Políglota, multicultural, históricamente reconocida como símbolo de belleza, de moda, cultura y
arte, París es el ícono de ciudad encantadora arraigado con más fuerza en el imaginario mundial. Su
construcción, sus amplias avenidas, el detalle rococó de sus fachadas, el mármol y el bronce que
acompaña esbeltos trabajos de ebanistería exaltan la visita a la gran metrópoli.
Su denominación de “ciudad luz”, entre otras acepciones, la adquiere tras ser una de
las primeras ciudades en iluminar sus calles y edificios históricos más importantes, como también
sus ejes históricos más reconocidos, la libertad, la igualdad y la fraternidad. Los grandes cambios
de la historia tenían en París su versión anticipada al resto del mundo.
Entre sus variados paseos se encuentra el metro, construido a principios del 1900 con motivo de
los juegos olímpicos. Es el punto de partida y excusa para entrar en el corazón de la ciudad. Desde
las antiguas bocas de ingreso decoradas en hierro forjado, los colores, las llamativas pinturas de
algunas estaciones y hasta la última línea construida, la 14 ó línea meteoro, considerada una de
las más modernas del mundo por la automatización de sus trenes que operan sin control humano.
Es uno de los medios de transporte más utilizados en la cosmopolita ciudad, conecta al viajero
de manera ágil y sencilla con los puntos más importantes de su historia. Caminar sus pasillos
azulejados, cubiertos de marquesinas y colmados de pasajeros que, como en cualquier estación de
transporte apresuran su andar, muestran al turista el álgido movimiento suburbano.
Un lugar emblemático, concurrido y neurálgico es sin duda la plaza del trocadero, su impronta,
la maciza construcción del palacio de Chaillot que la abraza con extensos ventanales, sus jardines
y una exquisita vista a la torre Eiffel. El Trocadero, está separado de la Torre Eiffel por el río
Sena, puestos de diario ó pequeños bastiones de amarillentos afiches, libros antiguos y venta de
regalos, realzan el atractivo de ésta zona tan significativa.
En cada uno de los enormes pilares de la torre concebida por el ingeniero Gustav Eiffel, se
muestran las boleterías con largas colas de turistas deslumbrados por alcanzar su cúspide.
Construida en 1889 con motivo de una exposición universal con sede en París, con 305 metros de
altura, limitada por manifestaciones de vecinos que por miedo a que pueda caerse se negaron a que
alcance los 350 metros. En cada pata funcionan los ascensores que suben al visitante a sus tres
niveles por medio de un sistema de inmensas poleas. Este singular paseo abierto todos los días de 9
a 00, culmina con el acceso a la cima.
Este macizo que en su historia estuvo cerca de ser derrumbado alberga comedores, venta de
souvenirs y hasta un museo con elementos utilizados para su construcción. Se calcula que pesa
10.000 toneladas, su repintado cada 5 años insume 50 toneladas de pintura y los cientos de millones
de turistas que la visitaron desde su inauguración, la convierten en el lugar más concurrido del
mundo.
El Jardín de Luxemburgo
El jardín de Luxemburgo, el espacio verde más conocido y céntrico de París. Un parque de ocho
hectáreas que adorna, con árboles recortados, caminos de arbustos y refinadas flores al Palacio de
Luxemburgo. Construido en el 1600 inicialmente a pedido de María de Medicis, una gigantesca fuente
de agua frente a sus puertas, grandes aberturas y la constante presencia de turismo embellecen éste
edificio actualmente ocupado por el senado Francés. A su izquierda, a escasos metros, la histórica
Universidad de La Sorbona y a la misma distancia pero hacia la derecha se encuentra el Panteón, uno
de los primeros monumentos neoclásicos donde están sepultados los restos de personalidades como el
filósofo René Descartes y Francois Voltaire entre otros.
Transitar las calles parisinas es descubrir a cada paso un universo de historias, lugares y
renombrados cafés. En la colina de Montmartré, el barrio que fue cuna de la bohemia se puede
visitar desde la basílica de Sacre Coeur, en el sector más alto de la colina, con una vista
fabulosa de la ciudad, encontrar la huella de una época gloriosa, el Moulin Rouge, cabaret símbolo
de la noche de París, hasta conocer el nostálgico carrusell donde se filmó la película Amélie
estrenada en 2001.
El clima de París inesperadamente oscurece el cielo, las calles se cubren de llovizna y
transforman el paseo en una auténtica postal. Como lo supo retratar el célebre fotógrafo Henri
Cartier Bresson en algunas de sus instantáneas blanco y negro. Descubrir en los habitantes de París
el etnocentrismo que fraguó la historia y los curiosos ojos del mundo que desde hace siglos la
encuentran como la meca intelectual y bohemia, sitúan al viajero en el centro de la historia. Los
museos, las librerías, los pintores que se ofrecen a pintar caricaturas y la mirada sobre los
hombros de la Torre Eiffel, que paso a paso recorta su silueta entre las edificaciones pero
persiste observando la ciudad hasta transformarse en un fantasma a través de tarjetas postales,
llaveros, colgantes y fotografías.
Catedral de Notre Dame
Sobre la ribera del Sena, en la pequeña isla de la Citè, se encuentra la catedral de Notre Dame,
una de las más antiguas de Francia. Víctor Hugo la sitúa en su novela Nuestra señora de París, la
historia de Quasimodo, el jorobado encargado del campanario de la catedral y Esmeralda, una
bailarina gitana. Su construcción finalizó en el año 1345; con 69 metros de altura, es una de las
basílicas más importantes del mundo; de arquitectura gótica, con tres inmensos portales de finos
detalles y puntillosa decoración, esbeltos vitreaux en su interior.
Esta ciudad que suma una amplia región y número de habitantes del conglomerado parisino está
influenciada por el arte, los movimientos sociales y políticos.