El psicoanálisis es una pasión argentina y la obra “Cuqui en terapia” explora con humor esa tendencia a través de los personajes que interpretan Liliana Gioia, Juan Carlos Abdo, Christian Ledesma y Fernando Avendaño en la pieza que se estrena este viernes, a las 21.30, en el teatro La Comedia (Mitre y Cortada Ricardone). La propuesta forma parte del ciclo JaJaJa organizado por Cultura municipal que se desarrolla los viernes y sábados de enero y febrero. Las entradas pueden adquirirse en la boletería del teatro de 10 a 15, los días de función desde dos horas antes del comienzo del espectáculo y también a través de 1000tickets.com.ar.
Gioia y Abdo, que es psicólogo, ya coincidieron en varias obras en la línea de “Cuqui en terapia”, como “Matar al diván”, “Terapia de familia”, y Avendaño, con un doctorado en Educación, contaron cómo el psicoanálisis se convierte en el motor y el eje del humor de esta obra sobre una de las grandes pasiones, necesidades y récords de los argentinos: según la Organización Mundial de la Salud, en el país existen casi 200 psicólogos por cada 100 mil habitantes lo que lo convierte en la nación con más analistas del mundo en relación con su población.
Liliana Gioia: Con Abdo, con quien venimos desde hace bastante abordando la cuestión de personas que acuden a un consultorio psicológico, en esta ocasión nos resultaba inquietante y potente la situación de una mujer con sobrepeso, trastornos de la alimentación y creencias equivocadas al respecto, como automedicación, dietas “aberrantes”, exigencias de la sociedad de consumo que consume al sujeto y otras.
La obra toca temas sensibles, como el sobrepeso o el suicidio. ¿Cómo se abordan desde el humor?
LG: Hay muchos procedimientos del humor, que nos distancian del dolor: la imprudencia, el equívoco, la ignorancia, el hablar de aquello que no se sabe, la repetición y fundamentalmente que los personajes, Cuqui (Liliana Gioia), Yolanda (Cristian Ledesma) y Fabián (Fernando Avendaño) presentan trastornos compulsivos u obsesivos, pero no se angustian… Pensemos en “El Avaro”, de Moliere, el personaje no se mortifica por su avaricia, en cambio en “No puedo imaginar el mañana”, de Tenesse Williams, el personaje sufre su tartamudez. El tema del suicidio que lo transita Yolanda, amiga de Cuqui, está abordado desde conjeturas ridículas, ella piensa que con intentos de suicidio podría recuperar a su ex… En ese sentido recuerdo que Woody Allen relata que su madre intentaba suicidarse con procedimientos ineficaces: mojarse la nariz y colocarla en el enchufe...
¿Cómo definirías el estilo de humor de la obra?
LG: Se encuadra dentro de lo que llamamos humor reflexivo, mostramos sin condenar aspectos de la persona que en algún momento y por algo podrían llegar a interrumpir los procesos autodetructivos e intentar algún cambio. Además “Cuqui en terapia”, en mi opinión, tiene el mérito de hablar de un tema universal en el que entramos todos: la disconformidad con el cuerpo propio, los procedimientos mágicos para alcanzar el cuerpo “ideal” impuesto por la publicidad o el mercado. Cuqui, después de bajar 15 kg en 15 días con anfetaminas que la tienen 15 noches sin dormir, dice “bajé 15 kilos y no me para nadie, vivo en un estado de felicidad ininterrumpido, he vuelto a tener el cuerpo de los 12 años, porque para mí envejecer es pecado, y lo único que quiero es estar en calle San Luis y comprarme ropa todo el día todos los días”...
¿Qué lo distingue y qué lo hace más eficaz con respecto a otros estilos?
LG: El humor cotidiano con comportamientos muy reconocibles, como espectadores, nos permite decir “me interesa esta obra, este libro, esta película, porque habla de mí”. Además “Cuqui en terapia” presenta aspectos reparadores, nada está congelado, ni el bien, ni el mal, ni la autodestrucción, ni el bienestar; nos invita a vernos y a elegir. “Cuqui en terapia” es también una sitcom, está trabajada desde el texto para que cada réplica de cada personaje tenga humor. A eso le añadimos humor en las actuaciones, humor físico y de situaciones.
¿El humor es la mejor terapia?
LG: El humor en sí no es una terapia, pero aporta esa cuota de estímulo a la pulsión de vida. El humor es posibilitador de un momento más vital, y salvo el humor cínico, el que se practica para que el otro sufra, el humor fortalece nuestra existencia. Una clase, una conferencia, un momento en la charla, en el trabajo, es mejor si en algún momento nos reímos.
¿Por qué los argentinos son propensos a psicoanalizarse?
LG: Mis compañeros Abdo y Avendaño podrán responder con evidencias e idoneidad esa pregunta, ambos académicos de la Universidad Nacional de Rosario. Yo solo me atrevo a pensarlo y comunicarlo desde una cierta intuición y sentido común: la Argentina, gozó durante muchos años del pleno empleo, con gran desarrollo de sus campos intelectuales y artísticos. La universidad pública y gratuita contribuye al fortalecimiento de lo humanístico. Y concretamente en el campo del psicoanálisis y del humor, la vigorosa comunidad judía en nuestro país ha realizado un aporte grandioso, siendo en el humor una permanente contribución a mi reflexión y admiración. Veo diariamente la serie “Seinfeld” y ahora agregué con necesidad absoluta, la serie “Curb Your Entusiassman”, actuada y dirigida por Larry David, quien fuera autor de “Seinfeld”.
Fernando Avendaño: Creo que porque los argentinos no tienen miedo a pedir ayuda. En Argentina todos fuimos o conocemos a alguien que alguna vez fue a un psicólogo. Incluso es muy común aconsejarle a alguien que lo haga si está pasando un mal momento. “¿Lo hablaste en terapia?” “¿Qué te dijo tu analista?" son preguntas absolutamente frecuentes en una mesa de amigos. La gente habla de sus problemas personales mucho más abiertamente que en otras partes del mundo. Recurrir a la terapia no está tan estigmatizado como en los Estados Unidos, por ejemplo, donde el tratamiento de salud mental suele mantenerse en secreto. A un estudiante norteamericano que estaba haciendo una pasantía acá le pregunté una vez si él o algún amigo concurrían a un psicólogo y me contestó: “No, eso es para los que están locos”. Me parece que en las áreas urbanas de nuestro país, fundamentalmente, no existe vergüenza u ocultamiento de la consulta. Hay mucha honestidad en confesar que se necesita recurrir a la terapia. Es más, a veces se expone con orgullo la concurrencia a la terapia para tratar de solucionar los problemas que se tienen.
Juan Carlos Abdo: Yo creo que Freud se sentiría a gusto en Rosario. Es más, habría recurrido a Roberto Fontanarrosa para enriquecer “El chiste y su relación con el Inconsciente”, tema que ha trabajado entre otres la psicoanalista rosarina Adriana Zanón. El psicoanálisis y las terapias psicológicas están en el ADN cultural de nuestra tierra, y particularmente de Rosario. Imaginemos una Mesa de lxs Galanxs en donde a Fontanarrosa se le sumen Pichón Riviére, Jorge Riestra, Sigmund Freud, Liliana Gioia, Reynaldo Sietecase, Fito Páez, Silvina Santandrea, Aldo Oliva, Liliana Herrero... En Rosario eso es posible de imaginar. De la mesa anterior ¿quién no ha sido provocado, llamado, invocado por el discurso psicoanalítico? Entonces, las psicoterapias están arraigadas en la cultura cotidiana. Cualquier equívoco remite al inconsciente en el simple decir callejero. Hay tantos psicólogos como personas dispuestas a la aventura de reflexionar sobre su existencia. El humor argentino se nutre de la inspiración del campo Psi. Veamos el fenómeno de Tute sin ir más lejos, o la mismísima Liliana Gioia, tan apasionada por el humor como fenómeno cultural, o Les Luthiers, o la formidable Risario o Juan Pablo Geretto. La lista puede tender al infinito. La marca está en el orillo. Los rosarinos, por llamarnos de alguna manera, habitamos un espacio cultural histórico magnífico, radiante de humor, de picardía y de sabiduría, ¿por qué no?. Puedo ver claramente a Sigmund, en más de una noche junto al Negro Olmedo, tocando los timbres de Chiquito Reyes y compañía. Armando patota.
¿Por qué en Argentina hay tantos psicólogos, según la OMS?
FA: Eso registra Atlas de la Salud Mental de la Organización Mundial de la Salud, pero en realidad es en Buenos Aires donde se da la tasa de psicólogos por habitante más alta del mundo, aunque... ¿no será un mito sostenido por los fabricantes de divanes? Ahora en serio: Gabriel Rolón lo atribuye a que las personas que crearon Argentina escaparon de la guerra, del hambre y las persecuciones ideológicas o religiosas. Todos dejaron algo atrás, parientes, amigos, el idioma, su tierra, y también trajeron con ellos algo de tristeza y nostalgia. “Nos convertimos en oyentes interesados en el dolor de otros, porque también necesitábamos que las personas estuvieran interesadas en nuestro dolor”, fueron sus palabras.