La descarnada guerra que se vive en las calles de la ciudad entre bandas o franquicias de grandes marcas narco que disputan a sangre y fuego los territorios para imponer su negocio, y que carecen de todo tipo de códigos, destruyó este viernes a otra familia. Como ocurrió en febrero pasado con un matrimonio y una beba asesinados a la salida de un casamiento en Ybarlucea. Fue poco después de las 19.15 en Colombia al 1300 bis, en el barrio Larrea. A bordo de un Audi A4 negro estaban un joven de 28 años; su pareja, de 26; y los hijos de ambos, de 1 y 6 años. Entonces delante de ellos paró una camioneta de la cual bajaron cuatro hombres fuertemente armados, rodearon el auto y descargaron más de 30 balazos de grueso calibre sin mediar palabras ni mirar quiénes estaban en el interior del vehículo. Los proyectiles mataron en el acto a Marcos Máximo Caminos y dejaron malheridos a su pareja, Micaela Bravo, y al más pequeño de sus hijitos, Ciro. El otro nene, Bautista, pudo bajar del vehículo apenas los sicarios escaparon y buscó refugio en la casa de su abuela, sano y salvo físicamente. En un auto particular la chica y el bebé fueron trasladados por sus vecinos al Hospital Eva Perón de Granadero Baigorria. Allí, la joven quedó internada en grave estado, pero Ciro llegó sin vida.
La investigación del atroz ataque mortal quedó en manos de la División Homicidios de la Agencia de Investigación Criminal (AIC) y de la fiscal Georgina Pairola quien, por pedido de los pesquisas y a sabiendas de que el muchacho asesinado tenía antecedentes por infracción a la ley de drogas, ordenó allanar la casa donde vivía Micaela junto a su madre y los niños. Entonces, en la requisa a la vivienda de Colombia 1320 bis se hallaron unos 6 kilos y medio de marihuana, 67 gramos de cocaína fraccionada para la venta, dos armas de fuego, municiones y dinero en efectivo. A partir de ese hallazgo no quedaron dudas de que el ataque había tenido una motivación ligada al negocio del narcomenudeo y la violenta disputa territorial que azota las calles rosarinas.
En su edición de ayer, La Capital publicó con la firma de Leo Graciarena una extensa radiografía de esa disputa callejera en la zona noroeste de la ciudad bajo el título “Tambores de guerra en Ludueña y Empalme Graneros con un mar de fondo embravecido”. Allí se cuenta que “la ciudad transita una serie de batallas por el control de las calles en al menos siete barrios de la zona norte. Con epicentro en Ludueña y Empalme Graneros, la guerra entre dos de las grandes marcas de la violencia armada autóctona amenaza con expandirse hacia los barrios Fisherton Industrial, Larrea, 7 de Septiembre, Arroyito Oeste e Industrial”.
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También sostenía que “Ludueña pareció marcar el pulso de la muerte violenta los últimos diez días. Lo que comenzó con el doble crimen del policía en disponibilidad Sebastián Eduardo Ibarra y su vecino Iván Nicolás Ferreto el 12 febrero en Vélez Sarsfield al 5500, se vio potenciado en los últimos diez días con las ejecuciones de Cristian Leonel “Larva” Fernández (un hombre ligado a Los Monos) el 14 de abril en Gorriti al 6200, y la de Joel Bulnette (mano derecha de Fran Riquelme, un joven vinculado a Esteban Alvarado) el miércoles en Felipe Moré 600 bis”. Y agregaba la nota que “los partes del frente de batalla no auguran un futuro mejor”.
Cuando los diarios impresos aún no habían llegado a los quioscos de los canillitas, ese vaticinio se hizo realidad. El mencionado barrio Larrea fue el escenario del doble crimen de Marcos Caminos y su pequeño hijito Ciro. El futuro se había convertido en presente.
Emboscados
Eran las 19.15 del viernes cuando Marcos Caminos estaba sentado en la butaca del conductor de su Audi A4 negro con vidrios polarizados. Junto a él estaban su pareja, Micaela Bravo, y los dos hijos de ambos: Bautista y Ciro. El vehículo estaba estacionado frente a la casa donde vivían junto a la mamá de la joven. Quizás charlaban de “negocios”, de sus cosas de todos los días, de los proyectos que una pareja joven pudiera tener. Mientras tanto los chicos hacían de las suyas. Pero esa tranquilidad se rompió de golpe cuando una camioneta blanca apareció por calle Colombia y se cruzó delante del auto familiar.
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Micaela Bravo, de 26 años, está en grave estado. Marcos Caminos, de 28, recibió al menos quince tiros.
Es probable que Marcos y Micaela no hayan tenido tiempo de reaccionar. De la camioneta blanca bajaron cuatro hombre fuertemente armados que se pararon frente al Audi y empezaron a vaciar los cargadores de sus pistolas. Los peritos de la Agencia de Investigación Criminal que inspeccionaron el vehículo un par de horas más tarde contaron al menos 38 impactos en los laterales además de los que puedan haber atravesado el parabrisas que estalló en pedazos. Sobre el pavimento de Colombia al 1300 bis los pesquisas levantaron más de 40 vainas servidas calibre 9 milímetros.
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Con la brutal faena concluida, los sicarios volvieron a subir a la camioneta y huyeron del lugar. Entonces los vecinos salieron a las puertas de sus viviendas para ver qué había sucedido y dieron aviso a la Central de Emergencias del 911. Cuando los primeros móviles llegaron, los policías encontraron dentro del Audi a Marcos muerto. Su cuerpo había sido alcanzado al menos por 15 proyectiles. Dentro de la casa donde vivía la pareja junto a la mamá de Micaela estaba refugiado el pequeño Bautista, único ileso de la masacre. A la joven y a Ciro ya se los habían llevado en un auto particular hasta el Hospital Eva Perón donde el menor llegó sin vida y anoche ella seguía internada en estado crítico tras ser alcanzada por disparos en el cuello, el pecho y el hombro izquierdo.
Con la presencia de la fiscal Pairola en el lugar, los pesquisas de la AIC se pusieron a relevar la escena criminal, a buscar testigos que como ocurre en este tipo de hechos suelen ser escasos o "mudos", a rastrear cámaras de seguridad públicas o privadas que puedan haber registrado lo ocurrido y a rastrillar la zona en busca de posibles pruebas. En ese marco, una de las patrullas llegó hasta la esquina de Cullen y Génova, a 600 metros de la casa de Colombia al 1300 bis, y se topó con una camioneta Ford Ranger blanca que estaba incendiándose y que respondería a las características del vehículo usado por los sicarios. En el primer chequeo de datos sobre el rodado se supo que tenía pedido de secuestro activo por haber sido robado la semana pasada. Pero en su interior no se halló nada que conduzca a los homicidas. Dicen los pesquisas que seguramente los estaban aguardando en algún otro auto para escapar de la zona.
En tanto, la fiscal Pairola le pidió al juez de Garantías en turno una orden para allanar la casa donde residían las víctimas y en su interior se hallaron 8 panes, dos trozos compactos y una bolsa de nailon conteniendo marihuana, todo lo que pesó 6,384 kilos; 81 sobrecitos de cocaína que pesaron 67 gramos; 7.960 pesos; un billete de 100 dólares; un revólver calibre 38 Special; una escopeta Scort calibre 12.70 y municiones calibre 38, 11.25 y 9 milímetros. Ante el hallazgo de estupefacientes, la fiscal dio intervención a su par de la Justicia Federal por la infracción a la ley de drogas.
Lazos y balas
Acerca de Marcos Caminos, el muchacho al cual los sicarios fueron a buscar y ejecutaron, fuentes de la pesquisa aseguraron a este diario que “no contaba con antecedentes penales” y que tenía un lazo de parentesco directo con Roberto “Pimpi” Caminos, el ex líder de la barra brava de Newell's Old Boys asesinado de cinco balazos la madrugada del 19 de marzo de 2010 en un oscuro bar de malas juntas que funcionaba en Servando Bayo al 1400. Como instigador de aquel homicidio cometido en el marco de la disputa por la jefatura del paravalanchas leproso, algo que nunca estuvo ajeno al negocio narco, fue condenado en 2017 Diego “Panadero” Ochoa, sucesor de Pimpi en la barra, a 11 años de cárcel. En tanto, en un juicio previo y por la ejecución del asesinato habían sido sentenciados René Ungaro y Carlos Alberto “Betito” Godoy a 11 años de prisión como autores materiales, y Emanuel Suárez como partícipe secundario a 6 años y medio de cárcel.
Tras el homicidio de Pimpi el sureste rosarino, en el otro extremo de donde mataron el viernes a Marcos, se convirtió en escenario de la antesala de la guerra por el control de las calles que todavía vive la ciudad. Una disputa de la cual no fueron ajenos los herederos del ex jefe de la barra, como su hijo Alexis, quien en 2019 recibió su primera condena penal por matar de once balazos en abril de 2012 a Claudio Fernando Ruiz, con el cual tenía cierto parentesco. Y que en octubre del año pasado aceptó la unificación de esa pena con otra a 20 años de prisión en su condición de jefe de una asociación ilícita, coautor del crimen de Mariela Miranda ocurrido en 2016 y por hechos de amenazas, coacciones y robos a vecinos para usurpar sus viviendas.
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En ese marco de enfrentamientos, el mismo día que Alexis Caminos fue apresado en 2016 se produjo un tiroteo entre los ocupantes de un Citroën C4 y unos muchachos en Grandoli y Esteban de Luca en el que resultó herido un pibe de 22 años. Entonces fueron detenidas siete personas, entre quienes estaba un primo de Alexis, Gabriel “Gury” Caminos, entonces de 18 años y domiciliado en la zona noroeste. Cuando los pesquisas investigaron el pasado de Gury les saltó que junto a su hermano Marcos Caminos habían estado involucrados en el homicidio de Marilyn Fernández, una chica de 15 años que quedó en medio de un tiroteo entre bandas tras una fiesta de cumpleaños en el barrio 7 de Septiembre en marzo de 2015.