El 11 de marzo de 1994 asumió Eduardo Vicente Mirás, el obispo que gobernó la diócesis durante 12 años, hasta el 2006 cuando el Vaticano aceptó su renuncia. Fue el tercer arzobispo de la ciudad y si bien era oriundo de Buenos Aires decidió vivir en Rosario hasta ayer, cuando falleció en un sanatorio local enfermo de Covid.
Se caracterizó por un estilo sereno y pausado. Intelectual y estudioso, le gustaba estar en la calle y cerca de la gente. Se destacó por su perfil mediador. De hecho, durante su tiempo de gobierno de la Iglesia rosarina tuvo que calmar los ánimos en Fisherton cuando la comunidad se dividió por la remodelación del templo Cristo Rey. También intervino en un conflicto entre vecinos en Pichincha, pero tal vez el hecho más emblemático fue su presencia en Villa Banana aquel diciembre violento de 2001 cuando fue a defender, con el diálogo, a los vecinos de la policía.
Cuando Mirás, nombrado por Juan Pablo II, asumió el liderazgo de la Iglesia local, gobernaba la ciudad Héctor Caballero y la provincia Carlos Reutemann, ambos fallecidos.
En su homilía inaugural declaró que la Iglesia tenía "una misión frente a la crisis espiritual de la sociedad contemporánea", según recogen las crónicas de La Capital del 11 de marzo de 1994.
Fue el tercer arzobispo de Rosario (y el quinto obispo). Antes fue obispo auxiliar de Buenos Aires y Juan Pablo II lo promovió a Rosario el 20 de noviembre de 1993 para luego tomar posesión el 11 de marzo de 1994. Renunció tras haber alcanzado el límite de edad el 22 de diciembre de 2005.
Durante su mandato, pronunció duros discursos como el del 1º de mayo de 2001, cuando defendió con firmeza los derechos de los trabajadores y fue aplaudido por los gremialistas: "El trabajador se ha convertido en un rehén, obligado a aceptar la precarización de sus condiciones laborales para no perder el empleo". "El actual sistema económico y social privilegia a pocos" fueron también algunas de sus palabras en el Día del Trabajador de aquel año ante sindicalistas e integrantes de la comunidad religiosa de la parroquia San José Obrero del barrio La Florida.
No se dejaba arrastrar por el pesimismo y solía terminar sus homilías hablando de la esperanza. En aquél año pronunció: "Pese a todo, tenemos esperanzas de que algo cambie en nuestro país. Esperanza de recrear a nuestros vínculos sociales, de intentar juntos la construcción del bien común, de lograr que el rumbo de nuestra patria sea acordado con el consenso de todos y no dependa del pensamiento mesiánico de unos pocos". Lo notable de sus palabras es que se podrían aplicar perfectamente al día de hoy.
En Villa Banana
El periodista Lucas Ameriso recuerda con nitidez aquellos días de diciembre de 2001 cuando Mirás intervino para frenar un enfrentamiento en Villa Banana: "En plena efervescencia del 19 y 20 de diciembre de 2001, cuando la clase media golpeaba las cacerolas contra la puerta de los bancos y se desataba una de las mayores crisis de la democracia, en los barrios el hambre y las necesidades se venían multiplicando hacía meses. En la zona oeste, al igual que en otros puntos de de la ciudad, los saqueos, las escenas de vandalismo y las refriegas con la policía eran la postal de la Rosario profunda. Hasta allí, y percibiendo que la fe debía estar cerca de los más necesitados, llegó el por entonces arzobispo de Rosario. Arribó solo, de traje negro, y con tono pausado comenzó a interceder entre los jefes policiales y los referentes barriales, en medio de una lluvia de piedras y de balas de goma. Se plantó en plena calle, en la zona de Felipe Moré y Presidente Perón, muy cerca del Distrito Oeste, para encontrar una solución en base al diálogo".
El comunicador amplió: "Sus zapatos negros bien lustrados se distinguían entre los borceguíes y las ojotas y sandalias de los vecinos. Logró un cese de la confrontación, convocó a las partes, charló, pidió una tregua, un instante de paz entre tanta locura y desconcierto. Lo hizo con la palabra pausada y escuchando a los demás. Luego vino el resto. El vendaval que dejó a la Argentina en la cornisa en aquellas jornadas intensas y dolorosas".
Mirás habló con La Capital en una nota en la que sostuvo que "las fuerzas de seguridad fueron desbordadas" y convocó a los fieles a rezar por la paz aquel domingo en las iglesias de Rosario.
Para el prelado, los robos y los cacerolazos fueron la manera del pueblo "de decir que ya no quiere saber de qué se trata, sino que quiere que se lo atienda y se lo tenga en cuenta".
La presencia de Mirás en el descontrol que se vivió en Villa Banana llamó la atención de muchos. Es que pocos recuerdan a un arzobispo ingresando al lugar de los saqueos para tranquilizar a la gente. El prelado expresó: "Si hiciera falta lo volvería a hacer".
En Pichincha
Tal vez fue Mirás la primera y única autoridad que se animó a interceder por los vecinos de Pichincha, cuando empezaban las denuncias en esa zona. Fue en marzo de 2001. Por entonces La Capital informaba: "El barrio Pichincha está que arde por la instalación de nuevos boliches. El arzobispo debió interceder para calmar a los vecinos de las disco", sobre todo porque había amenazas de acciones violentas y una vez más Mirás se prestó a interceder por la paz entre los vecinos.
"El arzobispo de Rosario, monseñor Eduardo Mirás, debió interceder para que un grupo de vecinos de ese barrio no hiciera "justicia por mano propia", hartos de las noches que de jueves a domingo les hacen pasar los boliches instalados en la zona. La bronca, sobre todo de los que viven por avenidas Rivadavia y del Valle, los llevó a amenazar con acciones violentas, como el uso de bombas Molotov, quema de gomas y cortes de tránsito, porque a las cinco disco ya instaladas se sumarán en breve otras dos", se lee en la nota del 31 de marzo de 2001.
Mirás fue reconocido por sus pares que lo eligieron para que presidiera la Conferencia Episcopal Argentina en la que intervino activamente.
El padre Ignacio
Una persona que lo valoró como un "amigo y un padre" fue Ignacio Peries. Así lo declaró el sacerdote de barrio Rucci en una nota que este diario publicó en abril de 2012.
Allí Peries confesó que se quedó en Rosario "sobre todo por monseñor Eduardo Mirás", a quien definió como "un amigo, un padre, un compañero incondicional. Tengo mucho que agradecerle porque me ayudó, me corrigió, me orientó y gracias a él estoy en Rosario", contó en ese momento y recordó que Mirás fue el que pidió con todas las fuerzas que se quedara en esta ciudad cuando el superior de la orden de la Cruzada del Espíritu Santo quiso que el sacerdote fuera a otro destino.
Papa Francisco
Mirás fue un referente en la ciudad, más allá de sus años como arzobispo. Por eso, cuando fue elegido Jorge Bergoglio como autoridad suprema de la Iglesia Católica, su opinión al respecto fue publicada por los medios de comunicación. En ese momento dijo a La Capital: "La alegría es inmensa para toda la Iglesia, no solo para los argentinos, sino también para todo el mundo, porque Bergoglio es un gran pastor que infundirá gran fortaleza a la Iglesia, y es lo que se necesita ahora. Por eso Dios eligió al cardenal argentino", subrayó Mirás a pocas horas de que asumiera el nuevo Papa Francisco.
Los 90 años
Hace apenas dos años Mirás celebró su 90 cumpleaños con una misa en la catedral que resultó un emotivo encuentro con quienes lo acompañaron a lo largo de su vida.
En esa misa pronunció una homilía en la que manifestó su deseo de "expresar a Dios el agradecimiento de haberme permitido llegar a una fecha longeva, momento singular que me motiva a recordar los beneficios que me ha concedido a lo largo de estos 90 años. Los muchos años vividos me permiten ser testigo del amor ilimitado que él tiene a todos sus hijos. Es tiempo de agradecer y de renovar compromisos una vez más".
En esa oportunidad, también quiso pedir perdón: "Para mí es tiempo de pedir perdón a Dios y a toda la comunidad por la pobreza de mi respuesta al amor de Cristo y a la comprensión que todos me han brindado siempre. Perdón por los empeños pastorales que no abordé, y por los ejemplos de vida evangélica que no supe dar", concluyó con palabras que podrían tomarse como su despedida pública.
Mirás falleció el 24 de febrero, y hoy se celebrará una misa exequial en la catedral Nuestra Señora del Rosario.