Para el consultor Lucio Guberman, tanto Omar Perotti como Pablo Javkin enfrentan dos factores que limitan su margen de maniobra: la escasez de recursos y una opinión pública poco tolerante a los errores de la dirigencia política. A su entender, el intendente arrancó mejor su gestión que el gobernador. Y evalúa que, mientras Javkin empezó el mandato con una “gestualidad abierta” y “buscando consensos”, Perotti está encerrado en “un discurso fiscalista” y en la disputa con su antecesor Miguel Lifschitz.
En la entrevista con La Capital, el también director del posgrado en Comunicación Política de la UNR analiza el presente y el futuro de dos de los protagonistas principales de la política provincial.
—¿Perotti tuvo un primer mes más complicado del que se preveía?
—Hay restricciones fiscales y de opinión pública. Todos los ejecutivos que arrancaron en diciembre pasado tienen la sensación de que tienen una opinión pública muy poco tolerante a los errores, a la falta de gestos de austeridad. Se sienten bajo la lupa y está bien, hay poca tolerancia. Perotti está tratando de instalar que parte de las restricciones fiscales que tiene se deben a la gestión anterior, pero ese enfoque tiene dos problemas. Por un lado, a la gente mucho no le importa el proceso político de gestión, sino que te evalúa por los resultados. Por el otro, Lifschitz es de los políticos santafesinos con mejor imagen positiva.
—Teniendo en cuenta esas restricciones, ¿cómo cree que debería haber encarado Perotti el tramo inicial de su mandato?
—Debería combinar lo que resulta su preocupación central, las cuentas públicas, los proyectos centrales que, sí o sí, va a cumplir. Veo poco margen para que eluda, por ejemplo, el compromiso electoral del boleto educativo gratuito. Hay que combinar esa predominancia del discurso fiscal con al menos una política positiva para, de alguna manera, articular dificultades con expectativas positivas.
—¿La oposición está en una actitud de bloqueo, como dice el gobierno?
—Me sorprendió que la relación con la oposición sea tan tensa de entrada, más sabiendo que los números, sobre todo en Diputados, favorecen a Lifschitz. Parecía más aconsejable ir por un camino más consensuado que de confrontación tan abierta. Sobre todo porque la impronta de Perotti como líder político ha sido la del consenso y la búsqueda de posiciones intermedias. No conozco si existe alguna situación personal o de la transición que haya motivado que la definición fuera la confrontación con Lifschitz, pero parece que el mejor camino para darle gobernabilidad a la provincia es combinar la agenda de las restricciones con la de lo que se va a hacer en positivo.
—¿Cuáles son los principales riesgos y desafíos que enfrenta Perotti en el año?
—La falta de acuerdos políticos, el bloqueo legislativo y hay que ver cómo evoluciona el frente fiscal. Están todos mirando mucho qué ocurre con la negociación de la deuda y los resultados fiscales de la Nación. Los gobernadores están mirando con mucha atención ese frente. La predominancia del discurso fiscal no es sólo en Santa Fe: en Entre Ríos y en Córdoba ocurre lo mismo. Pero sí se ve en las otras provincias un intento de acompañar la mirada fiscal con otras políticas que generen alguna expectativa. La hiperconcentración en lo fiscal puede generar cierto distanciamiento. A la gente los problemas de caja de los gobiernos no le importan.
—Pasemos a Rosario, ¿cómo vio el primer mes de Javkin?
—A pesar de tener las mismas restricciones fiscales y de opinión pública hay algunos elementos positivos puestos sobre la mesa. Javkin empezó con una gestualidad abierta, mostrándose él y al gabinete en barrios donde obtuvo sus peores cosechas electorales. Hay una búsqueda muy evidente de apoyo en los niveles nacional y provincial y en Rosario se nota más un inicio de gestión buscando los consensos y las políticas comunes que la exacerbación de las diferencias. Después es opinable, y habría que verlo con encuestas, si la consigna de “verano con respeto”, en el marco de una ola de inseguridad tan fuerte, funciona o no. De todos modos, está claro el intento del municipio de mostrar a los otros niveles más atados a la cuestión de la inseguridad. Ahí lo ayuda a Javkin la presencia de un ministro provincial muy fuerte en el área (se refiere a Marcelo Saín), con declaraciones muy estridentes que, como se dice en el fútbol, se lleva la marca.
—¿Qué diferencias de estilo de gobierno y comunicación ve entre Javkin y los anteriores intendentes socialistas?
—Lo veo mucho más fotografiado con los otros niveles de gobierno. En estos cuarenta días, Javkin tiene más fotos con el presidente (Alberto Fernández) y el gobernador que (la ex intendenta Mónica) Fein en ocho años. Parece un detalle pero en política esas cuestiones no son menores. La otra diferencia es la búsqueda de ser, como él mismo se define, un intendente más del territorio que del escritorio. Es una buena actitud inicial, pero el tema de estar en contacto con la demanda de la gente es que te la hace muy presente y hay que ver si se van dando las definiciones presupuestarias que permitan dar cuenta de esa impronta.
—¿Cómo imagina en el futuro la relación de Javkin con el socialismo?
—La variable principal en esa ecuación será la aprobación o el éxito de gestión de Javkin. Lo veo también al intendente tratando de volver al radicalismo, al menos poniendo una interlocución privilegiada con el espacio radical. Es importante la relación que él tiene con el radicalismo universitario: el rector de la UNR, María Eugenia Schmuck y muchos cuadros que vienen de esa extracción. Si uno mira el mapa nacional, Javkin termina siendo uno de los referentes más importantes del radicalismo. Tenés tres gobernadores radicales, pero Rosario tiene más o menos la misma población que toda la provincia de Mendoza. El está alejado personalmente del partido, pero tiende puentes a través de ese grupo de la universidad. Ese puede ser uno de los modos de Javkin de participar de un espacio no peronista opositor en lo provincial.
—¿Se puede proyectar algo en ese sentido hacia 2021?
—La restricción de la opinión pública hace que todos sean muy prudentes respecto de los juegos políticos propiamente dichos. Todos se tratan de mostrar muy enfocados en la gestión. Las noticias de la cocina de lo político irán más lentas que lo que circula.
—Parece que el escenario electoral se empezará a armar entrado el año próximo...
—Sin la gestión 2020, el 2021 parece muy lejos. Hay mucha preocupación por los presupuestos, por cumplir con los compromisos más básicos, como los salarios y el pago a proveedores. Ninguno se siente tranquilo como para aventurarse a la política partidaria, ni hablar de lo electoral.