La temporada lírica de la Asociación cultural el Circulo no podía arrancar mejor. Lo hizo con dos títulos que tienen como nexo, la violencia de género: "Suor Angélica" de Giacomo Puccini y "I Pagliacci", obra maestra del verismo musical de Ruggero Leoncavallo. Además, comenzar una temporada de ópera con la economía en crisis, sin ayuda del Estado, de por sí es un acto de resistencia cultural. "Sour Angelica", la ópera que abrió la función, se desarrolla en un ámbito escénico por demás austero, no parece producción del mismo teatro que hace un año atrás presentó la audacia técnica de la ópera de Mozart, "Don Giovanni", con dirección escénica de Marcelo Lombardero. Aquí lucía pobre, y todo el ámbito escénico, dominado por unos vitrales gigantes, un recurso por demás visto. Sin embargo, a medida que la producción fue corriendo, nos enfrentamos a una concepción dramática, centrada en lo vocal, y poco a poco la carencia de un ámbito escenográfico más elaborado pasó a un segundo plano.
Sin duda la pieza central de esta producción, por su protagonismo en las dos óperas, es la soprano Paula Almerares, una artista sutil, tanto en el canto como en la actuación. La artista vive los cambios emotivos de "Sour Angelica", una mujer, despojada de su dignidad, que deja al desnudo la patética trascendencia del personaje. El largo y exigente final resulta una muestra decantada de la habilidad de Puccini para manejar las emociones del espectador, y fue abordado de manera impecable por Almerares, que utilizó todos los recursos de su arte para conmover hasta las lágrimas a más de un espectador. La estupenda mezzosoprano Anabella Carnevali tiene un papel breve pero intenso; es la tía de Angélica, una dama noble, que sostiene los privilegios de casta. La voz de la cantante adquiere tintes metálicos, siniestros e imperativos. Solvente el resto de intervinientes femeninas: Graciela Mozzoni, Valentina Vanola, Bertina Brasco, Marcela Novero.
La segunda ópera fue "I Pagliacci", también con una planta escénica mínima, tiene cuatro grandes máscaras de la tragedia y la comedia, aunque la presencia de artistas circenses, coordinados por Ana Osella, oficiaron de una especie de coro griego que a base de movimientos plásticos ofrecieron un comentario a los distintos climas emocionales de la pieza.
Almenares aquí deja la madre soltera de nobles orígenes para ser Nedda, una mujer del pueblo y de dudoso pasado; actriz en una sórdida troupe de "cómicos de la legua", nos abre su corazón en el aria "Stridono lassù" (Dejen que vaguen por el cielo), donde al igual que los pájaros, ella quiere volar de ese matrimonio de sumisión y dolor. La sutileza de los sentimientos y la belleza de los adornos que expresan el deseo de volar, de escapar, se transforman en un momento magnifico en la voz de la soprano. Enrique Folguer, el tenor que encarna a Canio, el payaso, nos regalo una gran actuación y una noche de canto de primerísimo nivel. Este personaje, con sus pocas luces y grande sombras, es consagratorio para los tenores que abordan repertorios de fuste, un canto parejo sin exagerar y algunos toques líricos, muy apreciados en la famosa aria "Vesti la Giubba".
El barítono Leonardo López Linares, sin dudas una de las voces mas importantes de nuestro país, exhibe una voz densa, profunda y bella, interpretando un Tonio, el insidioso personaje de "Pagliacci", con un viraje final e interesante, respecto a otras puestas. López Linares tiene a su cargo el prólogo de la ópera, todo un manifiesto del teatro verista, jugado de manera creativa desde lo escénico y bello en los matices. Andrés Novero, un timbrado Arlequín, mostró un buen manejo escénico e Ismael Barile, cantó con pasión al enamorado Silvio, amante de Nedda. Carlos Vieu, al frente de la Orquesta Sinfónica Provincial de Rosario, hizo una lectura profunda, resaltando los momentos líricos de las dos partituras. Una dirección impecable.
Rubén Martínez fue el director escénico de ambas producciones, con poco presupuesto, eso estuvo a la vista, y realizó un trabajo superlativo. Martínez echó mano a toda una galería de recursos eficaces que deja claro su profundo conocimiento del oficio teatral. El directo ofrece inventiva, momentos memorables y sorprende constantemente al espectador. La resolución del final en "Suor Angelica" es tan sencilla como conmovedora. La comedia de los payasos, con los personajes de la Comedia del arte, donde la tragedia entra de la mano de los celos de Canio, es un momento impactante.
El final inesperado es un ensamble perfecto de teatro y música, de muy alto vuelo y con el fuerte aditamento de rostros enmascarado que se vuelven hacia el espectador, pasando la carga de tanta violencia de género a la sociedad. Esto e sencillamente genial, es ópera pura.