La película “El empleado y el patrón”, del director uruguayo Manuel Nieto Zas, protagonizada por Nahuel Pérez Biscayart, muestra en clave de drama social el vínculo entre integrantes de dos clases en apariencia antagónicas, pero que en la historia se funden en una relación afable y mutuamente culposa. Estrenada durante la Quincena de Realizadores del Festival de Cannes el año pasado y presentada también en los festivales de San Sebastián y Mar del Plata, la película se estrenará el próximo viernes 14 a las 22 en el canal Cine.ar y estará gratis desde ese día en la plataforma de la señal durante una semana, además de incorporarse al catálogo de Flow desde febrero.
Con la presencia de actores no profesionales como Cristian Borges, el filme escrito por Nieto Zas (“La perrera”, de 2006, y “El lugar del hijo”, de 2013) tiene en su elenco a Jean Pierre Noher, Justina Bustos y el rol protagónico de Pérez Biscayart, el joven actor argentino que triunfó en Europa con la película francesa “120 latidos por minuto” (2017), por la cual fue nominado a los premios César. El intérprete de 35 años también ganó un Cóndor de Plata en 2005, como revelación del año, por su trabajo en el filme “Tatuado”, y después fue nominado a los mismos premios en 2016 por la película “Lulú”.
En diálogo con Télam, Nahuel Pérez Biscayart contó el proceso que atravesó durante la producción de “El empleado y el patrón” y además habló de sus proyectos en el exterior.
—¿Qué te atrapó del guion de esta película?
—Tenía mucho del mundo del director. Pero, a la vez, con una narración mucho más compacta y condensada, con un arco narrativo mucho más evidente que en sus otras películas y sin dejar de ser un filme de personajes y sus particularidades. Es muy meritorio cuando se puede tener una estructura dramática muy concisa dando lugar a los silencios, las elipsis y las tensiones subyacentes.
—¿Las buenas expectativas sobre Nieto Zas a partir del guion se validaron cuando empezaron a filmar?
—Sí. Se interesa mucho por los personajes y tampoco es un apasionado de la dirección de actores: es casi como un documentalista de ficción en algunas cosas. Compone elencos para después hacerlos convivir y los va filmando pero de manera muy simple. Por eso eligió a actores no profesionales del campo, que trajeron todo lo que son.
—Como el caso del coprotagonista de la historia.
—Claro. El entró al proyecto tres semanas antes de empezar a rodar, igual que toda la gente que actúa que es de (el pueblo uruguayo) Minas de Corrales. Entonces estábamos nosotros, que somos más urbanos y alejados de esa realidad, y el director jugó con esos dos contextos para mezclarlos.
—¿Cómo sintetizarías el argumento?
—Dos varones jóvenes en el particular momento del inicio de la paternidad, dentro de dos extractos sociales diferentes, sin planearlo terminan necesitándose mucho el uno al otro.
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El joven actor argentino fue nominado a los premios César, el mayor galardón del cine francés.
—El director suele indagar en el drama social. ¿Es ese el núcleo de la narración?
—Gira mucho en torno a la culpabilidad. Ocurre algo que pone en jaque las relaciones preestablecidas en el mundo de la agricultura industrial entre empleados y patrones. Que ellos peguen onda es un lugar bonito que también se presenta: la posibilidad de contacto sincero, más allá de que ambos tienen que responder a mandatos sociales impuestos por tradición. En ese encuentro hay una eclosión y la posibilidad de dar un salto hacia un nuevo tipo de relaciones. Es una especie de tragedia inevitable y suave. Es cuesta abajo todo el tiempo.
—¿Cómo definirías tu personaje?
—Es un pibe de clase alta con inquietudes diferentes de las de su padre, que carga con el mandato de tener que tomar la posta del trabajo de su viejo como patrón. Tiene un bebé que podría sufrir un problema de salud y eso lo fractura un poco y sensibiliza. Está confrontado por el peso de la responsabilidad de ser padre, y en fricción con poder disfrutar de las abundancias que su familia le provee y ver las negligencias del sistema de su actividad.
—¿Qué fue lo más difícil del rodaje y cuánto duró?
—Que nos morimos de calor, con 40 grados y humedad. Fue jodido pero es lindo también. O manejar una camioneta 4x4. El rodaje se hizo en tres etapas por una cuestión estacional: había que filmar en la época de la cosecha y en la de plantación. Así que duró más de un año, repartido. El total de días de rodaje no fue tanto.
—En cuanto a tu experiencia de actuar en Europa, ¿qué es lo que más te gusta y lo más desafiante?
—Lo mejor es tener más libertad a la hora de elegir porque se expanden las posibilidades. Poder conocer nuevos mundos, lenguas, culturas y personas con las cuales interactuar, aprender y colaborar. Este trabajo y cómo se me dio permiten ir hacia el otro más lejano y de manera más amplia que cuando uno está en su país. Lo lindo del trabajo es que naturalmente me está invitando a conocer a los otros más lejanos. Eso es una fortuna.
—¿Tenés planes de seguir diversificándote? ¿Hollywood en algún momento puede interesarte?
—Soy malo haciendo networking y nunca diseñé mi carrera, pero estoy re bien así. Cuando surge la posibilidad me la apropio, estudio, trabajo, me preparo y acepto el desafío con ganas y con el mejor profesionalismo que tengo. Las cosas se van dando, son puertitas que la vida me fue abriendo con mucha abundancia y las tomo. No sería renuente a Hollywood. Ya he tenido un par de propuestas que no se dieron porque no estaban tan buenas. Pero si el proyecto me interpela y me conmueve, puede ser en Armenia, Hollywood o en Corea.
Trailer de El empleado y el patrón subtitulado en inglés (HD)