Es el final del debate. Uno de los candidatos para gobernar Santa Fe se lamenta porque no se lució en el tema que más había preparado. Se reprochaba que se trabó y olvidó cifras. Otro, que estaba a su lado, deja el estudio de Canal 3 y olvida sobre el atril los apuntes que usó durante toda la noche. Fue interesante ojearlos. Son esas mismas páginas que lo hicieron dar demasiados números para un televidente más relajado un sábado a la noche. Antes habían tenido que conseguirle un spray para mejorar su garganta. Fue el único que fue al baño apenas el debate estaba por comenzar.
Detalles menores que revelan el nerviosismo con el que los tres candidatos a gobernador vivieron el sábado a la noche esa especie de cierre de campaña que fue el debate televisado, un formato no del todo atractivo para el público pero que permite conocer un poco mejor a quienes se proponen para tomar decisiones que afectarán la vida de los santafesinos por los próximos cuatro años. Nada menos.
Está bastante estudiado que ningún debate, al menos bajo este formato, modifica las perspectivas electorales. Pero para eso es indispensable que se cumpla una condición: que no se cometan errores groseros. Y esa prueba fue superada por los tres postulantes. Salvo pequeñas equivocaciones a la hora de dar números, que inmediatamente corrigieron, ninguno pisó el palito.
Tal vez eso quitó espontaneidad al debate. No hubo cruces que atrajeran la atención del público, que debe haber usado el control remoto más de lo habitual.
Pero tan importante como el debate en sí, es lo que se diga de él después. Y para eso están los medios y las redes sociales, y eso sí puede afectar a los todavía indecisos que pueden definir la elección del próximo domingo.
Las tres vices
Un detalle del detrás de escena fue la presencia de las tres compañeras de fórmula de los candidatos. Alejandra Rodenas acompañó a Omar Perotti en el propio estudio donde se hizo el debate, un lugar de privilegio sólo reservado para dos personas por cada candidato. Fue su principal asesora.
En cambio, Anita Martínez siguió las dos horas de exposiciones desde una sala contigua al estudio con una sonrisa de aceptación que reforzaba cada vez que José Corral la nombraba. Y eso ocurrió varias veces. "Hay equipo" dijo ella al final del programa, cuando los candidatos compartieron todos juntos una cena privada.
Victoria Tejeda estuvo en la misma sala que Anita, pero más atenta a su celular que al aparato de televisión, y promediando el debate se retiró. En ese mismo espacio compartían la espera y seguían el detalle de las presentaciones desde un televisor la ministra Claudia Balagué y su par Gonzalo Saglione. También el diputado provincial Jorge Henn. Algunos de ellos comiendo más de lo recomendable, tal vez por la ansiedad o los nervios.
No hubo celebración al final del debate. Ni de ese sector ni del equipo de Cambiemos que tuvo a Federico Angelini y Gabriel Chumpitaz como fieles seguidores. Por el lado del frente Juntos, Leandro Busatto no se perdió detalle y caminó los pasillos hasta el final.
Jugar al empate
Tal vez en todos quedó la misma sensación: se consiguió el empate al que se había apostado para que la definición pase al domingo. Aunque habrá que resaltar que los tres candidatos estuvieron a la altura. Podrá decirse que este es un presupuesto básico para quienes se proponen para gobernador, pero no siempre se cumple.
Nada recordó a los suspiros de Nixon en aquella famosa entrevista televisiva con el periodista David Frost, ni los detalles que le hicieron perder el primer debate televisado con Kennedy. Ninguno repitió errores como el de Bush cuando en un debate similar y ante una pregunta miró su reloj y se la pasó dos años explicando por qué lo hizo.
Las imágenes no verbales no mostraron grandes momentos. Pero la impresión de la gente registra detalles que tal vez nadie pueda advertir. Al menos hasta el próximo domingo.