En su Teoría General, John Keynes argumentaba que el problema de la economía hoy hegemónica no era la consistencia lógica de sus postulados, sino que esos postulados eran ajenos a la realidad que vivía la sociedad. Podríamos agregar que “el manual de la buena ciencia” diría que si la realidad y la teoría no coinciden, se ha de cambiar la teoría. Sin embargo el neoliberalismo siempre busca cambiar la realidad para coincida con sus teorizaciones.
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El punto de partida: “la inflación es mala para todos”
Para entender la inflación podríamos hacer un ejercicio teórico. En primer lugar, podemos pensar que si “la inflación es mala para todos”, lo opuesto, “la no inflación, es buena para todos”. Eso nos lleva a la pregunta clásica, ¿cuándo no hubo inflación en Argentina? La respuesta desarma el argumento por sí sola: la década de los 90s con la Convertibilidad de Menem y Cavallo. El diagnóstico de Cavallo era que el problema inflacionario derivaba de la emisión monetaria producida gracias a un “Estado irresponsable e ineficiente” que gasta más de lo que puede recaudar (tal como sostienen hoy Tetaz, Milei, Espert, pero también muchos economistas “progres” que repiten acríticamente la visión monetarista).
No hace falta un revisionismo muy profundo para que los noventa no fueron buenos para todos, sino no hubiesen terminado en la peor crisis económica, social y política de la historia argentina, a la cual se llegó incluso con deflación. Es decir, los precios no solo no subían, ¡sino que bajaban! Tomemos el año 2001, los precios bajaron un 1,1 por ciento. Ahora, el producto cayó un 4,4 por ciento, el desempleo era el 19,2 por ciento, y la pobreza del 54,3 por ciento. Si este es el paraíso donde no hay inflación y todos ganan.
Queda claro que cuando no hubo inflación perdió la mayoría. Sin embargo, todavía no llegamos al punto central del argumento. Veamos cómo en la actualidad opera la falacia de que “la inflación es mala para todos”. Como dato tenemos que justamente desde 2002 se inicia un proceso inflacionario que ya lleva 20 años continuados. En esos 20 años tuvimos varios escalones: comenzamos con tasas de alrededor del 10 por ciento a principios del siglo XXI, luego con tasas del 25 por ciento durante la segunda década y, por último, con tasas que rondan el 50 por ciento desde 2018. Para colmo, los indicadores revelan que pareciera estar subiendo un nuevo escalón en 2022.
Tomemos los datos del último año completo, 2021. Respecto a 2020 la economía creció un 10,3 por ciento en términos reales (descontada la inflación) y la inflación fue del 50,9 por ciento. Para el pensamiento económico convencional tendríamos una disyuntiva: un crecimiento económico en el que ganan todos y una inflación en la que pierden todos. ¿Qué resulta de ello? ¿Un empatan todos? Veamos la realidad.
En 2020 con una inflación del 42,02 por ciento el 20 por ciento de los hogares con mayores ingresos se quedó con el 37,07 por ciento del ingreso total generado en la Argentina. Durante 2021, con una inflación creciente del 50,9 por ciento, ese mismo 20 por ciento de hogares con mayores ingresos se quedó con el 38,32 por ciento del ingreso total. La inflación aumentó un 21 por ciento y esos sectores acomodados aumentaron sus ingresos en un 3,4 por ciento. El restante 80 por ciento de la población enfrentó el mismo aumento del 21 por ciento del ritmo inflacionario y perdió un 2 por ciento de sus ingresos.
Para agravar el panorama, en ese 20 por ciento de los hogares de mayores ingresos vive solamente el 13,5 por ciento de la población. Es decir, si somos 47,3 millones de personas, casi 6,4 millones se quedaron con el 38,32 por ciento de los ingresos. Cada vez menos gente quedándose con un ingreso mayor no parece ser un escenario de “pierden todos”.
Claramente podemos sacar tres conclusiones:
1) la inflación no es mala para todos, 2) la inflación no empobrece, redistribuye, y 3) redistribuye regresivamente, es decir, concentra.
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Pero entonces ¿en la inflación hay ganadores?
Desde diciembre de 2016 a abril de 2022 los precios según el IPC aumentaron en promedio un 617 por ciento. Mucho, ¿no? Sin embargo, Prendas de vestir y calzado, Alimentos y bebidas no alcohólicas, Salud y Transporte aumentaron por encima del promedio, es decir, le ganaron a la inflación remarcando más que las otras actividades. De más está decir que alimentarse, vestirse y la salud son necesidades básicas que atraviesan a toda la población.
Esto quiere decir, que aún dentro del sector empresario hay ganadores y perdedores en un marco inflacionario. Quienes aumentan sus precios por debajo del promedio están vendiendo en términos reales más barato, mientras quienes aumentan por encima del promedio, están vendiendo en términos reales. Ahí se empieza a entender por qué muchos y muchas pierden, pero algunos ganan.
Tomemos los principales once “unicornios” argentinos, es decir las once empresas que más valen dentro de las que valen más de 1.000 millones de dólares, “la crema de la crema”. Mercado Libre y Despegar son de 1999 -en un contexto sin inflación- mientras que cuando se inicia el proceso inflacionario aparecen Globant (2003) y OLX (2006), en su aceleración Mural (2011), Tiendanube (2011), Auth0 (2013), ALleph (2015) y Vercel (2015), y apenas previo a la última aceleración Ualá (2017) y Bitfarms (2017). Ahora bien, esos son sus años de inicio, pero seis de ellas pasaron el umbral de los mil millones de valuación en 2021. Es decir, a medida que se fue acelerando la inflación se fueron creando futuros unicornios (la falacia de que con inflación no se invierte) y justamente esas empresas logran supervalorizarse en un contexto de inflación superior al 50 por ciento (falacia de que todos pierden con la inflación).
Por último, tomemos el informe del BCRA sobre la fuga de capitales durante el gobierno de Macri (Mercado de cambios, deuda y formación de activos externos, 2015-2019).
100.000 personas fugaron 19.860 dólares, mientras que las 10 personas que más compraron lo hicieron por 217 millones de dólares (¡sí, 10 personas!). Sólo la familia Eskenazi fugó 102,9 millones. Si una familia que ahorra el equivalente a 1.286 departamentos de 80.000 dólares por año es una familia que pierde con la inflación, claramente quiero perder, aunque sea un mes a ese ritmo! De más está decir que no lo hicieron gracias a la Asignación universal o la Pensión por más de 7 hijos, son 5 personas en total.
Pero alguien puede decir “esas son personas. El problema de la inflación es que hace que las empresas no ganen”. Dos falacias. Primera: ¿existen empresas que no sean propiedad de personas? Demasiado Black Mirror... Segunda, ¿las empresas no ganan en un contexto inflacionario? Durante 2016-2019 solamente un selecto grupo de 8.527 empresas compró 51.742 millones de dólares, pero aún más selecto grupo de 853 empresas compró 41.124 millones de dólares. Las 100 que más compraron: 24.679 millones de dólares.
Se observa que las empresas que más fugaron están relacionadas con “sectores productivos” (ni siquiera con la actividad financiera): 21 empresas pertenecen al sector de las comunicaciones fugaron 3.179 millones de dólares (serían más de 151 millones por empresa), 24 pertenecen de la industria automotriz fugando 2.251 millones de dólares (o sea, más de 93 millones por cada una), 84 empresas pertenecen al sector energético, englobando una fuga de 7.442 millones de dólares (representa más de 88 millones por empresa).
Tengamos siempre presente que esas no son todas las ganancias, son solamente una parte. Son las ganancias en blanco y que se fugan a través del mercado cambiario formal.
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Federico Braun (titular de La Anónima) en la reunión de AEA responde sobre inflación a Ricardo Kirchbaum (conductor y entrevistador de la noche)
Fuente: Matías Baglietto / Revista Crisis
“Que ganen en un contexto inflacionario, no quiere decir que ganan por la inflación”. ¡Sí, quiere decir eso!
Como vimos hay ganadores en un proceso inflacionario, pero alguien podría decir: “ganaron a pesar del proceso inflacionario”. Entonces veamos si ganaron gracias al proceso inflacionario.
Tomemos las declaraciones de Federico Braun, dueño de la cadena de supermercados La Anónima, a Andrea Lluch (publicada en 2008 por la revista Creating Emerging Markets):
AL: ¿Y la hiperinflación?
FB: Para nosotros, la inflación fue un momento muy positivo. La inflación creciente; la hiperinflación desembocó en esa crisis. Pero para un supermercado que paga a los 60 días, y vende al contado, se genera lo se llama R.E.I. (resultado por exposición a la inflación), yo decía “no era un rey, era un emperador”, por qué nuestro balance en el 86, 87, 88, con la inflación creciente, fue espectacular (…).
AL: ¿O sea que lo difícil fue la situación previa y la posterior? ¿Los cambios y la devaluación?
FB: En la década del 80, al haber invertido en tecnología era muy eficiente el manejo de la inflación, hacíamos todos los cambios de precios por teléfono de noche, en la computadora. Y gracias al código de barras no hacía falta cambiar los precios en cada unidad, lo cual implementado todo el sistema, nos dio una ventaja competitiva muy importante. Fuimos muy ágiles en el manejo de la inflación
“A confesión de parte, relevo de pruebas”
¿Entonces la inflación es buena para todos?
Concluir y tomar conciencia de que la inflación no es mala para todos no puede derivar nunca en que la inflación es buena para todos. Justamente ese intento de posicionar al pensamiento crítico en lugares propios de la chicana refleja lo que se quiere invisibilizar, “el todos”.
La inflación como todo proceso que se da en el marco de un modo de producción capitalista, es un proceso en el que hay ganadores y perdedores, oprimidos y opresores… y esto claramente no puede ser leído con los lentes del pensamiento hegemónico porque el mismo busca invisibilizar esas desigualdades a través de la metáfora del mercado. ¿Cómo es eso? En el mercado supuestamente los intereses contrapuestos de oferentes que quieren vender caro y demandantes que quieren comprar barato encontrarían su justo medio en el que ambas partes ganarían (las famosas curvas de oferta y demanda que se cruzan generando un equilibrio socialmente beneficioso).
El problema es que ese modelo teórico se da de patadas con la realidad. Lo que vemos día a día es que las relaciones de poder derivadas de las desigualdades son justamente las que generan el conflicto. Tomemos la reciente declaración del dueño de los supermercados La Anónima (Federico Braun) ante la pregunta de Kirschbaum: “¿Qué hace La Anónima con la inflación?”. Braun respondió muy suelto de cuerpo y gran complicidad del público asistente: “Remarca precios todos los días, ja,ja,ja”. Efectivamente es la impunidad del poder… ¿Qué trabajador ve incrementando su salario todos los días? ¿Los y las trabajadores de la Anónima, reciben aumentos salariales todos los días y en la misma proporción al aumento de precios?
Pero además no habla de “renegociar” los precios, sino directamente de “remarcar”. La Anónima, un supermercado, pone precios, no los negocia con ninguna demanda. El proceso inflacionario, al generar la sensación de “todo sube” esconde la remarcación por encima de los costos, de los salarios, de lo que remarcan competidores, etc, etc.
Es decir, esas frases al estilo “todo sube”, “todos pierden”, “no le conviene a nadie” esconden a los verdaderos beneficiarios de los aumentos de precios.
Si logramos visibilizar eso, vamos a poder entender por qué, digan lo que digan, los grandes jugadores no van a querer terminar nunca con la inflación.
Alguien podría argumentar que estas reflexiones no apuntan a determinar el origen del proceso inflacionario actual. Es así, efectivamente. Eso no es por querer esquivar el debate, sino reafirmar que es un debate central, pero para la academia.
Primero, porque aunque se pudiera determinar “el” origen de un fenómeno multicausal como es la inflación, eso no implica que haya que tomar uno u otro camino. Ese es un reduccionismo total. La decisión de los gobiernos neoliberales de cortar por los salarios no es derivada de un estudio empírico, sino de decisiones políticas preconcebidas previamente. En definitiva, más allá del origen, el camino a tomar es una decisión política en el sentido amplio del concepto.
En segundo lugar, mientras en la academia debatimos por el origen de la inflación es fundamental tener presente que esto es capitalismo: pierden los que tienen menos poder, quienes tienen más poder no es que pierden menos, sino que directamente ganan y por lo tanto no tienen interés en frenar el proceso sino de acelerarlo.
(*) Guillermo Peinado es docente de Macroeconomía y Macroeconomía I. Facultad de Ciencias Económicas y Estadística, UNR. Miembro del Grupo de Estudios de Economía, Ambiente y Sociedad (GEEAS) de la UNR. gpeinado@fcecon.unr.edu.ar