Era enero de 2021, a menos de un año de desatada la pandemia de Covid-19, comenzaban a aplicarse las primeras vacunas de fabricación rusa Sputnik V al personal de salud y grupos de riesgo, y eran más las dudas y los fantasmas que las certezas. "Estábamos en la cola y dijimos este es el lugar donde comenzar a hacer un estudio y así lo empezamos a hacer poco después", recordó el titular del Centro Único de Donación, Ablación e Implante de Órganos (Cudaio), Armando Mario Perichón, que trabajó después durante un año en la recolección de 1.500 muestras de las cuales se procesaron 1.021 que cumplimentaron con el protocolo y que junto al Instituto de Biología Molecular (IBR) y el Instituto de Inmunología Clínica y Experimental de Rosario, trabajó en el procesamiento y análisis de datos. Un estudio que ya a fines del año pasado adelantó importantes aportes y ahora, luego de tres meses de intercambio con científicos internacionales, se publicó en Frontiers in Inmunology, una de las revistas científicas internacionales más destacadas del mundo.
"Esto muestra una vez más que la ciencia explica las cosas con su tiempo y muestra que no hay que hablar de más", recalcó el director del Cudaio, que pensó e impulsó la investigación junto a los equipos del centro y recordó el contexto. "Era enero de 2021, por entonces se decían y se dijeron miles de cosas de la vacunas contra el Covid. Esto llevo tiempo, años: un año de trabajo de campo y otro de evaluación que termina justamente refutando todo lo que se dijo sin fundamento", agregó.
En tanto, el investigador del Conicet y responsable del Instituto de Inmunología Clínica y Experimental de Rosario, Oscar Botasso, subrayó que la decisión de publicar el estudio muestra que, a criterio de sus pares a nivel internacional, la investigación cumplimentó "una pormenorizada adherencia a los estándares metodológicos ampliamente consensuados por la comunidad científica" del mundo, lo que determinó su aceptación.
El proceso de toma de muestras que se realizó en los vacunatorios del Ministerio de Salud de la provincia llevó su tiempo, ya que a cada una de las personas que participaron del estudio se les tomó una muestra inicial (llamada basal) en la previa a la primera inoculación, que en ese momento solo se hacía con la vacuna Sputnik, y luego en forma periódica a lo largo de un año y dos meses.
“En ese momento veíamos dos grandes problemas: primero, lo que todos sabemos de esta vacuna, que era discutida en nuestro país y que teníamos evidencias científicas de otros lugares que el uso de este tipo de vacunación con vectores virales habían dado muy buenos resultados, incluido gente que en Rusia había trabajado sobre este tema. Y por otro lado, era utilizar una vacuna vectorial que en Argentina nunca se había usado”, indicó Perichón.
Ya con los resultados, pero con un caudal de información que requirió del acompañamiento tanto de los investigadores del IBR como del Instituto de Inmunología Clínica y Experimental para su procesamiento y análisis, las primeras respuestas estuvieron en el último trimestre de 2022. Y en enero de este año, Cudaio e investigadores dieron un paso más y lo presentaron para su aceptación en una de las revistas más importantes del mundo, Frontiers in Inmunology.
Se trata de una publicación fundada en 2007 por dos investigadores del Swiss Federal Institute of Technology (EPFL) de Lausanne, Suiza, y es actualmente la tercera de las publicaciones más citadas del mundo científico. La publicación del estudio llevó en estos meses otro tiempo de trabajo y contraposición con científicos del todo el mundo.
"Fueron meses de debate con expertos en vacunas de diferentes países, casi un examen, hasta que el comité editorial autorizó la publicación de los resultados, lo que se hizo el 17 de abril pasado", contó el director del Cudaio.
Evidencia local al mundo
En su momento, por el escenario de completa incertidumbre y desinformación, generar evidencia local fue clave. Botasso señaló a La Capital que "si bien la pandemia atravesó a todo el planeta, los contextos epidemiológicos exhiben particularidades propias de las características no sólo biológicas sino también socio-económico-culturales de cada región o país, y atento a ello es necesario analizar las distintas facetas de la patología en función de los distintos tiempos y lugares, como así también los perfiles de las poblaciones sobre las cuales impacta".
Así, durante el proceso, los 1.021 casos bajo investigación se agruparon en cuatro grupos estadísticos. Los que recibieron primera y segunda dosis de Sputnik V entre los 21 y 28 días, tal como lo establecían las recomendaciones del laboratorio fabricante, y un segundo grupo que recibió una primera dosis de la vacuna rusa y la segunda, ante las demoras, recibió Moderna en un plazo diferido de los 28 días de recomendación.
En un tercer agrupamiento se analizó a quienes recibieron Sputnik como primera y segunda dosis, pero en plazo diferido, y en un cuarto y último grupo se ubicó a los adultos mayores que en algunos casos recibieron dos dosis de vacuna rusa y otros, la segunda dosis fue de Moderna, pero donde fundamentalmente se buscó indagar la producción de anticuerpos.
"Lo primero que vimos es que todas fueron altamente eficientes en la producción de anticuerpos, incluso en los esquemas heterólogos -es decir donde primera y segunda dosis se hacen con vacunas producidas con diferentes plataformas-", detalló el titular del Cudaio y agregó que el segundo dato "más llamativo y menos esperado" fue que "a diferencia de lo que todos pensaban, el diferimiento de la aplicación de la segunda dosis de vacunas, también era altamente satisfactorio en la producción de anticuerpos".
Sobre los adultos mayores, otra sorpresa, fue que a diferencia de otras vacunas "todas fueron eficientes y no generaron menos anticuerpos que el resto de los grupos etarios", indicó el médico y agregó que "ahora lo que queda abierto a nuevas investigaciones es si eso se debe a que habían tenido contacto previo con algún adenovirus o si estas nuevas las plataformas para la fabricación de vacunas son más inmunogénicas".
Que todo ese proceso de investigación y análisis, esté a ahora a disposición de la comunidad científica internacional, no es para nada menor. Botasso fue quien explicó que justamente "una característica del conocimiento científico es la sistematicidad, entendida como algo que se inserta dentro de un sistema al cual confluyen aportes de diversos ámbitos. Y esto permite ir definiendo el perfil de la evidencia para cada tema en cuestión".
El investigador señaló que "poder insertar el avance ganado a través de una investigación exige una pormenorizada adherencia a los estándares metodológicos ampliamente consensuados por la comunidad científica", así es que "cuando ese requisito se alcanza y el juicio por los pares indica que el trabajo cumple con tales exigencias el mismo pasa a ser aceptable para su publicación. Y si uno considera que los méritos del estudio son de valía puede aspirar incluso a que la publicación se concrete en una revista de circulación primaria de alto impacto".