Julio Chávez volvió al teatro por partida doble, como autor y actor. El intérprete acaba de estrenar en el Paseo La Plaza porteño la obra "Después de nosotros (El hijo de Juan Oribe)", en la cual lo acompaña un elenco de lujo integrado por Alejandra Flechner, María Rosa Fugazot, Matías Recalt y Mariano Muso. Chávez es uno de los autores de la puesta junto a Camila Mansilla. La dirección está a cargo de Daniel Barone y está producida por Adrián Suar y Nacho Laviaguerre.
La historia se centra en Juan (Chávez) y Andrea (Flechner), que fueron pareja y fruto de su relación nació Federico (Recalt), que tiene 22 años y un retraso madurativo. La vida se fue construyendo día a día superando obstáculos. Todo parece estar bien hasta que un día, a partir de un hecho cotidiano, Juan se pregunta "¿quién cuidará a nuestro hijo después de nosotros?". Esto desencadena un replanteo familiar profundo y conmovedor.
En charla con Télam, el actor consideró que la idea de la puesta apunta a poner en evidencia "aspectos que tienen que ver con el amor, la preocupación, la responsabilidad y el mundo que construimos como sociedad".
—¿Cómo nace la idea para esta obra? ¿Cómo decidieron el tema?
—Con Camila Mansilla es la cuarta obra que hacemos y siempre se genera de la misma manera. Nos juntamos, charlamos sobre las situaciones que hemos visto, las que nos han pasado, lo que nos interesa ver. En este caso, Adrián Suar, que es uno de los productores de nuestro espectáculo, me propuso hacer una obra y apareció la idea de una madre, un hijo y un padre y un conflicto que tiene que ver con una preocupación de los padres en relación con el futuro de su hijo, y el hecho de que la criatura tiene un retraso madurativo. De esa manera se nos hacen más visibles algunos aspectos que tienen que ver con el amor, la preocupación, la ocupación y el mundo que construimos, que en general no es un mundo que a los padres nos deje tranquilos a futuro. Imaginate vos si sos padre y tenés una criatura con un retraso madurativo cómo puede pensarse la vida después de que mueras. Por eso la obra se llama "Después de nosotros". Nosotros hemos elegido una familia que no tiene los problemas que en general los seres humanos tienen, los económicos u otros, y a veces da la impresión de que elegimos una familia progre, pero justamente la elegimos para reflejar la preocupación más allá de las circunstancias que esos padres tienen.
—¿Encararon la preocupación para cuando los padres no estén en el mundo o a una preocupación común que es que los hijos crecen y los viejos quedan solos?
—No, el nido vacío no. En este caso no es nuestro tema. Nuestro tema fue el que planteamos y decimos en la obra, que si nuestro hijo no tuviera el problema que tiene tendría herramientas para defenderse en el mundo, pero cuando nosotros no estemos no vamos a poder evitar que le hagan daño. El miedo al daño es un miedo que puede tener cualquier padre. Imaginate si la criatura carece de elementos de defensa.
—En esa trama, ¿cómo se evita caer en golpes bajos, en cuestiones lacrimógenas? ¿Qué diferencia a una dramaturgia con la serie de la semana?
—Te diría que no lo puedo responder, porque es como preguntarte a vos cómo vas a hacer para ser inteligente. Yo creo que con Camila no somos de hacer golpes bajos, pero tampoco sé a qué te referís con golpes bajos. Eso lo va a determinar el espectador cuando venga a vernos. Cuando ves "ET" y el personaje se ve que el corazón deja de latir para algunos es un golpe bajo, sólo para llorar, y a mí no me importa que te haga llorar. Entonces ahí te diría que en principio en la autoría no estamos pensando si vamos a dar un golpe bajo o no.
—Lo que pasa es que este es un tema que mal usado puede dar para eso. ¿Cómo evitás el morbo exacerbado?
—Nosotros con Camila estamos muy atentos a lo que hacemos, el gusto de nosotros determina que "esto no", "esto es pedagógico" o "esto es políticamente incorrecto pero sirve".
—¿Cómo hacés con lo políticamente incorrecto? ¿Pensás que puede llegar a matar el sentido del humor? ¿O hay que recurrir a la corrección política?
—Yo creo que depende del proyecto, de la cabeza de cada proyecto y del objetivo que tiene cada proyecto, si tiene que ver con lo políticamente correcto.
—Pero como dramaturgo, como actor de mucha profundidad, ¿qué te gusta ver? ¿Un humor más británico, que por ahí es más incorrecto?
—¿Sabés lo que pasa? Depende de quién esté, de qué espectador esté presente en la sala. Yo puedo ver un sketch del presidente de Estados Unidos como si te mostrase a Faustino Sarmiento nunca faltando al colegio y a mí me gusta, San Martín también. Depende de la ingenuidad y de lo que me estén queriendo realmente vender, lo que me muestren.
—Como decimos nosotros, te das cuenta si te quieren operar...
—Claro, por eso te digo, se puede ir para un lado y para el otro. Puedo ver un programa perfectamente hecho de cosas políticamente incorrectas y me puede gustar más que uno políticamente correcto.
—Cuando se sentaron con Camila, ¿decidieron plantear en el guión dejar cosas abiertas que dispararan el debate en el espectador?
—El debate sí, pero no vendido como si la propuesta fuese encontrar la vida de cada uno. No está hablando de generalidades, es una ficción construida en base a un chico que se llama Federico, que es el hijo de Juan y Andrea, que es una pareja que han tenido esta criatura, que tienen esta circunstancia y que están preocupados por el futuro de esta criatura. Es posible que produzca debate, porque en el mismo espectáculo se puede ver que la madre cree que ella tiene el problema pero que la gente va a ser buena, y el padre cree que la gente es una mierda. Son miradas bien diferentes que hay en el mismo espectáculo acerca del futuro del chico. Lo que sí estamos atentos a que no generalice.
—¿Te gustan los personajes descreídos o que transmitan el descreimiento?
—Él está descreído del futuro, no del amor que le tiene a su hijo. Sí tiene descreimiento del mundo tal cual a veces creemos que es. Él ve fenómenos y problemas en la actualidad que no lo alientan a tener fe con el futuro de su hijo.
Por Matías Petisce
Por Gonzalo Santamaría