Toda la expectativa y toda la emoción quedó reducido a la previa. El partido más esperado por los rosarinos entregó muy poco, no hubo grandes razones para entusiasmarse y así se redondeó uno de los clásicos peor jugados de los últimos años. El 0-0 fue el fiel reflejo de un enfrentamiento que pasará rápidamente al olvido. Pero dejando de lado la escasez de virtudes y de brillo, el empate le quedó mejor a Central que a Newell’s, porque lo consiguió de visitante y porque le sirvió para estirar a 15 años la racha sin derrotas en el Coloso, justo el día del cumpleaños de Miguel Ángel Russo, ganador del duelo táctico con Gabriel Heinze aunque el dispositivo que implementó no haya sido suficiente para la conquista de los tres puntos.
Por situaciones de gol, aunque hayan sido contadas, Central estuvo más cerca del triunfo. Le faltó fineza en la definición para llevarse todo y así coronar el plan orquestado por Russo, un entrenador hecho para esta clase de partidos. Es que desde su sapiencia preparó el encuentro que más le convenía al equipo. Si bien no ganó, seguramente se retiró satisfecho del Parque, como habrán quedado los hinchas canallas por prolongar la serie invicta en el Coloso y por tener en el banco a un DT que no sabe lo que es perder contra su clásico rival. Un logro que estiró a 5 victorias y 5 empates. Una serie nada usual.
Aplicado y siguiendo al pie de la letra la planificación de Russo, el conjunto auriazul pensó primero en hacerse fuerte desde atrás y luego en utilizar la fórmula del cabezazo como principal opción de ataque, ya sea desde una pelota parada o en movimiento. La línea de cinco que paró el entrenador mantuvo lejos de su arco a Newell’s, que de por sí volvió a evidenciar los enormes problemas para pisar el área contraria con fuerza pese a ejercer la posesión. Una tenencia que fue estéril.
Newell’s fue el mismo de costumbre. Heinze utilizó la formación y el esquema estables, con el retorno de Juan Sforza. Y trató de jugarlo con pelota al pie. Pero fracasó en el intento. Por culpa propia. También de Central. Y en especial de Russo, que leyó el partido de antemano y le cerró los caminos. En el juego de planteos opuestos, el DT auriazul sacó ventaja y si Véliz hubiese acertado de cabeza al arco, otra hubiera sido la historia. También es cierto que las ocasiones de riesgo no fueron tantas, como para tener revancha ante esas pocas ocasiones fallidas.
Había tanto en juego de uno y otro lado que se peleó más de lo que se jugó. Nadie quería regalar la mínima ventaja, aunque Newell’s haya buscado arriesgar más que Central. Hubo nervios, imprecisiones, pases errados. El trámite durante varios lapsos fue ordinario y en ese desarrollo la visita salió favorecida. Desde su rol de huésped, apostó a que el trámite fuese cortado y así quitarle ritmo al equipo de Heinze. Y lo consiguió.
La mayor obligación era de Newell’s. Porque se jugaba en el Parque y porque desde 2008 que no ganaba el clásico de local. Estos jugadores y este plantel se encontraban ante la oportunidad de quebrar esa serie negativa y de llenar de felicidad al público rojinero. O, por el contrario, pasar a formar parte de ese listado de nombres que no consiguió ganarle a su tradicional rival. Y pasó esto último. Por tal razón el punto que sumó, si bien desde lo numérico no es catastrófico, ni mucho menos, vale menos desde el aspecto simbólico, desde lo que representa. Continúa siendo una deuda.
Por el contrario, el punto tiene otra dimensión para Central. Le sirvió para agrandar el historial de presentaciones sin perder en el Coloso, algo que siempre tiene su influencia en el ánimo de cualquiera, y para mantenerse en las principales posiciones de la tabla. No hay motivo para festejar pero sí para sentirse complacido. No es poca cosa con todo lo que representa el clásico.