Antes de que termine el primer semestre del año ya fueron asesinadas en Rosario más mujeres y niños que en todo el año pasado. El dato sobrevuela el análisis de la violencia letal en la ciudad en la primera mitad de 2022 y muestra que la muerte violenta acecha a personas que antes no aparecían tan expuestas a ese final para sus vidas. Por poner otro ejemplo, en lo que va del año mataron a 24 adolescentes de 15 a 19 años, la misma cantidad que en todo 2021, cifra que también supera al total registrado en 2020.
Según registros elaborados por este diario a partir de datos oficiales hasta el 15 de junio fueron asesinadas al menos 127 personas en Rosario y otras localidades del departamento. Cinco de las víctimas eran menores de 6 años y 27 eran mujeres. Sin analizar porcentajes ni avizorar proyecciones, algo poco aconsejable en lapsos muy cortos teniendo en cuenta que mucha veces la diferencia entre la vida y la muerte es cuestión de milímetros, hay comparaciones que ya ofrecen datos definitivos: en todo el año pasado fueron asesinados un niño y una niña menores de 14 años, y en 2020 fueron cinco. En cuanto a las mujeres asesinadas antes de que se cumplan los primeros seis meses de 2022 ya son más que las 24 que mataron en 2021 y las 19 de 2020.
Más jóvenes
En los últimos diez años los análisis de la violencia letal en Rosario solían mostrar que los jóvenes de entre 20 y 24 años estaban más expuestos a ser asesinados que la gente de otras edades. Hubo algunos períodos en los que esa franja etárea se emparejó con la que comprende a personas de entre 25 y 29 años, situación que no se observaba con los adolescentes. Durante 2020 fueron asesinados 45 jóvenes de 20 a 24 años, más del doble que los 19 registrados en la franja de 15 a 19. El año pasado la brecha se acortó: 35 víctimas del primer grupo y 24 del segundo (ver infografía).
Más allá de como se presente el próximo semestre, esos números se dieron vuelta en lo que va de este año: 24 de las víctimas tenían entre 15 y 19 años —la misma cantidad que en todo 2021— mientras que 19 integraban la franja de 20 a 24. Cifra que también aparece emparejada con las 21 personas asesinadas que tenían entre 25 y 29. Sin embargo, la siguiente franja etárea que acumulaba muchas víctimas, entre 30 y 34 años, registra nueve en estos casi seis meses. Datos que, de convertirse en tendencia a fin de año, indicarían un desplazamiento que permitiría afirmar que en 2022 los homicidios tuvieron como víctimas a personas más jóvenes.
Contextos
Más allá de los análisis que a su tiempo realicen los especialistas en la materia surge claro —así lo reflejan a diario las crónicas policiales— que este desplazamiento de la violencia letal hacia personas que antes no estaban tan expuestas se enmarca en el contexto aportado por las disputas armadas entre bandas narco en los barrios. Basta con repasar los casos.
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Hasta el año pasado los asesinatos de niños y bebés podían ser consecuencia de balas perdidas, balaceras o violencia intrafamiliar. Y se recuerda con espanto un hecho que derribó todos los límites en febrero 2020: el triple crimen de Empalme Graneros, cuando acribillaron a tiros a una pareja con su hijita de 1 año en una moto. Incluso hubo testigos que dijeron que la beba fue rematada por un tirador.
Ese hecho mantuvo su excepcionalidad durante el año pasado. Pero este año, en los primeros seis meses, ya se registraron nada menos que tres episodios similares. A fines de enero en Ybarlucea, cuando masacraron a Elena Giménez, de 1 año, y a sus padres al salir del casamiento de una pareja de imputados por venta de drogas. En abril Ciro Caminos, de 1 año, fue asesinado adentro de un auto en barrio Larrea; su padre murió en el momento, su madre días después y un hermanito sobrevivió. Lo mismo pasó en junio en Tablada cuando Ambar Morera, de 6 años, fue asesinada con sus padres; entraban a un pasillo a visitar a su abuela.
Un recién nacido abandonado junto a un contenedor de residuos y otra beba de un año asesinada en una balacera contra una casa en Villa Gobernador Gálvez llevan a cinco —tres más que en todo 2021— la cantidad de menores de 14 años asesinados en lo que va del año en el departamento Rosario.
Expuestos
En cuanto los adolescentes, más allá de que aparecen otros vínculos con la criminalidad en algunos casos, se ve que que a medida que crecen y están más tiempo en la calle se exponen más a la muerte violenta si viven en barrios tomados por la violencia. Al menos trece de las 24 víctimas de entre 15 y 19 años registradas este año estaban en la vereda o en la puerta de su casa cuando fueron alcanzadas por balas que no está claro para quiénes eran.
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También hubo más adolescentes asesinados en aparente venganza o por broncas previas. Brian Oviedo, de 18 años, fue abordado el 2 de enero en una fiesta en Villa Gobernador Gálvez y apareció muerto de dos tiros en un camino rural de Alvear; Milton Gordillo, de 17, estuvo desaparecido cuatro días hasta que apareció muerto a la vera del arroyo Saladillo cerca de Puente Gallego; muy parecido al crimen de Kevin Usandivaras, de 17, hallado con un tiro en la sien en el arroyo Ludueña; a Uriel Jofre lo corrieron hasta la casa para matarlo a balazos en 27 de Febrero al 7800, a 25 metros del complejo penitenciario Nº 5.
La criminalidad también se llevó por error la vida de Brian Sperling, de 16 años, que en abril recibió balas que al parecer eran para otro adolescente al abrir la puerta de una casa en Empalme Graneros. Cinco días después, en el mismo barrio, Marianela Orellana murió baleada en el auto que manejaba un amigo contra el cual se presume que era el ataque. Además de ella hubo otras dos chicas de esa edad asesinadas en lo que va del año. Elisabet Arminchiardi, alcanzada por una ráfaga de balas disparada al voleo en el Bajo Ayolas, y Stella Maris Chávez, una piba de 19 años apodada “Nachi” que en su barrio del extremo oeste era conocida por vender drogas sentada en un viejo sillón ubicado en un pasillo de tierra.
¿Todo narco?
El crimen de Nachi puso en foco otra situación que parece generalizarse: cada vez más mujeres involucradas en el narcomenudeo, a veces como sustitutos de familiares y allegados que dejan vacantes al caer presos o muertos. Tres meses atrás este diario dio cuenta de ello cuando la mayoría de los asesinatos de mujeres se daban en ese contexto. Ahora se puede asegurar que al menos nueve de los 27 hechos tienen que ver con la venta de drogas, atajo al que cada vez más personas —sobre todo a partir de la pandemia— en situación de vulnerabilidad socioeconómica apelan lisa y llanamente para sobrevivir.
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Débora Andino fue asesinada en enero cuando cursaba un embarazo de seis meses y sicarios irrumpieron en su casa de Viamonte al 7300 para matarla delante de sus hijos. Lidia Menseguez recibió cuatro tiros mientras atendía un búnker histórico de Liniers al 300 bis. Otras dos mujeres fueron asesinadas en viviendas donde según los vecinos se vendía droga, en un Urquiza al 6000 y en Ayacucho al 4000.
Pero eso no quita que entre los trece casos cuyos móviles aún se investigan pueda haber banditas narco detrás, ya que son gavillas polirrubro que retroalimentan la venta callejera de drogas con otros delitos violentos como extorsiones y usurpaciones. Como en otros años, hubo casos de mujeres asesinadas en venganza contra familiares o sindicadas como testigos en causas judiciales.
Infamias
Pero la característica de este 2022 es que ya arroja hechos inéditos en los cuales la violencia —en rigor, quienes la empuñan— derriba otro límite para seguir avanzando. En abril, por caso el mes con más homicidios de la historia reciente, Magdalena Acosta encaró a unos tiratiros del barrio para que dejaran de disparar en su cuadra de Ludueña. Le respondieron matándola de diez tiros frente a todo el vecindario. Ayelén González retó a un chico de 14 años que andaba pistoleando por las calles donde jugaba su hijito. El adolescente, inimputable y con espeso historial familiar en el mundo del hampa, la asesinó a la salida de una fiesta.
¿Quién podría decir que no hay un trasfondo vinculado a narcogavillas en el crimen de Brenda Bravo, asesinada en marzo mientras estaba con otras cien personas en una fiesta callejera en Ludueña y dos tipos en moto empezaron a disparar al voleo desde la esquina? Tampoco se puede omitir que el contexto narco, como es sabido, se caracteriza en Rosario por una creciente proporción de lo que en las guerras se postula bajo el eufemismo de los “daños colaterales” y aquí se acumulan en lo que podría denominarse “crímenes por error”.
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Brenda del Valle Bravo, tenia 24 años y una hija. Recibió dos impactos de bala en medio de una fiesta callejera el domingo en barrio Ludueña.
Foto: Facebook.
Andrea Longhi, de 47 años, fue asesinada el 5 de enero al abrir la puerta de su casa de pasaje Franco al 1900 porque creyeron que allí funcionaba el búnker de la cuadra. También se presume que fue por error que mataron a Ambar y a su mamá en el triple crimen de Tablada en mayo.
Otros motivos
Fuera de ese contexto, que en principio —y hasta el momento— no se investigan como femicidios, hubo tres crímenes determinados por la violencia de género: el de Melani Juárez, una chica de 21 años que recibió 14 puñaladas en su habitación de una pensión céntrica; Nara Acosta, una bonaerense de 33 años hallada muerta en un jacuzzi del hotel donde se alojaba con su pareja, y Nora Escobar, enterrada en el patio de la casa donde había vivido con su ex marido. Los tres casos tienen a los sospechosos presos.
En tanto, dos mujeres fueron asesinadas en ocasión de robo: una fue Sandra López, atacada en su negocio de cotillón de barrio Godoy por una mujer que se llevó del lugar artículos de escaso valor, y Nelly Diaz, de 92 años y brutalmente golpeada por alguien que trepó desde la calle al balcón del primer piso donde vivía para robarle algo de dinero.