La Fundación Pensar, presidida por María Eugenia Vidal, presentó un informe titulado “Esperando la Carroza: la ‘Clase Media Mafalda’ se diluye”, elaborado junto a Casa Tres y los consultores Guillermo Oliveto y Mora Jozami.

Un estudio de la Fundación Pensar, el think tank del PRO, reveló que la clase media argentina se está apagando. Según el informe, solo el 43% de los hogares pertenece hoy a este sector, mientras el 52% ya se ubica en la clase baja
La Fundación Pensar, presidida por María Eugenia Vidal, presentó un informe titulado “Esperando la Carroza: la ‘Clase Media Mafalda’ se diluye”, elaborado junto a Casa Tres y los consultores Guillermo Oliveto y Mora Jozami.
El trabajo, basado en 2.319 encuestas nacionales y datos oficiales del INDEC, concluye que los sectores medios están en un proceso de mutación estructural: pierden bienestar, estabilidad y expectativas de progreso.
“El mundo que el talento de Quino supo hacerle pensar a Mafalda ya no existe”, señala el texto. Durante décadas, la clase media argentina representó el ideal de un país con educación pública de calidad, salud accesible y empleo formal. En los años setenta, ese modelo abarcaba al 75% de la población. Hoy, apenas el 43% de los hogares se ubica en ese rango de ingresos, el 52% pertenece a la clase baja y solo el 5% al sector alto.
La pérdida de poder adquisitivo aparece como eje del malestar cotidiano: el 54% de los encuestados afirma que su capacidad de consumo es “mucho peor” que hace un año.
“El consumo, que era fuente de placer, se volvió un acto doloroso. Comprar duele”, sostiene el informe.
El 63% de los argentinos debió resignar servicios o actividades habituales el último mes, especialmente en ocio, indumentaria y vacaciones. En ese contexto, el estudio introduce el concepto de “consumidor estoico”, aquel que busca moderar sus gastos pero termina atrapado en una lógica “sacrificial”.
“No alcanza con el esfuerzo; es necesario el sobreesfuerzo. Se la pasa mal. Es desgastante y agobiante”, resume el documento.
La educación, otrora motor de movilidad, ya no garantiza progreso económico. Aunque el 70% de quienes provienen de sectores bajos alcanzó un nivel educativo superior al de sus padres, no logró mejorar su posición socioeconómica.
Solo el 40% de los jóvenes cree hoy que puede “ser alguien” gracias al estudio y el trabajo.
“El diploma universitario era más que un logro académico: era un certificado de identidad. Hoy ese pacto está en crisis”, advierte el informe.
Para ser considerado de clase media, un hogar necesita ingresos mensuales netos entre $2.000.000 y $6.500.000, lo que equivale a dos a cinco canastas básicas totales. Bajo esos parámetros, existen 7 millones de hogares de clase media, 8 millones de clase baja y menos de 1 millón de clase alta.
El 55% de los argentinos cree que la clase media se está achicando, y el 41% percibe que su situación económica es peor que la de sus padres.
La “nostalgia Mafalda” -el recuerdo de un país más estable y equitativo- atraviesa el sentimiento de pérdida colectiva.
“La clase media ya no es un bloque homogéneo ni aspiracional; es un mosaico de vulnerabilidades”, sintetiza el trabajo.
El estudio de Pensar contextualiza el fenómeno argentino frente a otros países. Mientras España y Estados Unidos también registran presiones sobre sus sectores medios, China y Perú muestran una expansión reciente pero vulnerable. En Brasil y Chile, el crecimiento de la clase media depende del endeudamiento.
En la Argentina, la movilidad social descendente ya es una realidad. El 60% de los habitantes del Amba cree que la clase media se achica, y solo el 27% percibe estabilidad.
La conclusión del documento es tajante: “La clase media argentina, símbolo histórico de identidad nacional, se diluye y enfrenta el riesgo de perder su papel como sostén de la cohesión social y la democracia”.
El desafío, según la Fundación Pensar, es reconstruir el valor de la educación y el trabajo como motores de dignidad, antes de que la resignación y el sacrificio se transformen en la nueva normalidad.



