Entre la brecha y el default, el ministro de Economía, Luis Caputo, eligió jugar sus últimas cartas a contener la suba de los dólares paralelos, aun al costo de incrementar la percepción de riesgo sobre el pago de la deuda pública.
Con la economía real detonada y la recaudación en baja, el Tesoro nacional deberá pagar la masa de deuda que le pasó el Central
Por Alvaro Torriglia
Entre la brecha y el default, el ministro de Economía, Luis Caputo, eligió jugar sus últimas cartas a contener la suba de los dólares paralelos, aun al costo de incrementar la percepción de riesgo sobre el pago de la deuda pública.
En este marco se entiende la decisión que tomó de intervenir en el mercado financiero de divisas para enfrentar una sostenida corrida cambiaria que ya se empezaba a notar en los precios. La apuesta es política: cuidar el único pequeño activo que hoy puede mostrar, el relato de una desaceleración inflacionaria desde el pico al que la llevó en diciembre, a la espera de un cambio internacional que libere el crédito externo que le prometió al presidente y que el FMI le niega.
El ex ministro de Economía Martín Guzmán consideró posible que esa ayuda llegue en caso de que Donald Trump gane la presidencia de Estados Unidos. Y en el último informe de su consultora Suramericana Visión aseguró que la saga de anuncios iniciada con la extraña conferencia de prensa del 28 de junio apuntan en una misma dirección: acelerar la dolarización.
Caputo, en cambio, dijo el viernes que “pronto la gente va a tener que vender dólares para pagar los impuestos ya que el peso será la moneda fuerte”. Pero la palabra y los hechos no siempre coinciden. Por caso, el jefe de Gabinete aseguró el mismo día que “el gobierno no va a tirar más plata al mercado”, cuando el Banco Central acaba de abrir la canilla de reservas con ese fin.
En defensa de su argumento, el centro de estudios que dirige Guzmán computó, “de acuerdo con el criterio señalado por Caputo y Bausili” que la cantidad de dólares necesarios para convertir los pasivos remunerados en pesos del BCRA equivale actualmente a u$s 28.134 millones, desde los u$s 40.800 millones que había estimado el año pasado la consultora Anker, que integraban ambos funcionarios. Y recordó que tanto la aceleración de la migración de deuda al Tesoro como el esquema armado para intervenir en el mercado cambiario implica “una variación aún menor de la base monetaria y, por lo tanto, una convergencia más rápida a un valor necesario de dólares para dolarizar”.
En esta línea, la magnitud del crédito político necesario sería menor al préstamo que el propio Trump forzó a otorgar, vía FMI, a Mauricio Macri cuando estalló la crisis de 2018. Más allá de la creatividad discursiva del nuevo gobierno, la situación no es tan distinta. Tampoco sus protagonistas. Solo cambia la velocidad de caída, que es mayor.
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Con la economía real detonada y la recaudación en baja, el Tesoro deberá pagar la masa de deuda que le pasó el Central. Y con las reservas menguadas, pese a la recuperación de la cosecha, tendrá que hacer frente a un calendario cada vez más exigente de vencimientos en 2024 y 2025. La decisión de utilizar esos escasos dólares para jugarlos en el mercado cambiario profundizó la caída de los bonos y la suba del riesgo país.
El ministro exhibió, como señal de tranquilidad, el sexto superávit fiscal y financiero mensual del año. Con una caída de los ingresos del 14% en junio, el saldo a favor se logró con una reducción del gasto de 35,2%. Esta baja se centró en obras de infraestructura (-74,4%), jubilaciones (-17,8%) y subsidios (-74,2%), señaló el Centro de Economía Política Argentina (Cepa), que aclaró que Economía volvió a atrasar pagos a Cammesa, universidades y programas sociales. Si esto no hubiera sucedido, agregó, el resultado “hubiese sido un déficit primario de $ 700.000 millones y financiero de $ 1 billón”.
Como una síntesis del nuevo modelo, el centro de estudios subrayó que el gasto en intereses de deuda fue de $ 250.380 millones, “excediendo por ejemplo los recursos que se destinaron a la obra pública”.
Como ministro panza arriba, Caputo dejó entrever que no escatimará ajuste ni recesión para defender su apuesta política, hasta que lleguen los dólares salvadores. Parece que tampoco ahorrará oro de las reservas, ni eyección de funcionarios y consejeros ni cortocircuitos discursivos con el FMI. Como en 2018, el experimento no saldrá barato.