadas y etéreas, sonidos orgánicos, gestos minimalistas y sutiles, la repetición como estética, una armonía austera, en apariencia estática, letras como capas concéntricas: un paisaje familiar pero siempre sorprendente para la audiencia de Molina y una excelente puerta de entrada para quienes nunca se sumergieron en su mundo.
El proceso detrás del nuevo disco de Juana Molina
El disco tardó casi seis años en realizarse. “Fue como preparar una comida para seis cenas con ingredientes para un ejército”, dice la descripción del álbum en la plataforma Bandcamp (una de las favoritas de muchos artistas para compartir su música porque permite una alta calidad de audio y mayores regalías).
Esa analogía se refiere a la “abrumadora” cantidad de grabaciones que Juana había realizado de cara a este nuevo álbum. “Cada vez que termino un disco hay como una inercia que me hace seguir grabando”, dice Molina. Por esto mismo, se puede situar el comienzo de “Doga” en 2019, durante la preparación de una serie de conciertos titulados “Improviset” que Juana dio junto al tecladista Odín Schwartz.
“La idea era tocar como si estuviéramos en casa. O sea, improvisar. Era un dúo de sintetizadores y secuenciadores analógicos. Grabamos todo, muchísimas horas, porque no había forma de reproducir lo que hacíamos. Tanto los ensayos como los shows eran únicos. Algunas de esas ideas las retomamos más adelante”, cuenta Molina.
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Cuando el mundo se paralizó por la pandemia, Juana estaba terminando su set en el escenario del Festival NRMAL en Ciudad de México, el 6 de marzo de 2020. Esa performance se convirtió en su primer disco en vivo: “ANRMAL”, un excelente documento que recupera el setlist de esa jornada basado en sus discos “Wed 21” (2013), “Halo” (2017) y del EP de reversiones “Forfun” (2019).
El fin de la pandemia trajo novedades en varios sentidos: junto con su productor y actual manager Mario Agustín de Jesús González (alias Marito), Juana fundó el sello Sonamos, el cual lanzó, entre otros títulos, la regrabación aniversario de “Musicasión 4½” (el disco fundacional del candombe-beat uruguayo, de 1971) y el relanzamiento de “Segundo” (disco de Molina de 20002).
Juana también volvió a tocar con distintos formatos (solo sets, “Improvisets” con Odín, o en dúo con el baterista Diego López de Arcaute) a lo largo y ancho de Estados Unidos, Europa y Asia, y rompió lazos con las compañías discográficas que habían lanzado sus discos en distintas regiones. De esta manera, se convirtió en artista exclusiva de sí misma.
Mientras tanto, el material nuevo seguía pulsando, y a mediados de 2022 reservó diez días en el estudio Sonorámica de Córdoba. “Llevamos una preselección de las grabaciones de los Improviset, y ahí las ideas para las canciones nuevas aparecieron más claramente”, cuenta. Molina.
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Subida a ese momentum que empezó en Córdoba, su estudio casero en los suburbios porteños se convirtió en refugio para sesiones extensas. Para mitad del 2024, ya había cinco canciones delineadas y todavía quedaba un océanos de grabaciones para explorar y tratar de hacer un disco.
“Después de Sonorámica, pasé dos años más componiendo. Sentí que no tenía nada. Hasta que un día Mario empezó a organizar lo que tenía y vimos que habíamos llegado a unas treinta horas de ideas. Eso generó entusiasmo pero al mismo tiempo me paralizó tener que decidir qué dirección tomar, porque había cosas muy disímiles. Incluso fantaseamos con hacer un disco triple, con uno instrumental”.
A comienzos de 2025, Mario propuso terminar el trabajo con un productor externo, alguien trajera oídos frescos al nuevo material. En ese contexto, apareció Emilio Haro, un conocido por el equipo por su trabajo en el LP debut de Carolo, lanzado por Sonamos en 2023.
Haro se sumó al proyecto en su etapa final, pero su huella fue decisiva. “Se entusiasmó mucho desde el principio, y podría decir que logró sacar más de mí que cualquier otra persona”, concluye. “Yo grababa una guitarra y el me decía que grabe más: diferentes sonidos, diferentes arreglos, diferentes ideas. Después agarraba las grabaciones y programaba por su cuenta. Muchos de esos elementos terminaron en el disco. Me gusta su sentido general de las canciones, la estética de las mezclas. Yo soy más directa, no suelo usar efectos post-grabación, y me pareció que Emilio tuvo un gran dominio para crear espacios alrededor de las cosas”, agrega.