“Mi hermano pudo haber sido un buen jugador de fútbol, pero la droga lo perdió. Hace 8 meses que estaba en rehabilitación”. Con el dolor reflejado en sus ojos, Arantxa, una de las hermanas de Matías Oroño, relató los últimos minutos en la vida de su hermano de 25 años baleado en las inmediaciones de Acevedo y Nazca, barrio Stella Maris. Matías era el único varón y el más joven de cuatro hermanos. “Salió a buscar droga. No tenía plata. Fue a que le fiaran. El no era de drogarse y quedar tirado. Venía y se quedaba en la casa. Se ve que el que vendía no le quiso fiar, llamó a los que lo protegen y llegaron dos en moto: «Vos pagá lo que debés y dejate de joder», le dijeron, y le pegaron cinco balazos. Herido corrió dos cuadras y cayó agonizante a la vuelta de mi casa. Lo llevamos al Heca, pero no pudieron hacer nada”, relató la mujer.
La víctima recibió los disparos en la región testicular, la zona lumbar y el brazo y la pierna izquierdos. Los vecinos sólo refirieron que fue atacado por dos hombres en una moto tipo enduro color blanca. “Acá ver gente que pasa en moto disparando es de todos los días. ¿Quién se va a poner a mirar quiénes disparan?”, comentó un vecino. “Lo que pasa es que hay muchos puntos de venta de drogas y los que pasan tirando no miden. Y en el medio quedamos los vecinos que nada que ver”, aportó otra vecina.
Acevedo y Nazca es un punto neurálgico de barrio Stella Maris. Ahí es la punta del 110, la línea que más pasajeros transportó el año pasado según un informe de la comisión de seguimiento del transporte urbano. Stella Maris forma parte de unas de los territorios estallados en el noroeste rosarino por la violencia armada por el control de la calle. Una geografía que comparte con las barriadas de Emaús, Fisherton Noroeste, el asentamiento La Bombacha y los monoblocks del 7 de Septiembre. El tránsito de una moto, de la cilindrada que sea, crispa los nervios en esa zona de la ciudad. Muchas veces las balas tienen nombre y apellido. Pero ese axioma callejero puede fallar.
Matías Oroño residía con su familia sobre calle Maradona, a metros del arroyo Ludueña. Un lugar que este último año fue noticia entre marzo y mayo porque, a la altura del 800 y 900 bis, al menos cinco domicilios fueron atacados a balazos más de una vez. Esos ataques a balazos dejaron personas con heridas de diversa consideración y los vecinos relataron a las cámaras del noticiero su desgracia.
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En el patio delantero de la casa de los Oroño la familia lloraba al muchacho a la espera de que desde el Instituto Médico Legal liberaran el cuerpo para poder velarlo y darle sepultura. Todo lo que hay a la vista en las inmediaciones de la casa de los Oroño es de una pobreza lacerante, que ni el mejorado ni el tránsito de vehículos logran disimular.
Ahí contaron que Matías había estudiado hasta terminar la secundaria. Que había jugado hasta los 20 años en el club Renato Cesarini. Y que trabajaba en el Jockey Club. “Pero la droga lo perdió”, fue el lugar común en el que terminaba cada uno de los relatos sobre la vida del pibe asesinado. “No sabemos mucho más de lo que contamos. No sabemos quiénes son los que lo mataron”, explicó una de las hermanas.
Según se pudo reconstruir, poco antes de las 3.30 de la madrugada de este sábado Oroño salió de su casa y caminó unos 300 metros hasta las inmediaciones de Acevedo y Nazca para comprar droga. No tenía dinero. Su idea era pedir fiado, una trampa mortal en el palo de las drogas. Algo falló en el plan de Oroño. El vendedor de drogas llamó a sus soldaditos y con balazos calibre 9 milímetros estos terminaron con la vida del muchacho de 25 años.
“Corrió dos cuadras”
“Nosotros escuchamos los disparos. Pero no pensamos que le podía haber pasado algo hasta que los vecinos nos dijeron que habían baleado a Matías. El corrió dos cuadras y cayó a la vuelta de mi casa. Lo cargamos en un auto. Lo llevamos al hospital. Pero nada pudieron hacer. Llegamos y a los 15 minutos nos dijeron que estaba muerto”, recordó Arantxa.
La investigación del crimen quedó en manos de la fiscal Georgina Pairola, quien comisionó a efectivos de la Agencia de Investigación Criminal para que trabajaran en el territorio buscando testimonios de potenciales testigos. En las inmediaciones de la escena del crimen no se visualizaban a simple vista cámaras de video vigilancia públicas o privadas.
Territorio en pugna
Cuarenta y seis días atrás, otro asesinato precedió en la zona al de Matías Oroño. El 3 de agosto pasado a la hora de la siesta una mujer y un hombre en una moto Honda Wave estacionaron frente a una vivienda de Franklin al 8600, a tres cuadras de donde fue atacado Oroño. El hombre descendió de la moto, caminó hacia la puerta, golpeó y un par de segundos más tarde comenzó a disparar hacia el ventiluz de la abertura.
Detrás de una puerta perforada por las balas, pasando un patio interno, se encontraba Verónica Isabel Gómez, de 44 años, quien recibió cinco balazos en distintas partes del cuerpo. La mujer fue llevada al Hospital Eva Perón, donde murió un par de horas más tarde. Sus vecinos encuadraron al asesinato como parte de una disputa territorial para monopolizar la venta de drogas al menudeo. “El tema es que vinieron unos nuevos a vender al barrio. Ya corrieron a los de la otra esquina, por calle Maradona, los sacaron y esos ya dejaron de vender. Pero ella (por la víctima) siguió vendiendo y bueno...”, contó un mes y medio atrás una vecina.
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“Está todo re podrido en el barrio, no se puede ni salir afuera. Cada dos o tres días se tiran”, aportó un joven. ”El barrio está adueñado por los traficantes, viste que si te metés...”, explicó un comerciante y completó la frase con un silencio.
En marzo pasado, seis muchachos que jugaban un picado resultaran heridos en una emboscada en una canchita de fútbol de Juan B. Justo al 8400: “Este barrio es un desastre. Estamos rodeados de lugares donde se vende droga. «El búnker del medio» (histórico punto de venta de drogas ubicado a la altura de Tarragona al 1100 bis) sigue funcionando. Pero nunca pensamos que podía ocurrir algo en la canchita de fútbol”, indicó entonces un vecino de ese lugar, a una diez cuadras de la escena del crimen de Matías Oroño.