En el libro, que relata desde su infancia hasta el presente, participan muchas voces y se recupera un hermoso archivo fotográfico que no está en internet. Sin embargo, no se considera un archivista de sí mismo. “Tengo muy poco cuidado de eso. Puede ser que tenga cosas guardadas, pero ni siquiera sé dónde están. Las fotos aparecieron porque estaban diseminadas en cajas, perdidas. Recuerdos que había en casa de mis padres. Muchas las recuerdo, por ejemplo, la que estoy con la guitarra eléctrica, que es a los doce años. No la había vuelto a ver desde que tenía esa edad y me impactó mucho. Mi hermana me la había sacado en el jardín de la casa de Flores, en Buenos Aires”, recuerda.
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¿Cuál es tu relación con la lectura?
Es una relación continua. Leo todo el tiempo y releo muchos libros. Creo que uno se da cuenta que un libro le resulta importante cuando se encuentra releyéndolo. Y hay cuatro o cinco libros que leo siempre. Y en general, cuando estoy trabajando frente a la computadora mezclando un disco, siempre atrás o en otra ventana tengo algún libro abierto que lo uso como oráculo. Puede ser cualquier libro de los que haya elegido abrir en esos días. Y me es muy útil eso, porque la interfaz también te capta de una manera la atención que a veces hay que diversificar, esa idea de estar viendo la música en vez de escucharla.
¿Cuál fue tu primera lectura o libros que leías de niño?
El primer libro que recuerdo haber leído era uno que se llamaba “Las Cruzadas” y era como una historia de las cruzadas con dibujos que me aburrió mucho. Después, el hábito de la lectura lo adquirí aproximadamente a los once años. Y ya la adolescencia la atravesé siempre con uno o dos libros a la vez. Todavía leía cosas que fueran ficción en esa época. No me atrae mucho la ficción, la novela, los cuentos, con excepción de Borges. Y particularmente ‘Ficciones’, hablando de ficción. Me interesa la filosofía, la ciencia, la historia.
Entiendo que te asumís como anfitrión. ¿Qué significa eso, anfitrión de qué?
Bueno, de alguna medida he sido anfitrión de la llegada al ruedo musical de muchos artistas. También en casa se reúnen muchos amigos, viene gente a oír música siempre. A todos les gusta cómo suena mi equipo, que es antiguo. Y el volumen al que escuchamos la música también les gusta. En ese sentido, el término anfitrión también me interesa mucho cuando doy un show, hacer el show que me parece, que más sea interesante para mí, para cada situación. Yo me siento el anfitrión, en el momento que estoy tocando, de todo ese público que esté ahí. Sea poco o sea mucho. Es un término que me agrada, sí.
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Daniel Melero se presentó en la explanada del Centro Cultural Roberto Fontanarrosa, en el marco de la Feria del Libro de Rosario
Foto: Municipalidad de Rosario
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Esa explicación cobró aún mayor sentido cuando a la hora del show a Melero se lo notó como en el living de su casa. A priori, el común denominador indicaría que, en un concierto gratuito, en el marco de un evento masivo como puede ser la Feria del Libro, la lista de temas estará integrada principalmente por canciones reconocibles. Pero si algo caracteriza a Melero es no ser condescendiente con las formas. En ese sentido, el concierto fue un evento donde el anfitrión convidó un repertorio principalmente capitalizado por gemas electrónicas y algunas composiciones en formato canción pop, pero ninguna de las más conocidas, cosa que poco importó al público que llenó la plaza y disfrutó un montón. Porque si bien no es un artista masivo en cuanto a convocatoria, sí tiene en su discografía canciones populares que no hicieron falta para coronar el día.
¿Cómo pensás la relación entre el pop y lo popular?
Yo creo que una cosa es popular y otra es pop. Para mí la Velvet Underground es pop. Los Gatos también, pero sería más música popular. Pero era ya rock, ya estábamos en el campo del rock. Son anglicismos, en definitiva. Pero para mí el pop es una forma muy vinculada a la interacción con el arte, con piezas de arte, con pensamientos que tengan que ver con el arte. Lo popular está enraizado directamente, en gran medida, a raíces más folclóricas muchas veces. La música popular suele ser alegre, salvo ciertas zambas y milongas. El tango es música popular, pero de mucha reflexión. Tal vez en otra época, si hubiera existido una unificación anglicista, el tango hubiera sido música pop. Afortunadamente no pasó, y es tango.
¿Te gustan el tango y el folklore?
Me interesan mucho. No me atrae para nada toda esa revisión tecno del tango, me parece música para restaurantes, más bien. Una música que en definitiva es decorativa, no tiene la violencia social que encarna el tango, inclusive líricamente. Es una reducción, es light. Me gusta el tango orillero, también. La manera de ver cómo ha funcionado la cultura rock en Argentina, yo la vinculo mucho con una herencia tanguera. En este país ha funcionado eso. Y el compromiso del rock es el mismo que tenía el tango. No me refiero al rock and roll, me refiero a la música de rock.
Mientras hablabas, pensaba en Moris, Javier Martínez, Pappo.
Están totalmente ligados, claro. Pappo ni hablar. Aparte la poesía de Pappo, que es deliberadamente tosca por momentos, es como una jerga secreta casi como se manejan ellos. Inclusive muchas veces Spinetta, sobre todo al hablar, tenía esa cosa de proveerte secretos.
¿Tuviste relación con Luis?
No muy habitual, pero sí tuve la suerte de poder conocerlo. Vino al estudio durante la grabación de Los Encargados, mi primera banda. El disco lo estábamos grabando de 2 a 9 de la mañana. Era una tortura. Y un día a las 4 de la mañana apareció Luis en el estudio. Y así lo conocí. Tuve la suerte de ver mucho a Almendra en vivo. Lo vi muchas veces, y a Pescado Rabioso más. A mí me formó eso. O sea, a veces me dicen que nosotros, la generación de los 80, vinimos a romper con todo eso. Yo siempre sentí que el andamiaje en el que estoy sostenido es el que ocurrió en los 60 y los 70. Creo que es una construcción cultural que prosiguió como un rizoma. No puedo imaginarme si no hubiera visto esos recitales que vi. A mí me cambiaron, dirigieron mi vida hacia un lugar, más que cambiármela. Era muy chico. Me sigue pasando a veces con ciertos conciertos que generalmente son pequeños, no multitudinarios. Como lo era el rock en esa época. Pensá que Pescado Rabioso era una banda que tocaba para 300 personas. Ahora hay mucho diseño de música de estadio. La música está creada ya para que vaya directo al estadio. Yo diferencio mucho el espectáculo de arte. Y los requerimientos del espectáculo suelen ser muy poco artísticos.
Embed - Daniel melero La Madre de Godzilla
En ese sentido, trabajaste con Los Redonditos en el disco “Oktubre” y con Soda Stereo en el momento donde no estaban diseñados para estadios. ¿Sentías que iban a ser bandas de estadios?
Sí. Porque era evidente que iban a tener un impacto cultural. Desde que escuché a los Soda por primera vez en la sala de ensayo, que no se llamaban Soda. Ahí creo que fui muy buen anfitrión en el caso de incorporarlos al circuito incipiente que había, llevarlos al Café Einstein, al Zero, a esos lugares donde estaban ocurriendo todo. Yo les dije, esa primera vez que los vi, que iban a ser la banda más grande de hispanoamérica. Con qué fundamento, no sé. Lo que vi es que eso tenía una potencia, la potencia que tiene una semilla para hacer que crezca un árbol. Y en Los Redondos también.
¿Cuánto te gusta todavía seguir descubriendo bandas?
Ya directamente tengo la suerte de que vienen a mí. Justamente aparece de vuelta lo del anfitrión. En gran medida vienen a la puerta de casa, me tocan el timbre, eso es incesante. Y yo siento que es el halago más grande que podés tener en la vida. Por lo menos, como lo veo yo, dentro de la música es lo más interesante que te puede pasar. Y conversar de música para mí es fascinante, además de escuchar, por supuesto. Pero no tengo ya la curiosidad de salir a buscarlas. Vienen a mí y hay veces que sí, me los cruzo. Además, continuamente, hablando de música, surge que alguien escuchó a tal o a cual, y soy de pedir el teléfono y llamar yo también. Lo que no voy tanto es a ver shows ahora. Hay ciertos rituales que me tienen un poco aburrido en ese sentido. Hay una cualidad en las cosas cuando se están generando, cuando están siendo un brote, como decía hoy, donde la semilla da lugar a algo que va a crecer o va a ser un simple césped. Es muy interesante siempre. Porque aparte no es importante si vas a hacer una súper estrella. Lo importante es vivir en la música, cuando decís dedicarte a eso, más que vivir de la música, en la música.
Daniel Melero, futbolero
Un perfil poco conocido de Daniel Melero es su gusto por el fútbol. En el año 2010 viajó a Rosario justo cuando se estaba jugando el Mundial con Diego Maradona de DT. En el marco de entrevistas locales, reveló ser un apasionado del deporte y un ferviente hincha de Boca.
Si te dicen Juan Román Riquelme, ¿qué te pasa?
Bueno, no es mi ídolo de Boca, ni tampoco me parece un presidente que se esté manejando bien. No coincido. Ahora, esto no me cambia un ápice de que soy hincha de Boca. O sea, ha habido otras presidencias que tampoco me gustaron, pero creo que carece de flexibilidad, cosa que veo en mucha gente que está en los poderes de todas las clases de cosas en este país, de diversas cosas, político ni hablar. Me parece que cuando uno es presidente tiene que tener cintura, cintura política. Y lo veo muy drástico. Es mucho más interesante cuando hay una discusión. Las discusiones son horribles, yo creo en el diálogo. Pero supongamos que hay una discusión. El que gana la discusión es el que se da cuenta de que no tiene razón. Y eso es una carencia que veo en todos los niveles de la gente que se encumbra en cualquier poder. Y para mí, en el caso de Boca, manejar el club se trata de otra cosa. En el caso del país, ni hablar. Nadie está dispuesto a ceder, aunque no sea razonable lo que hace. Entonces es una pena. Lo único que tenemos muy claro, si hay una característica básica del ser humano, es que nos equivocamos un montón.