Las vecinas que en los años 60 solían tocar la puerta del taller, recibir de manos de un ya reconocido Julio Vanzo "un marroncito" -en referencia a un billete- para comprarse un dulce en el kiosco del barrio, y que guardaron -o construyeron- en su memoria un sótano que nunca existió. Los relatos de sus alumnas Diana De Vasconcellos y María Luz Seghezzo, dos de las únicas tres que estudiantes que el pintor admitió en su estudio. Y las andanzas de su "pícaro" marchante Isaac Fernández que vivía a pocos metros sobre calle Moreno, del otro lado del parque.
Esos y otros relatos mínimos, cotidianos y barriales que hacen a la casona de Cochabamba 2010, esa obra levantada para sí por el arquitecto Ermete de Lorenzi en 1942 y que el artista plástico habitó hasta su muerte en 1984 son las que el Proyecto Memoria Casa Vanzo que llevan adelante desde Registro de Documentación del Museo Castagnino recolectó a lo largo de 2023.
Mariel Heiz y Alejandra Moreno integran el Departamento de Registro de Documentación del Museo Castagnino. A lo largo del 2023, tras recuperación de la Casa Vanzo y con la definición de que el espacio estaría ligado al museo, así como estuvo el artista a lo largo de su vida -integrante de la Comisión Municipal de Bellas Artes desde 1933 y secretario del museo desde 1937-, las especialistas comenzaron a indagar en la historia de la casona y de quienes la habitaron.
"Del inmueble, cuando lo recibimos teníamos datos generales: que la había construido De Lorenzi, que había pertenecido a Vanzo y luego a su sobrina, María Antonia Manzanel que fue quien la legó al municipio, pero también teníamos dudas", explicó Heiz.
Dibujo que le regala vanzo a Joaquin Chiavazza y aporta al archivo su nieto..jpg
"No sabíamos por ejemplo si en este espacio Vanzo había convivido con su esposa, la escritora Rosa Wernicke; y hay diferentes versiones de cómo la casa llegó a sus manos -continuó-. Unas dicen que su amigo Ermete se la vendió al irse a Buenos Aires, otras que la compró más tarde y la tercera que se la donaron importantes galeristas, pero no hay documentos que constaten o avalen esas versiones".
En el intento de reconstruir esos grises y huecos en la historia, y casi por casualidad cuando la casona frente al parque Independencia abrió sus puertas al público, nació Proyecto Memoria Casa Vanzo.
"Empezaron a acercarse personas y vecinos del barrio, algunos que conocieron a Vanzo y a Rosa, otros incluso cuyos padres habían tenido contacto con Ermete y cada uno traía sus relatos, en algunos casos documentos y registros que salen de la información y la historia hegemónica que se escribe en los libros", afirmó Heiz.
>>Leer más: Firman un acuerdo para la restauración integral de la Casa Vanzo
Esos relatos son los que el proyecto comenzó a registrar en una veintena de entrevistas, todas historias contadas en primera persona que "son impresiones subjetivas, aportes sobre al personalidad del artista, de la forma de manejarse con la gente y con el barrio, pero que hacen un aporte a la historia de esta casa y a lo que pasó en ella", dicen.
De quien más cuesta encontrar relatos es de Ermete De Lorenzi, que dejó la casa en 1945. Sin embargo, quien hizo grandes aportes a ese personaje y de su casa fue Pedro Sinópoli. No sólo porque su padre fue director del Castagnino durante 27 años, sino porque además fue íntimo amigo del arquitecto.
"El aportó gran cantidad de documentación e historias de ese tiempo", señalan y sobre todo, afirmaron que "trajo muchos relatos sobre el Ermete músico, que compartía con sus amigos sus composiciones y canciones". Nada raro pensando que a la casa le diseño un área específica de "pensar y hacer música", como aparecía en los planos.
Niñas del barrio y alumnas
Las mujeres rondan los 60 y entraron a la casa-estudio buscando un sótano que recordaban de su infancia, un sótano que sólo existió en su memoria infantil y que las acompañó durante décadas, pero que nunca existió. "Son mujeres del barrio que en los años 60 eran chicas y que se acercaron con sus recuerdos de cuando le tocaban la puerta del estudio a Vanzo y él les daba un marroncito (billete en pesos de la época), como ellas le decían, para ir al kiosco", contó Heiz sobre los relatos que llevaron esas mujeres anónimas.
Un recuerdo, además, de un estudio "un estudio repleto de obras y de materiales, mesas, además de cajones y de caballetes", cuenta, como bien lo retrató el fotógrafo Norberto Púzzolo en una imagen que actualmente está en el centro de la casa.
IMG-20230708-WA0010.jpg
Una convocatoria abierta, en agosto pasado, hizo que vecinos y otras personas ligadas a la historia de la casa acercaran sus relatos.
Las que llevaron historias e impresiones fueron Diana de Vasconcellos y María Luz Seghezzo; dos alumnas que Vanzo recibió en ese espacio. "Trajeron cartas que a lo largo de los años intercambiaron con el maestro y fotografías de esos días que ahora pasaron a ser parte del archivo documental", puntualizó la especialista sobre el material fueron recibiendo sobre la marcha del proyecto.
En los relatos, Seghezzo recordó que antes de admitirla como alumna, Vanzo la mandaba a dibujar una y otra vez, hasta que ingresó a la casa frente al parque. Distinta fue la experiencia de De Vasconcellos, que acercó a pedirle un aval para una beca y terminó manteniendo con el artista un vínculo de maestro-alumna por décadas.
Angélica Bustos, compañera de Vanzo en el diario La Tribuna, contó como Rosa, su esposa, lo iba a buscar al diario todas las tardes. Así como el nieto de Joaquín Chiavazza, mítico fotógrafo de ese medio, también se acercó no sólo con los relatos de su abuelo, sino incluso con dibujos que el artista le había regalado. "
IMG-20230708-WA0015.jpg
Rosa Wernicke, esposa de Vanzo, y uno de los retratos que el artista hizo de ella.
El "pícaro" marchante
Un personaje ineludible para quienes lo conocieron a Vanzo fue Isaac Fernández, que se presentaba como "marchante" del artista. No sólo porque solía ocupar con él una de las mesas del clásico bar de la esquina de Corrientes y Córdoba, sino porque además vivía a pocos metros del taller.
"Su casa estaba sobre Moreno, en diagonal a la Casa Vanzo, del otro lado parque. Todos decían que estaban siempre con Vanzo y siempre a su disposición", señala Heiz, que no deja de indicar que en los libros ya escritos sobre la vida y obra del artista se refieren a Fernández como "pícaro".
Tenía tarjeta de "marchante", sin embargo, no se le conoce otro artista que haya trabajado con él ni antes ni después. Fue la propia hija de Fernández la que se acercó a la casa y aportó los relatos de su infancia, que incluían a su papá y a Vanzo buscándola en la escuela, así como el aporte de documentos.
>>Leer más: Ya revitalizada, la Casa Vanzo se prepara para ser un centro de documentación del arte rosarino
"La apertura de la Casa Vanzo abrió un sinfín de historias junto con ella", dicen las integrantes del Departamento de Registro de Documentación del Museo. Así, quienes tengan relatos, documentos o información pueden escribir a [email protected]. En el mediano plazo, el objetivo es que toda la información sea procesada, desgrabadas las entrevistas y abiertas al público.